sábado, mayo 11, 2024

Ciclo Shôhei Imamura: Crítica de ‘Lluvia negra’ (1989)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo Shôhei Imamura
Lluvia negra (1989)

Lluvia negra (Black Rain / Kuroi ame) es un drama japonés que está dirigido por Shôhei Imamura, que también co escribe el guion junto a Toshirô Ishidô, adaptando la novela de Masuji Ibuse. La historia relata las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima en una familia expuesta a la radiación y la lluvia negra durante el día de la explosión. Eso ha dado lugar a un sinfín de habladurías que han impedido que una chica haya encontrado marido. La película está protagonizada por Yoshiko Tanaka, Kazuo Kitamura, Norihei Miki, Tamaki Sawa, Hisako Hara, Etsuko Ichihara, Kuzuko Kawakami y Kazuko Shirakawa.

‘Lluvia negra’ es una reflexión pesimista sobre la condición humana

Lluvia negra es un filme de corte clásico y alto contenido antibelicista que, a primera vista, puede hacernos pensar que se encuentra alejado del estilo narrativo habitual de Shôhei Imamura, sin embargo, rascando bajo su superficie encontraremos que analiza, desde otra perspectiva, muchas de las preocupaciones que cohabitan en la filmografía del iconoclasta cineasta nipón. La historia nos remite al fatídico agosto de 1945 cuando el Presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, ordenó un ataque con bombas nucleares a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki que, a nivel de significado político, acabarían derivando en la rendición de Japón que pondría fin a Segunda Guerra Mundial.

Imamura centra su mirada en las consecuencias mortíferas que tuvo el lanzamiento de aquellas bombas sobre la población civil y en cómo afectaría posteriormente al desarrollo de la mentalidad de una sociedad de posguerra acuciada por el sentimiento de culpa y la vergüenza. La película ofrece una visión pesimista sobre la condición humana mediante imágenes devastadoras que ponen en primer término el horror de la guerra, pero también nos habla sobre la estigmatización del diferente en sociedades avanzadas cuya mentalidad sigue anclada paradójicamente en un pasado de tradicionalismo conservador. Ahí radica la verdadera conexión de esta película con otras del director.

La trama de Lluvia negra se inicia con la odisea de la familia Shizuma cuando es sorprendida en mitad del bombardeo a Hiroshima. Mientras buscan refugio en una fábrica cercana al epicentro del ataque, Shigematsu (Kazuo Kitamura), su esposa Shigeko (Etsuko Ichihara), y su joven sobrina Yasuko (Yoshiko Tanaka), se verán obligados a caminar entre las ruinas de una ciudad fantasma repleta de cadáveres calcinados y personas mutiladas. Son imágenes de una brutalidad extrema que reflejan sin miramientos el horror de la guerra.

Lluvia negra

Víctimas carentes de heroicidad

Ahí hallamos una de las polémicas que surgió alrededor de Lluvia negra y es que muchos no entendieron que la visión del director sobre aquellos hechos históricos sirviera para retratar a los japoneses como víctimas en lugar de supervivientes. Es un matiz importante para definir el talante japonés y el posicionamiento político que posee la película. Japón no era un país inocente, la expansión territorial promulgada bajo el mandato del emperador Hirohito les había llevado a cometer atrocidades como la Masacre de Nankín, la invasión de Indochina o el ataque a Pearl Harbor, así que se habían convertido en un auténtico enemigo para la paz mundial, es por eso que muchos tienen la teoría que el bombardeo fue algo necesario para finalizar una guerra que hubiera podido durado décadas y afectar a millones de personas.

Está claro que Imamura no comparte esa visión de los hechos y al decidir focalizar su película en la repercusión que tuvieron los bombardeos sobre la población civil transforma automáticamente a los japoneses en víctimas y al ejército estadounidense en un verdugo criminal sin escrúpulos. El calificativo de «sentimiento antiamericano» sobrevuela sobre el director desde que estrenó aquel alegato contra los efectos de la ocupación militar de Japón en Cerdos y acorazados (1961), es decir, Imamura sigue manteniéndose fiel aquí a un mismo pensamiento antropológico que le llevó a estudiar durante 30 años el comportamiento de una sociedad de posguerra sacudida por el trauma de la derrota.

Lo curioso es que ese victimismo tampoco fuese bien visto entre los propios japoneses que, en una ponderación del honor patriótico e imperialista de épocas pasadas, preferían convivir con ese trágico pasado siendo alentados por la heroicidad de un pueblo superviviente que había sido capaz de reconstruirse durante el llamado «milagro económico». En anteriores filmes del director se puede comprobar su escepticismo sobre ese aspecto, por eso Lluvia negra no solo carga contra los que destruyeron Hiroshima con sus bombas si no también contra una sociedad japonesa que maltrató a los hibakusha (supervivientes del bombardeo) para así mostrar al exterior una falsa e impostada fortaleza.

Lluvia negra

Los problemas de una mujer hibakusha para casarse

Durante los primeros minutos de Lluvia negra el director despliega todo un arsenal de imágenes epatantes en una especia de circo de los horrores realmente sobrecogedor (esa madre sosteniendo entre los brazos a su bebé calcinado, ese niño deforme al que su padre no reconoce…), para dedicarse posteriormente a tejer un relato de apariencia más banal y costumbrista que irá salpicando con nuevos flashbacks que escenifican el terrorífico día del bombardeo. El guion de la película es una adaptación libre de la exitosa novela «Kuroi Ame» de Masuji Ibuse donde se explicaban las consecuencias del ataque nuclear a través de las dificultades de una mujer para encontrar marido tras haber estado expuesta a la radiación.

Imamura utiliza ese material de partida para ir más allá añadiendo personajes secundarios de su cosecha que otorgan un contexto más complejo a lo que quiere contarnos. Tras una elipsis de 5 años que nos muestra a Yasuko saliendo del hospital con un certificado médico en sus manos que demuestra su completa recuperación, la trama adquiere el punto de vista de su tío, Shigematsu, quien la ha acogido en su casa y vive obsesionado con encontrarle un marido. Los diversos pretendientes de la chica se sentirán de primeras atraídos por ella, pero siempre acabarán rompiendo el compromiso antes del enlace al descubrir que la chica fue rociada por la «lluvia negra» tóxica que cayó sobre Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba.

Black Rain

Los miserables de Imamura, más allá de su condición económica

Hay varios aspectos a considerar aquí antes de continuar. Por un lado, es la primera vez que Imamura pone el foco en una familia de posguerra pudiente, los Shizuma no son pobres e incluso mantienen una actitud elitista cuando los pretendientes no están a la altura de sus pretensiones económicas. Por otro lado, la necesidad de casarse como meta de vida hay que entenderla como algo que forma parte de una cultura nipona inspirada en la perpetuación del legado familiar, es decir, en Lluvia negra tener descendencia se convierte en algo obligatorio para mantener el estatus social de la casa y como la mujer de Shigematsu (tal vez, por efecto de la radiación) no ha podido darle hijos, las esperanzas para conseguirlo están puesta en la sobrina.

También existe un trasfondo de sentimiento de culpa del que hablaremos más tarde, pero es importante hacer hincapié en estos asuntos porque el cine de Imamura siempre busca representar las diferencias existentes entre los distintos estratos sociales del Japón de posguerra. Siguen aquí los miserables de clase baja que habitan todo su cine, pero esta vez los relega a un rol secundario (la cabaretera que vuelve al pueblo perseguida por un yakuza, el «loco» traumatizado por la guerra que está enamorado de Yasuko…), acercándose así a gente aburguesada que igualmente será repudiada por los suyos cuando no cumplan los estándares requeridos, la enfermedad (real o posible) se convierte en una huella identificativa que mancilla su posicionamiento social e impide el desarrollo familiar dentro de la comunidad.

Como vemos, algunos de los temas recurrentes del cine de Imamura siguen presentes en Lluvia negra, pensar lo contrario sería acercarse a la película con una visión sesgada y equivocada que podría incluso emparentarla al retrato del Japón de posguerra que alberga el cine de Yasujirō Ozu, nada más lejos de la realidad.

Lluvia negra

‘Lluvia negra’ describe un Japón de posguerra anti-Ozu

En ese sentido, Lluvia negra juega al despiste. El sarcasmo de Imamura le lleva a rodar las escenas familiares de interiores con una caligrafía escénica muy similar a Ozu utilizando planos generales a ras de tatami y una tendencia naturalista en el trato cotidiano de los personajes. Sin embargo, ese costumbrismo lo impregna con detalles que le desmarcan del «Japón Oficial» para invocar al absurdo de unos principios morales obsoletos.

Por ejemplo, asistiremos a una metódica costumbre diaria de la familia Shizuma que consiste en esperar a que suene el noticiario de las 7 de la tarde para poner en hora el reloj de pared. La última vez que lo hacen, con la enfermedad avanzando de manera silenciosa en la familia, coincidirá con el anuncio por radio de la posibilidad de volver a utilizar armamento químico en la Guerra de Corea, algo de lo que las fábricas de Japón podrían beneficiarse en su construcción. La historia, su historia, ya sean considerados como víctimas o supervivientes, no había servido para concienciar al mundo. Por mucho que se empeñasen en intentar que todo siguiera como antes, Hiroshima ya había marcado un antes y un después en la vida de todos.

Imamura critica duramente a la sociedad japonesa de posguerra, ya lo había hecho vinculando en anteriores películas el progreso económico del país al desarraigo social de las clases más bajas, o enfrentando las creencias ancestrales del tradicionalismo conservador a unos nuevos tiempos para los que no estaban preparados. En la película, las personas expuestas a la radiación deben ocultar su condición para no convertirse en parias, los únicos remedios a su alcance nacen de viejas costumbres (el aloe vera, amuletos, la sangre de carpa como símbolo de fortaleza…), en ningún momento queda constancia de que las instituciones se preocupasen de los supervivientes más allá de convertirlos en iconos de la resistencia japonesa.

Black Rain

El pretendiente ideal asociado al trauma

Además de centrarse en el deterioro paulatino de la salud física de los hibakusha también hay margen para reflexionar sobre la salud mental y la obligación que tuvieron muchos de afrontar el trauma desde la más absoluta soledad. Ahí entra el personaje de Yuichi (Keisuke Ishida), un hombre que vivió el combate en primera persona y se dedica a tallar en piedra los rostros del horror que no abandonan su memoria. Sufre un trastorno por estrés postraumático que le lleva a intentar detener a todos los vehículos que pasan junto a su casa por confundir el ruido de los motores con un tanque que en la guerra casi le aplastó la cabeza.

Aunque la presentación del personaje tiene elementos cómicos recurrentes, Imamura dedicará una de las escenas más visualmente poderosas de la película a un relato que hace el ex militar para explicar el origen de su trauma. El director hace un uso expresionista de luz y espacio que, por un momento, aleja la película del naturalismo imperante hasta entonces.

Ese momento clave de Lluvia negra sirve para escenificar la relación oculta de amistad que ha surgido entre Yuichi y Yasuko. La protagonista se nos muestra en todo momento como una joven vital que vive el día a día sin pensar en el bombardeo, pero no es así. El «loco del pueblo» es el único hombre con el que se siente realmente a gusto porque puede hablar de lo sucedido sin cortapisas, ambos viven traumatizados aunque ella lo disimule ante los demás (es lo que le ha enseñado una sociedad que ha borrado sus recuerdos). En cierta manera, cada vez que un pretendiente la rechaza ella siente alivio porque no quiere casarse con alguien que no sabrá comprenderla, por eso y porque es consciente de que han aparecido los primeros síntomas de su enfermedad, es a él a quién quiere como esposo, ante el asombro de sus tíos.

Las estructuras de violencia social hacia las mujeres se muestran aquí de una manera más sutil que en otras obras de Imamura, pero siguen estando presentes en esos matrimonios concertados que no dejan de ser una forma encubierta de subastar a las mujeres. El director se burla de Ozu al proponer a una protagonista que por su actitud bien podría haber encarnado «la trilogía de Noriko», pero cuyo trasfondo psicológico poco tiene que ver. Yasuko es una «mujer Imamura» cuya resiliencia se basa en la capacidad de adaptación a un entorno que la ningunea ni le pide opinión sobre sus pretendientes. De hecho, el punto de vista de la película es inverso al que tiene la novela, y Yasuko, siempre desde el segundo plano que le «corresponde» a una buena mujer japonesa, será quien adquiera el verdadero protagonismo en la parte final de la historia.

Black Rain

La Zona 0 de ‘Lluvia negra’

La «locura femenina» que ya aparecía en el cine de Imamura en Los pornógrafos (1966) o La anguila (1997), aquí adquiere un sentido más claro sobre la liberación ante el costreñimiento que implica el buen comportamiento social japonés, me refiero a la poética secuencia en que la chica observa junto a su tío unas carpas voladoras. Yasuko ya se encuentra en la última fase de su enfermedad, pero la visión de las carpas (probablemente con un componente alucinógeno provocado por el delirio) le permite extraer de su cuerpo una vitalidad inusitada que le hace comportarse de una manera diferente a la habitual conducta cauta y sumisa que se le presupone.

Para completar la escena, la nieve hace aparición vaticinando su inminente muerte, algo que ya sucedía en otras pelis del director donde utiliza la lluvia o la nieve de manera simbólica. No se mostrará al espectador explícitamente, pero se intuye mediante el plano final donde su tío se queda observando el horizonte planteándose la posibilidad de una curación milagrosa de su sobrina si viera salir un arco iris en el cielo. Lo único que aparecen son los créditos, pero ni rastro del arco iris. En su momento, algunos consideraron que Imamura no cerraba su historia, pero en mi opinión queda bastante claro. Además, es un doble final amargo porque el personaje de Shigematsu tampoco logra su objetivo de perpetuar el honor familiar ni purgar su sentimiento de culpa por haber llevado a su sobrina a la Zona 0 del bombardeo, de hecho, él mismo está abocado a una muerte cercana.

Por el camino, Lluvia negra combina drama y humor, sí, todas las películas de Imamura encuentran una extraña manera de atravesar los traumas de sus personajes con momentos de distensión cómica. Así pues, el rechazo y desamparo de las víctimas del bombardeo, en especial, por parte de conciudadanos japoneses incapaces de asumir la vergüenza de la derrota y la rendición, contrastan con gags donde, por ejemplo, se nos muestran a mujeres trabajadoras junto a hombres ociosos que fingen dolencias inexistentes para ir a pescar tranquilos.

Lluvia negra es uno de los trabajos cumbres en la filmografía del director que cuenta con una excelente fotografía de Takashi Kawamata que utiliza un «contraste sucio» para resaltar el tono realista y documentalista de algunas secuencias. La película es una Obra Maestra que disecciona a un Japón supuestamente moderno que seguía anclado en creencias ancestrales que impedían sus avances sociales. También, es un testimonio aterrador y contundente sobre las dolorosas consecuencias de los conflictos bélicos en la población civil. Imprescindible.


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Lluvia negra

10

Puntuación

10.0/10

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