miércoles, diciembre 31, 2025

Las 10 mejores películas de 2025 para Laura Zurita

Balance cinematográfico de 2025 por Laura Zurita:

Cinematográficamente, 2025 ha sido un año de miradas diversas, donde la intimidad convive con lo apocalíptico, la fantasía con el realismo, y la emoción con la reflexión. Un año que confirma que el cine sigue siendo (cuando quiere) un espacio para la belleza, la duda y la memoria.

Fuera de mi top, como siempre, queda una serie de películas que destacan por su calidad y valor técnico y artístico y quiero dedicarles unas palabras. En 13 días, 13 noches, Martin Bourboulon reconstruye un episodio real en medio del caos de la retirada de Afganistán. La película funciona como testimonio del coraje y la dignidad en tiempos oscuros. Por su parte, Gaua, de Paul Urkijo Alijo, despliega una fantasía de atmósfera poderosa. Habría podido situarse entre lo mejor del año si no tropezara con muchos y muy evidentes clichés sobre la Inquisición y la Edad Media, que lastran la autenticidad de su guion.

Hay títulos que parecen hechos para abrazar al espectador. Un “like” de Bob Trevino, de Tracie Laymon, es una de esas películas sencillas y luminosas que hablan de la bondad sin ingenuidad. Comprende al público y, quizá por eso, el público la devuelve con premios y cariño. Warfare: Tiempo de guerra de Alex Garland y Ray Mendoza adopta un tono muy distinto: un acercamiento realista a la guerra, donde el diseño de sonido adquiere una relevancia singular, inmersiva, casi física. Quiero mencionar el drama, tan realista, de Una casa llena de dinamita de Kathryn Bigelow, una película tan desgarradora y honesta como La voz de Hind de Kaouther Ben Hania y la estupenda interpretación de Ethan Hawke en Blue Moon de Richard Linklater. En el terreno documental, la poderosa Valientes de Andrés Garrigó, que tantos prejuicios desmonta y la exquisita ¡Lumière! La aventura continúa de Thierry Frémaux.

Ahora sí, llegamos a mis películas preferidas del 2025. Entre ellas hay obras independientes, de muy bajo presupuesto, de animación, películas de las llamadas de género y, para mi propia sorpresa, hasta una obra musical. Las nombraré en orden inverso, del 10 al 1, sabiendo bien que este orden podría cambiarse, porque todas me parecen  películas espléndidas.

10. Entre las obras más íntimas, Ghostlight, de Kelly O’Sullivan y Alex Thompson, se revela como una pequeña joya. Su modestia formal no le impide dejar una huella profunda. Las interpretaciones, llenas de verdad, recuerdan la solidez de la tradición actoral británica y siguen brillando en mi recuerdo.

9. En el terreno de la animación japonesa, Guardianes de la Noche: Kimetsu no Yaiba – La Fortaleza Infinita de Haruo Sotozaki destaca por su extraordinaria calidad técnica. La fluidez, la profundidad y la carga emocional de la historia nos vinculan de un modo genuino con sus personajes, de manera que la tensión del desenlace no es solo narrativa, sino afectiva.

8. Guillermo del Toro firma con Frankenstein una nueva demostración de talento visual y emocional: su mirada, reconocible y profundamente humana, transforma el mito sin despojarlo de su oscuridad. La dirección de arte, el vestuario y la caracterización de los personajes de esta película son maravillas de talento, creatividad y fantasía, y crean un mundo propio rico, sofisticado y sugerente.

7. 2025 ha sido un año espléndido para el cine de género. Devuélvemela, de Danny y Michael Philippou, es la mejor obra de terror de 2025, destacando por su diseño de personajes, por capacidad de transmitir la angustia de manera casi física y por una interpretación extraordinaria de Sally Hawkins, capaz de dar alma a lo que podría haber sido mero artificio. Merecen menciones especiales: 28 años después, de Danny Boyle, que retoma el pulso del apocalipsis con hallazgos visuales y un joven protagonista que impone su magnetismo; Los pecadores, donde Ryan Coogler arriesga con una mezcla de terror, thriller y musical que sorprende por su organicidad con algunas secuencias musicales que figuran entre las más poderosas del año; y Weapons de Zach Cregger, una película muy conocida y muy bien promocionada que tiene una excelente primera hora, y de no haberse desinflado en su segunda mitad hubiera sido una candidata al top.

6. Alauda Ruiz de Azúa vuelve a demostrar en Los domingos que se puede hablar de asuntos profundos con tacto y respeto. La película aborda un tema delicado con un tacto que desarma: verdad, pudor y sensibilidad conviven en un equilibrio raro y precioso.

5. En Memorias de un caracol, Adam Elliot confirma que la animación artesanal sigue siendo un territorio fértil para narrar el dolor. Es una historia desgarradora, pero teñida de un resplandor de esperanza, sostenida por una voz protagonista que transmite ternura y humanidad sin necesidad de gritar.

4. Better Man, de Michael Gracey, demuestra que todavía es posible renovar un género que algunos consideran desgastado. Fui a verla con expectativas bajas y escaso conocimiento de Robbie Williams, pero la película me conquistó por la hondura emocional de su retrato y la brillantez de sus números musicales (elegantes, precisos, de una puesta en escena casi hipnótica), cuya calidad y relevancia acaban imponiéndose.

3. Muy lejos geográficamente, pero no tanto en sensibilidad, aparece la sorpresa tailandesa Cómo hacerse millonario antes de que muera la abuela, de Pat Boonnitipat. Una historia hermosa, narrada, fotografiada y montada magistralmente, donde las interpretaciones (especialmente la química del nieto con la abuela) se convierten en el verdadero corazón de la película. Nada de estridencias ni violinadas, esta película conmueve con delicadeza.

2. En Flow, Gints Zilbalodis construye un mundo casi suspendido en el tiempo. No necesita palabras: la belleza plástica, la sensación de catástrofe terminal y ese desarrollo enigmático sostienen al espectador en un estado de contemplación. Es cine que confía en la mirada, que invita a habitar y gozar de la intuición y el silencio.

1. Como mi mejor experiencia cinematográfica del año, The Brutalist de Brady Corbet. Se trata de una obra exquisita, una maravilla de creatividad capaz de obtener resultados deslumbrantes a partir de un presupuesto muy modesto. La mirada del director (ambiciosa, rigurosa, profundamente cinematográfica) apuesta por un formato que extrae lo mejor de cada imagen, creando una pieza casi monumental. Adrien Brody, como László Tóth, sostiene el relato con una interpretación de una hondura conmovedora, y Felicity Jones y Guy Pearce lo acompañan con presencias igualmente vibrantes. Es una de esas películas destinadas a destacar en la historia del cine.


 


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