Las críticas de Óscar M.:
El reino del planeta de los simios
En El reino del planeta de los simios, varias generaciones tras el reinado de César, los simios son la especie dominante que vive en armonía y los humanos han quedado reducidos a vivir en la sombra. Mientras un nuevo y tiránico líder simio construye su imperio, un joven simio emprende un angustioso viaje que le llevará a cuestionarse todo lo que sabe sobre el pasado y a tomar decisiones que definirán el futuro de simios y humanos por igual.
La película está dirigida por Wes Ball, con guion de Josh Friedman (La guerra de los mundos) y protagonizada por Owen Teague, Freya Allan, Kevin Durand, Peter Macon y William H. Macy. El reino del planeta de los simios se estrena el 10 de mayo 2024 solo en cines de la mano de 20th Century Studios España.
Los restos que nos dejó la guerra
Desde La guerra del planeta de los simios han pasado siete largos años donde prácticamente ha sucedido casi de todo en el mundo. Nadie pensaba en aquel bucólico 2017 que 20th Century Fox acabaría en manos de Disney o que sobreviviríamos a un virus mortal que arrasaría el planeta, como sucedía en la ficción. Por aquel entonces, la saga de los simios se daba por concluida con la tercera película y su historia final de las aventuras del simio César enlazaba casi perfectamente con el origen de la franquicia original de los años setenta.
Pero el dinero es un gran poderoso y, tras la fusión y adquisición, estaba claro que «La Compañía» no iba a dejar morir una historia con tanto potencial, a pesar de que ya hubiera nueve películas previas. Sobrepasada la etapa de César, tocaba buscar a un nuevo simio que guiase la aventura una vez concluida esa nueva trilogía (como si de La guerra de las galaxias estuviéramos hablando), ahora Noa es el protagonista de esta especie de reinicio de la historia, puesto que El reino del planeta de los simios se sitúa “muchas generaciones” después de lo último que vimos.
Secuela que puede contener trazas de remake
Como viene siendo habitual en las películas de la saga, el guión suele mejorar con un segundo visionado, porque en la primera visualización es tan apabullante el resultado de los efectos especiales que el espectador es arrastrado por una historia que no sabe muy bien cómo encajar a los humanos en el centro de atención, cuando los protagonistas siempre deben ser los simios, pero este es un error de base que se lleva cometiendo desde los inicios.
Sólo era cuestión de tiempo que, una vez los humanos desaparecieran de escena, los diferentes grupos de simios se enfrentaran entre ellos por el control del planeta. Pero la perpetua persistencia humana hace que los simios se conviertan en más humanos que los propios humanos. Demuestran tener más sensibilidad y ser más lógicos, apostando siempre por el bien común y el beneficio del grupo por encima de un individuo.
Argumentalmente no hay mucha diferencia entre El reino y La guerra, ambas se resumen en una historia de venganza por parte del simio protagonista y la localización del órgano superior de quien ha cometido el crimen, en esta ocasión, otro simio. Y quizá esa sea la moraleja que podemos sacar después de dos horas y media en este futuro distópico, que los humanos aprendan a pensar en conjunto y buscar un beneficio común por encima de los intereses individuales, idea clave que lleva usándose prácticamente en todas las entregas de la franquicia.
Simios digitales más reales que los de la realidad
Chimpancés, bonobos, orangutanes o gorilas, todos los primates suelen estar bien representados en todas las películas de la saga y suelen colaborar juntos. Una variedad que se ha logrado conseguir con un realismo impensable hace sólo veinte años, cuando aún se utilizaban las máscaras para dar vida a estos personajes en pantalla. Ahora la captura de movimiento y la última tecnología de ordenador permite una expresividad que es más humana que la de los propios humanos que vemos actuando.
La ubicación donde se sitúa la historia es otro de los puntos fuertes de las películas de la saga, abandonando las rocosas y nevadas montañas de Canadá vistas en la anterior trilogía, El reino del planeta de los simios ofrece ahora unos paisajes increíbles de las playas australianas, creando un escenario intencionadamente contrapuesto a lo visto anteriormente, y acercándose, cada vez más, a la saga original.
Al igual que a la hora de reutilizar detalles de la primera película, como los espantapájaros para marcar las zonas prohibidas o los métodos de caza de humanos por parte de los simios. Estas pequeñas constantes dan homogeneidad a la secuela y crean una base estable para que espectador pueda enlazar historias, y, aunque es cierto que restan personalidad, la película sale beneficiada en su conjunto.
Complaciendo a demasiados directivos
Aunque El reino del planeta de los simios cumple las expectativas, es destacable la excesiva dependencia que tiene de la trilogía previa, a pesar de tenerlo todo a su favor para ir por libre. Su guión no sobrevive a una comparativa con el de la película precedente y el cambio de ubicación o la mejora en los efectos especiales no compensa, quedando, el resultado final, en tierra de nadie. Complaciente para la mayoría, pero escasa cuando se rasca la superficie.
El responsable de esta indeterminación palpitante que hay en el ambiente es Wes Ball, un director curtido en las secuelas múltiples y responsable de la anodina y pesadísima saga de El corredor del laberinto, formada a base de películas sin principio ni final, construidas sobre un argumento endeble y pueril. Era el encargado perfecto para desarrollar una película que huye de las definiciones para ofrecer un enésimo capítulo de la saga El planeta de los simios, con ninguna intención de lograr un objetivo más allá que el de dejar la posibilidad abierta de que se hagan muchas más secuelas en el futuro.
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El reino del planeta de los simios
