Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva Lillian Hellman
Watch on the Rhine (Alarma en el Rhin) (1943)
Watch on the Rhine (Alarma en el Rhin) es un drama estadounidense que está dirigido por Herman Shumlin (con la participación sin acreditar de Hal Mohr) y que cuenta con un guion escrito por Dashiell Hammett, con diálogos adicionales de Lillian Hellman, adaptando la obra teatral de esta última de igual título. Un ingeniero alemán comprometido con la causa antinazi y su esposa estadounidense se instalan con sus tres hijos en la casa familiar de ella, donde coinciden con un aristócrata rumano que simpatiza con los nazis.
Está protagonizada por Bette Davis, Paul Lukas, Geraldine Fitzgerald, Lucile Watson y Beulah Bondi. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2025 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado a la guionista.
Huyendo del fascismo
Watch on the Rhine es la adaptación cinematográfica de una exitosa obra teatral creada por Lillian Hellman que pone el acento en el patriotismo y el sacrificio individual como formas de expresión irrenunciables para luchar contra el fascismo. La trama nos sitúa en el año 1940, cuando un ingeniero de origen alemán Kurt Müller (Paul Lukas), junto a su esposa estadounidense Sara (Bette Davis), y sus tres hijos, cruzan la frontera de México para alojarse en Washington en la casa familiar de ella, donde viven su hermano David (Donald Woods) y su madre (Lucile Watson). Hace 17 años que nos los visita.
En realidad, no se trata de un simple viaje de ocio, la familia huye del nazismo que se ha extendido por Europa y Kurt es uno de los líderes de la lucha armada antifascista. La cosa se complica cuando descubran que en la casa hay un huésped inesperado, Teck de Brancovis (George Coulouris), un Conde rumano venido a menos que se relaciona amigablemente con los alemanes de la embajada y cuya presencia en la casa amenaza la seguridad de la familia y la identidad secreta de Kurt.
Una de las cosas que destaca en la película es el retrato de la aristocracia estadounidense de la época que vivía completamente ajena a lo que estaba sucediendo en Europa y de cómo podría repercutir eso en su propia cotidianidad. El fascismo es una enfermedad contagiosa, nunca hay que subestimarlo como se hizo con el auge del nazismo.
La película no logra evadir su origen teatral
Hellman estaba metida en otros proyectos y sugirió a los productores que fuese el novelista Dashiell Hammett (también era su pareja sentimental y estaba sin un centavo) quien adaptase el texto teatral a guion cinematográfico. La guionista solo intervino para añadir algunos diálogos adicionales que darían mayor cohesión, si cabe, al discurso político que ambos compartían en su vida privada. La afición de Hammett por la novela negra policíaca se deja notar en una estructura narrativa inversa, ya que en Watch on the Rhine no se plantea un crimen al inicio del que se investigan las causas sino todo lo contrario, aquí se justifica con explicaciones de calado ético sobre porqué debe cometerse ese asesinato.
Sin embargo, pese a lo interesante del planteamiento, el guion adolece de una verborrea excesiva, a menudo discursiva y aleccionadora, con la que se nos transmite un bienintencionado mensaje crítico de la manera más aburrida posible. Gran culpa de ello fue la elección como director de Herman Shumlin, quien había sido el encargado de dirigir la obra original sobre las tablas, pero que era un completo inexperto en el lenguaje cinematográfico.
Su dirección nunca trasciende la mera transcripción teatral, los personajes permanecen inmóviles en escena y la acción se circunscribe casi íntegramente al interior de la lujosa casa familiar. La cámara es una mera observadora que, salvo en contadas excepciones (como sí sucede en el clímax criminal fuera de escena), se limita a mostrar a unos personajes parlanchines que sueltan su respectiva soflama antifascista como si estuviéramos asistiendo a una convención política más que visionando una película.
Militancia política a través de las páginas de un guión
Nadie discute la importancia de lo que cuenta Watch on the Rhine, pero existen maneras más sutiles de hacérselo llegar al público. El controvertido desenlace estuvo a punto de ser censurado, pero finalmente sólo se añadió un epílogo que refuerza la creencia de Hellman sobre la necesidad de seguir luchando para que la historia no se repita. Es la escena en la que el hijo mayor decide emprender el camino de su padre como acto ideológico ineludible para todo hombre de bien. Fue una imposición que funciona muy bien y su enérgico grito contra el nazismo sigue de plena vigencia.
Gran parte del reparto procedía del elenco original de la obra teatral (los niños no pueden ser más repelentes), mientras que la presencia de Bette Davis en un rol secundario, pese a crecer en su traslación al cine, fue una estrategia de los productores para atraer a más público a las salas. El compromiso político de la actriz y su admiración por la escritura de Hellman le llevaron a considerar la oferta y lo cierto es que otorga glamour a una narrativa plúmbea.
Watch on the Rhine es un filme propagandístico fiel a la idiosincrasia melodramática del Hollywood de los años 40. La ausencia de ritmo, el exceso de diálogos y una puesta en escena estática perjudican el resultado final de una historia que tenía más interés sobre el papel. La película compitió de tú a tú en los Oscar con Casablanca (Michael Curtiz, 1942), podríamos hallar similitudes tanto en sus protagonistas masculinos como en el trasfondo histórico de la trama, sin embargo, pese a que Paul Lukas le arrebató en aquel entonces la estatuilla a Humphrey Bogart, el paso del tiempo ha colocado a cada película en su lugar.
¿Qué te ha parecido la película ‘Watch on the Rhine’?