lunes, mayo 20, 2024

Ciclo Shôhei Imamura: Crítica de ‘La mujer insecto’ (1963)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo Shôhei Imamura
La mujer insecto (1963)

La mujer insecto (Nippon konchuki / The Insect Woman) es un drama japonés que está dirigido por Shôhei Imamura, el cual co escribe el guion junto a Keiji Hasebe (Punishment Room, La balada de Orin). La historia sigue la vida una mujer nacida en una familia de clase baja en 1918, que desde pequeña, sufre los abusos de su padrastro. De joven, emigra de su pueblo natal para ir a trabajar a una fábrica donde mantiene una aventura con su jefe, y posteriormente ganarse la vida como criada y, finalmente, prostituta. Está protagonizada por Sachiko Hidari, Masumi Harukawa, Jitsuko Yoshimura, Emiko Aizawa, Masumi Harukawa, Daizaburo Hirata, Seizaburô Kawazu, Tanie Kitabayashi y Kazuo Kitamura.

La tortuosa vida de una mujer japonesa

La mujer insecto es una mirada entomológica de Shôhei Imamura a la resilencia femenina dentro del complejo entramado de la sociedad japonesa de mediados del siglo XX. Para ello, el director traza una historia intergeneracional que comienza en el año 1918 con el fin de la Primera Guerra Mundial y acaba en el año 1961 con el «boom Iwato» que supuso el inicio de una etapa de crecimiento económico para el país. Más de cuatro décadas que abarcan gran parte de los periodos Taishō y Shōwa en los que la modernización idealizada del Japón hacia el exterior arrastraba consigo comportamientos feudalistas del pasado que seguían presentes y perjudicando a los más vulnerables, en especial, a las mujeres.

Al igual que en su anterior película, Cerdos y acorazados (1961), Imamura se centra en los estratos más bajos de la sociedad nipona para describir los cambios sociopolíticos sufridos por el país a través de individuos que están (sobre)viviendo en los márgenes. En esta ocasión, lo hace a través del padecimiento de tres mujeres de una misma familia, En (Sumie Sasaki), Tome (Sachiko Hidari), la auténtica protagonista, y Nobuko (Jitsuko Yoshimura), cuyos respectivos cambios generacionales simbolizan el lento avance que tuvo el rol de la mujer en Japón.

La historia de Tome es la historia de una mujer humilde nacida en el seno de una familia de clase baja que, desde pequeña, deberá a acostumbrarse a los abusos y maltratos que reciben las mujeres por parte de los hombres. Tras convivir durante su infancia con un padrastro pederasta, de joven emigrará a la ciudad para trabajar en una fábrica donde se convertirá en la amante del jefe y quedará embarazada, para posteriormente ganarse la vida como criada y, finalmente, como prostituta.

La mujer insecto

Una mujer en arenas movedizas 

La pasión documentalista de Shôhei Imamura se argumenta con una escena de apertura que parece extraída directamente de un documental sobre naturaleza. En plano detalle nos muestra el peregrinaje de un escarabajo escalando con dificultad por un montículo de tierra. El director cierra el círculo que otorga sentido al título, repitiendo esa misma acción con Tome al final de la película cuando la protagonista regresa a su casa natal atravesando un camino tan escarpado como su propia vida.

Ese curioso inicio coincidirá en el tiempo con una idea-espejo que también estaba presente en La mujer de la arena (Hiroshi Teshigahara, 1964), una de las obras maestras que nos regaló «la nueva ola japonesa», corriente estilística de texturas experimentales a la que Imamura pertenecía. En La mujer insecto encontramos unos extraños interludios que pertenecerían al repertorio de propuestas innovadoras al lenguaje cinematográfico tradicional y que aquí funcionan como separadores de cada una de las etapas vitales por las que pasa Tome. Para esa ruptura narrativa se utiliza una foto fija asociada a una elipsis temporal que parece querer convertir cada vivencia de Tome en el acto de una obra Kabuki.

De hecho, en sus inicios, el Teatro Kabuki era una dramatización de la vida cotidiana exclusivamente interpretada por mujeres que estaban disponibles para ser requeridas sexualmente por los espectadores masculinos. Con el paso del tiempo todo eso cambió y, en pos de una doble moralidad, las mujeres fueron expulsadas del escenario para que tomaran el control los actores varones que se encargaban incluso de interpretar a los personajes femeninos. El teatro puede verse, pues, como una analogía de la sociedad japonesa, ya en Stolen Desire (1958) el director había retratado la cotidianidad de una compañía de teatro disgregada por el deseo.

La mujer insecto

Tabúes sexuales

Precisamente el deseo es uno de los temas capitales del cine de Imamura que muestra desde perspectivas dispares que van desde lo sexual hasta la ambición por ascender en la escala social. En La mujer insecto se abordan temas tabú como el incesto o la pedofilia en el ámbito rural a través de la relación de Tome con su padrastro Chuji (Kazuo Kitamura), un hombre violento y retardado que la trata con excesivo cariño desde pequeña manteniendo una relación consensuada de comportamiento marital más que paternofilial donde ella asume el rol protagónico (le pide dormir en la misma cama, le amamanta como a un bebé…).

Las mujeres en el cine de Imamura están cosificadas a través de su sexualidad, pero lejos de convertirse en víctimas sin iniciativa propia, lo que hacen es utilizar su cuerpo como una herramienta instintiva para subsistir en un mundo de hombres, adaptándose a ese entorno hostil para hacerse más fuertes y lograr sus objetivos. Son eternas sufridoras, mujeres que son maltratadas, violadas o explotadas, pero que se erigen de manera imperial como seres autosuficientes de gran valentía para sobreponerse a las dificultades. Cuando Nobuko nace y la familia descubre que es una niña, le preguntan a Tome: «¿la dejamos vivir o la dejamos morir?». Es un signo de que desde el mismo día en que nacen las mujeres deben afrontar su lucha por la supervivencia.

Tome es un personaje complejo y no siempre simpático. El aprendizaje vital que recibe a base de palos conlleva que su carácter se avinagre hasta transformarse en alguien egoísta y despreciable que usa a los demás igual que la han usado antes a ella, por ejemplo, la vemos traicionar a la madame para ocupar su puesto o dispensar malos tratos a las demás prostitutas.

La mujer insecto

Prostitutas e insectos  

La idea que vertebra La mujer insecto es la misma que el director retomaría años después en el documental Historia del Japón de la posguerra contada por una camarera (1970), es decir, acercarse al relato de superación de una mujer de clase baja abocada a ejercer la prostitución para profundizar así en la hipocresía moral reinante en la sociedad japonesa a través de las convulsiones sociopolíticas del país como telón de fondo. El contraste entre la vida rural y la vida en la ciudad ofrece pocos cambios para la protagonista más allá del paisaje que le rodea, la miseria humana solo cambia de máscara.

Sin embargo, sí que existe un mensaje esperanzador en el desarrollo de los acontecimientos para sus personajes femeninos o, mejor dicho, para el futuro de las mujeres de la familia. Es cierto que en un primer vistazo, En, Tome y Nobuko, comparten las mismas experiencias traumáticas y parece que la historia se repetirá sin remedio, pero no es exactamente así y con cada nueva generación las mujeres salen fortalecidas. Lo vemos en la actitud de la joven Nobuko que aprende de los errores de su madre para utilizarlos a su favor y zafarse del dominio masculino para lograr sus propias metas. No es casualidad que la actriz que la interpreta sea Jitsuko Yoshimura que en Cerdos y acorazados ya se convertía en un símbolo del empoderamiento femenino dentro de la conservadora sociedad de posguerra.

La mujer insecto es un filme apegado al realismo sucio donde Shôhei Imamura indaga en la marginalidad y en el deseo carnal mediante imágenes increíblemente atrevidas que fueron rodadas con un blanco y negro tan pegajoso como una piel sudorosa y asfixiante como una habitación sin ventanas. Una película de culto.

La mujer insecto


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La mujer insecto

8.5

Puntuación

8.5/10

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