lunes, mayo 20, 2024

Ciclo Shôhei Imamura: Crítica de ‘Cerdos y acorazados’ (1961)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo Shôhei Imamura
Cerdos y acorazados (1961)

Cerdos y acorazados (Buta to gunkan / Hogs and Warships) es un thriller dramático japonés que está dirigido por Shôhei Imamura y cuenta con guion de Hisashi Yamauchi (El sol en los últimos días del Shogunato, The Girl I Abandoned). La historia sigue a un joven matón que consigue trabajo como supervisor de la piara de una base americana local, con lo que podrá desviar comida al mercado negro y conseguir buenos ingresos para su banda yakuza. Está protagonizada por Hiroyuki Nagato, Jitsuko Yoshimura, Masao Mishima, Tetsurô Tanba, Shirô Ôsaka, Takeshi Katô, Shôichi Ozawa y Yôko Minamida.

Cine de yakuzas que oculta un filme de realismo social

Cerdos y acorazados fue la quinta película filmada por Shôhei Imamura, pero posiblemente sea la primera en que las bases de su cine quedaron cimentadas con mayor trascendencia. La década de los 60 coincidió en Japón con una rápida modernización de la sociedad apegada a la occidentalización propiciada por los años de ocupación estadounidense. Aprovechando el auge del género Yakuza Eiga (cine de Yakuzas) durante la posguerra que, en parte, convirtió a los mafiosos en el último reducto de resistencia para preservar las tradiciones japonesas, el audaz director se sirvió de una típica trama criminal para retratar la decadencia social del país sufrida por culpa de esa ocupación militar.

La historia nos sitúa en la ciudad portuaria de Yokosuka, un enclave comercial estratégico tras la Segunda Guerra Mundial, en el que vive Kinta (Hiroyuki Nagato), un joven matón que comienza a trabajar para los americanos encargándose de alimentar a los cerdos de una granja donde espera extraer beneficios propios para la banda yakuza a la que pertenece. Es un tipo ingenuo e infantiloide que mantiene una relación con Haruko (Jitsuko Yoshimura), una chica mucho más madura que no se conforma con la vida miserable que están destinados a llevar.

Imamura realiza un retrato crepuscular y nada heroico de la yakuza. El jefe padece una enfermedad mortal, algunos miembros tienen una inteligencia limitada y, además, la banda pasa por graves dificultades económicas que ponen en peligro su continuidad delictiva, ni siquiera son suficientes los intentos de extorsionar a una población pobre ya de por sí explotada por la presencia de los americanos en sus calles. Así pues, el director traza aquí un paralelismo evidente entre la descomposición del país y la de esa banda mafiosa.

Cerdos y acorazados

«Una película antiamericana»

Las primeras escenas de Cerdos y acorazados son tan elocuentes como contundentes para la transmisión del mensaje de la película. En las primeras imágenes vemos ondear la bandera de los Estados Unidos, la cámara hace un barrido rápido por la zona industrial de Yokosuka, y finalmente se centra en el ocio nocturno de sus calles. Por delante de cámara pasarán distintos figurantes que veremos mediante un travelling de seguimiento hacia atrás que refleja la normalizada presencia de marineros americanos paseando entre locales de ocio iluminados con neones, su arrogancia les hace vencedores de una conquista.

Kinta, antes de trabajar con los cerdos, se gana la vida convenciendo a marineros para que vayan con él hasta los bajos fondos donde varias mujeres se prostituyen en condiciones insalubres en la trastienda de la cocina donde trabaja su novia. Una redada de la policía militar destapa la doble moral estadounidense cuando Katsuyo (Yôko Minamida) se enfrenta a ellos asegurando que algunos habían estado allí la noche anterior. Esa introducción se interrumpe con un corte abrupto a los créditos iniciales donde contemplamos el paso de camiones transportando cerdos con la visión de fondo de los barcos estadounidenses y una marcha militar de fondo.

En pocos minutos, Shôhei Imamura ha desgranado punto por punto su visión desmitificadora del Japón de la época. La delincuencia y la prostitución se habían convertido en una vía de supervivencia cotidiana en los estratos más bajos de la sociedad por culpa de la ocupación estadounidense (eso queda claro mediante los exabruptos y escupitajos de Katsuyo cuando es detenida en la redada). Sin ningún tipo de sutileza, por si alguno no se había enterado de la visión crítica de la película, el título equipara a cerdos con acorazados, así que no me extraña que fuese tildada como una «película antiamericana».

Cerdos y acorazados

Hombres y cerdos

Sin embargo, la mirilla de Imamura no apunta solo a los estadounidenses y también carga contra sus compatriotas. Cerdos y acorazados nos muestra a una sociedad japonesa occidentalizada y sin rumbo que ha cedido a los caprichos de sus ocupantes. Muchos negocios vivían a costa del dinero americano sin honor ni respeto por sus propias tradiciones. Las mujeres eran «vendidas» a marineros ricos para casarse con ellos y asegurar así la solvencia económica del resto de la familia, algo que precisamente pretenden hacer la madre y hermana con Haruko. Como vemos, la visión de Imamura sobre la rendición japonesa va mucho más allá del final de la Segunda Guerra Mundial.

Que la población japonesa estaba al final de la cadena alimenticia en la sociedad de posguerra se describe metafóricamente en una secuencia de humor negro en la que los gángsters pretenden darse un banquete comiéndose un cerdo robado y encuentran en el plato un diente dorado al haberse zampado el animal con anterioridad la cabeza de un cadáver. La equiparación en desventaja de los hombres con los cerdos también se visualiza en el tiroteo final cuando Kinta libera a los puercos de los camiones y la manada acaba aplastando a algunos mafiosos en los callejones.

En realidad, el director se ceba con el retrato de los personajes masculinos llegando a rozar lo paródico. Inútiles, cobardes, insensibles, idiotas… Hay diversas referencias a la necesidad que tienen de la confirmación de su masculinidad a través de actos violentos, tratando mal a sus mujeres o a los inmigrantes chinos, por ejemplo, pero nunca consiguen adquirir una dimensión que sí tienen algunas de las mujeres de la película, en especial, Haruko.

Cerdos y acorazados

La decisión de Haruko

El personaje de Haruko es la clave final de Cerdos y acorazados. Su presentación asume ciertos tópicos acerca de la sumisión femenina en una sociedad heteropatriarcal, pero aquí sufrirá una transformación absoluta que ya se intuye desde que expresa, sin que su novio le escuche, los deseos que tiene de escapar a Kawasaki en busca de prosperidad. Las mujeres de Imamura son fuertes, pero deben pasar un via crucis para reivindicarse.

En ese sentido, la secuencia clave que funciona como detonante para el cambio es cuando Haruko se deja seducir brevemente por la occidentalización de la ciudad acudiendo a una fiesta para evadirse de su asfixiante vida. En plena excitación de felicidad se desinhibe por completo bebiendo y bailando, pero poco después acabará siendo violada por tres marineros borrachos en una habitación de hotel. El director utiliza para ese momento un plano cenital potenciado con un innovador giro de cámara en espiral que describe la transición traumática del personaje.

Lejos de sucumbir ante su desdicha Haruko adquiere la fuerza que necesitaba para escapar. Mientras su novio perece con la cabeza metida en un retrete (no se puede caer más bajo), ella renuncia a la comodidad de casarse con el americano y decide marcharse sola para forjarse su propio futuro. El final de Cerdos y acorazados es antológico con esa cámara siguiéndola al cruzarse con un grupo de mujeres japonesas que llegan a la ciudad para confraternizar con los soldados americanos. Con paso firme y sin mirar atrás, se dirige en dirección contraria hacia la estación de tren mientras la planificación de cámara abre el encuadre para hacer respirar al personaje hasta quedar observándola desde una lejanía elevada en la búsqueda de un destino que se adivina incierto, pero escogido por ella misma sin miedo.

Cerdos y acorazados


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Cerdos y acorazados

7.8

Puntuación

7.8/10

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