viernes, noviembre 14, 2025

73 SSIFF. Sección Oficial. Crítica de ‘Los domingos’: Ruiz de Azúa se doctora en respeto

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Sección Oficial
Los domingos

El respeto es una de las palabras con la que más se nos llena la boca como sociedad y como individuos cuando queremos enarbolar banderas de tolerancia, empatía o reconocimiento de los derechos del prójimo. Resulta muy fácil respetar las opiniones de los demás cuando coinciden con las de uno y las decisiones cuando responden a las expectativas que uno se había puesto con el prójimo en cuestión, pero cuando no es así, el respeto se resquebraja y, según las circunstancias, podemos pasar a la persuasión, a la manipulación, a la discusión o, directamente, a poner distancia. Todas ellas, en mayor o menor medida, faltas de respeto.

Cuando esto lo trasladamos a las relaciones familiares, particularmente al vínculo entre padres e hijos, la cosa se torna particularmente peliaguda, porque por encima del respeto se pone cierta responsabilidad como si esas decisiones que se consideran más o menos equivocadas no correspondieran al vástago sino al progenitor, esto puede ser casi indiscutible en el caso de niños pequeños, pero claro, ¿hasta qué momento, cuándo hay que dejar que los hijos acierten o se equivoquen con sus propias decisiones?

En Los domingos, Alauda Ruiz de Azúa vuelve a demostrar su enorme talento para escribir (primero) y dirigir (después) sobre los vínculos familiares y sus múltiples naturalezas, sobre los sentimientos que los alimentan y complican, sobre los cauces de las emociones que los acompañan y sobre los prejuicios que los enturbian.

Ainara (impresionante debut de Blanca Soroa) es una joven de diecisiete años con una vida muy similar a la del resto de sus compañeros de colegio, un colegio religioso de los que, de vez en cuando, realiza convivencias o retiros de los alumnos. Comparte con sus amigas algunos gustos musicales, algún ligero escarceo con un chico y la indecisión de una edad en la que uno se enfrenta al fin del colegio y comienza la toma de decisiones sobre qué hacer después: trabajar o estudiar, qué, dónde…

Pero Ainara tiene inclinaciones muy poco habituales en su generación y siente cierta vocación religiosa sobre la que quiere profundizar haciendo un discernimiento de fé con un guía espiritual (un joven sacerdote de su colegio) y viviendo unas semanas con una comunidad de monjas. Con este detonante argumental, Alauda Ruiz de Azúa teje un delicadísimo guion mediante la creación de unos personajes muy bien escritos con los que evita caer en arquetipos o maniqueísmos. Y ahí es donde está uno de los grandes méritos de Ruiz de Azúa, que dirige perfectamente a sus actores, pero no al público. No hay doctrina religiosa ni manipulación antireligiosa, la mirada es limpia. Los espectadores somos interpelados, puestos en conflicto, pero no condicionados aunque, claro está, uno pueda identificarse más o menos con las formas de reaccionar de los demás personajes.

Su padre Iñaki (estupendo y lleno de matices Miguel Garcés), es quizá el personaje más atribulado de la película, por su situación personal, económica y afectiva, y no sabe muy bien cómo manejar la situación debatiéndose entre la comprensión hacia su hija y una autoridad mal entendida. Con la madre ausente, el rol materno de Ainara lo ostenta su tía Maite, hermana de Iñaki, con la que Patricia López Arnáiz crea un personaje complejísimo, probablemente el que más evoluciona a lo largo del film, y con el que vuelve a dar un soberbio recital interpretativo sin caer en ningún recurso fácil. El núcleo familiar se completa con las parejas de ambos hermanos, Pablo (espléndido Juan Minujín) y Estíbaliz, la nueva novia de Iñaki. La abuela (Mabel Rivera) y las dos hermanas pequeñas de Ainara.

En el otro lado de la trama (si esto fuese una cuestión de bandos, que no lo es), destaca la madre priora de la orden, Pilar (Nagore Aramburu) en un prodigioso ejercicio de contención y serenidad interpretativa, acompañada por el resto de religiosas que, talmente, parecen auténticas monjas aunque en realidad sean actrices.

Si por algo destacan todos los personajes es por su tremenda humanidad, sus dudas e inseguridades, y todo es tratado con una enorme sensibilidad por una directora que dirige actores con maestría y sabe muy bien lo que quiere hacer con su guion (interpelar) y lo que no (manipular).

Y en esta interpelación que cada uno puede hacerse como espectador, me pregunto si lo que hemos avanzado en algunos terrenos hemos podido retrocederlo en otros. Hoy existe (existimos) una generación de padres preparada (y dirigida) para aceptar (y respetar, volvemos al comienzo) que sus hijos manifiesten sus diferentes ideologías políticas o concepciones sobre el género o la identidad sexual, pero ¿estamos preparados para aceptar y respetar que en pleno 2025 nuestros hijos opten por el sacerdocio o el monacato femenino? ¿somos capaces de no prejuzgar a toda la comunidad religiosa por los detestables comportamientos de algunos? ¿Se empatizaría tanto tanto con la tía Maite si una reacción tan enconada como la que tiene hacia el final de la película se produjese ante una declaración de homosexualidad en lugar de ante una declaración de fe religiosa? Cuando menos, da para pensar.

Los domingos

9

Puntuación

9.0/10

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