Ciclo Shôhei Imamura, director de cine
Texto: Daniel Farriol
Shôhei Imamura (Tokio, 1926-2006) está considerado como uno de los cineastas más importantes del Japón de posguerra siendo también uno de los precursores de la «nueva ola japonesa» (nūberu bāgu), junto a Nagisa Oshima o Masahiro Shinoda, entre otros. Aquella corriente estilística surgida a finales de la década de los años 50 fue la réplica nipona a la nouvelle vague francesa para dar forma a las inquietudes rupturistas de una nueva generación de cineastas que buscaban un distanciamiento formal de las películas que estaban realizando Ozu, Mizoguchi o Kurosawa. Las características principales de aquel cine de vanguardia fueron la experimentación visual, la provocación a través del erotismo y una mirada crítica hacia el estilo de vida instaurado en la sociedad japonesa sin la idealización que acostumbraban a mostrar los grandes maestros.
Primeros años de un inconformista
Imamura comenzó su carrera en el mundo del cine en el año 1951 como ayudante de dirección en los estudios Shochiku donde precisamente tuvo la oportunidad de trabajar a las órdenes del maestro Yasujirō Ozu en El comienzo del verano (1951) o Cuentos de Tokio (1953). La experiencia no le resultó nada gratificante al rechazar de pleno la manera que tenía de trabajar con los actores y la forma en que abordaba la cotidianidad en sus películas. Por ello decidió marcharse al estudio de la competencia, Nikkatsu, para formarse allí junto a Yuzo Kawashima, un comediante irreverente con el que haría buenas migas y co escribiría El sol en los últimos días del Shogunato (1957), crónica satírica acerca de la revuelta social al final del período Edo.
Su primera película como director llegaría en 1958, Stolen Desire, un pequeño filme semiautobiográfico sobre una compañía de teatro en crisis, a la que seguirían Nishi Ginza Station (1958), Endless Desire (1958) y My Second Brother (1959). En todas ellas se adivina como nexo común el sentimiento de deseo como un elemento distorsionador que destruye la estructura de un colectivo. Ese deseo abarca desde lo carnal hasta el ambicionar fama, éxito o dinero. Otras características de su cine posterior ya aparecen en esos primeros trabajos como un peculiar humor que surge de situaciones dramáticas o el sempiterno retrato social de unos personajes marginales. Sin embargo, exceptuando el ultimo de esos trabajos, ninguno recibiría demasiada atención crítica.
No sería hasta la realización de Cerdos y acorazados (1961) cuando Imamura llamaría verdaderamente la atención mediática debido a la polémica suscitada en algunos círculos que lo consideraron un filme «antiamericano». Se trataba de una insólita incursión en el cine de yakuzas que ofrecía como telón de fondo un mordaz retrato de las consecuencias sociales que tuvo para la población más pobre de Japón la ocupación de su territorio por parte del ejército estadounidense tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Sexo, violencia y miseria
Al igual que haría su compañero Oshima, sus siguientes obras explorarían el deseo y la sexualidad como una forma de rebelión hacia lo establecido en el cine y en el conformista pensamiento generalizado de la época. La mujer insecto (1963), Intento de asesinato (1964), Los pornógrafos (1966) y El profundo deseo de los dioses (1968), son obras conscientemente provocadoras donde el sexo sirve a su autor para reflexionar sobre la condición humana, pero abordando de manera frontal algunos temas tabú como la violación, el aborto o el incesto.
El aperturismo en la mentalidad nipona de la época y el auge de la televisión que hizo desplomar los beneficios en la industria cinematográfica llevó a muchos cineastas a principios de los años 60 a realizar películas Pinku Eiga (cine erótico) que sería el género precursor del Roman Porno en los 70. No puede considerarse que ese sea el caso de Shôhei Imamura por mucho que sus películas generasen polémica debido a la inclusión de detalles sexuales morbosos. En su caso los utilizaba en beneficio de la historia y como un vehículo de choque para derribar los verdaderos fundamentos ocultos e hipócritas por los que se regía la estricta sociedad japonesa.
Cansado de la evolución de la industria cinematográfica y de tener que trabajar con actores (siempre prefirió gente sin experiencia y que no reunieran los cánones de belleza habituales), dejó la ficción de lado durante más de una década para centrarse en el género documental y continuar testimoniando su inconformista manera de ver las cosas, inspirado por el trabajo de vanguardia que estaban realizando Toshio Matsumoto o Susumu Hani.
Por fin, el reconocimiento internacional llega para Shôhei Imamura
Shôhei Imamura regresaría a la ficción en 1979 y lo haría por la puerta grande con La venganza es mía, crónica de un sádico asesino en serie que estaba inspirada en hechos reales y que no dejaría a nadie indiferente. Finalmente, el reconocimiento internacional de la crítica y el público le llegaría en el tramo final de su carrera tras recibir sendas Palmas de Oro en el Festival de Cannes por La balada de Narayama (1983), poderoso drama sobre la vejez y la muerte, y por La anguila (1997), un retrato astilloso y nada complaciente sobre la redención de un criminal. Al éxito de ambas se unió la buena acogida que obtuvo su pesimista visión de posguerra en Lluvia negra (1989), un relato tremendamente emocional que analizaba los efectos causados por la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima.
El anómalo humanismo de Imamura se refleja en la frase “en mi trabajo quiero entrar en el corazón de un personaje, quiero capturar la acción más pequeña, el matiz más fino, la más íntima expresión de la psicología, porque los cineastas debemos preocuparnos de lo que hay tras la fachada”. Durante su carrera se dedicó concienzudamente a buscar un cine que desdibujara las líneas entre la verdad objetiva y la subjetiva, y, por ende, entre la realidad y la ficción. Esos años que estuvo trabajando en el cine documental, sin duda, dotaron a sus últimas obras de ficción de un aspecto cercano al docudrama que, paradójicamente, permanecían envueltas por un halo de naturalismo abstracto.
Durante su etapa de formación se había sentido atraído por el cine francés de realizadores como René Clair o Julien Duvivier antes de que apareciese en escena la nouvelle vague para «cultivar el espíritu de la rebelión», un lema que encajaba perfectamente con el pensamiento del cineasta japonés.
La mirada crítica que nunca se serenó
En el cine de Shôhei Imamura se repiten obsesiones y temas recurrentes como el trauma de la guerra, la vergüenza o la irreprimible tendencia humana hacia una sexualidad prohibida, algo que el director solía usar como detonante para escenificar la escisión del individuo con el entorno. Era alguien obsesivo en la preparación de sus películas y que podía pasarse meses en fase de investigación antes de comenzar los rodajes (lo que desesperaba a las compañías productoras) y tuvo predilección por retratar a personajes de clase baja, marginados, asesinos o prostitutas, en definitiva, los desheredados del Gran Imperio que se quedaron por el camino sin oportunidades de subirse al carro del progreso económico, por lo que a menudo acaban recurriendo a la violencia como un reclamo identitario simbólico.
Todo ello siempre bajo la corrosiva crítica hacia el modo de vida japonés y utilizando un peculiar sarcasmo en los momentos más inesperados. Los hombres de Imamura suelen estar retratados como idiotas que oprimen a las mujeres para sentirse ellos mismos menos oprimidos por el sistema. Por contra, las mujeres se definen a través de su sexualidad, pero demostrando poseer una fuerte personalidad para lograr soportar el sufrimiento que conllevan las discriminaciones de género en una sociedad heteropatriarcal.
El ciclo que le vamos a dedicar a Shôhei Imamura en No es cine todo lo que reluce constará de una selección de 10 largometrajes de ficción que abarcarán distintas épocas creativas del cineasta. Se iniciará el 26 de Junio con Cerdos y acorazados (1961) y recorreremos cada lunes todo lo ancho y largo de su filmografía con reseñas críticas que se irán publicando en orden cronológico hasta finalizar con la última película del director, Agua tibia bajo un puente rojo (2001). ¿Te apuntas?
Filmografía de Shôhei Imamura:
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- Deseo robado / Stolen Desire (1958)
- La estación de Nishi Ginza / Lights of Night (1958)
- Endless Desire (1958)
- Mi segundo hermano (1959)
- Cerdos y acorazados (1961)
- La mujer insecto (1963)
- Intento de asesinato (1964)
- Los pornógrafos (1966)
- Un hombre desaparece (1967) -documental-
- El profundo deseo de los dioses (1968)
- Historia del Japón de la posguerra contada por una camarera (1970) -documental-
- In Search of the Unreturned Soldiers in Malaysia (Mikikan-hei o otte: Tai-hen) (1970) -documental-
- The Pirates of Buban (1972) -documental-
- Muhomatsu Returns Home (1973) -documental-
- Esas damas que marchan lejos (Karayuki-san) (1975) -documental-
- La venganza es mía (1979)
- Eijanaika (Qué más da) (1981)
- La balada de Narayama (1983)
- Zegen, el señor de los burdeles (1987)
- Lluvia negra (1989)
- La anguila (1997)
- Doctor Akagi (1998)
- Agua tibia bajo un puente rojo (2001)
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