Las críticas de Laura Zurita:
Maleficio (La regla de Osha)
Para ser ascendido en su banda, un joven pandillero es iniciado en un ritual ocultista de Santería por el jefe de su clan. Desde entonces, tanto él como su hermana pequeña son acosados por una entidad sobrenatural. Cuando una trabajadora social toma conocimiento de esta situación, lo arriesgará todo para ayudar a los hermanos a escapar del fatal destino al que parecen estar condenados.
Maleficio (La regla de Osha) está dirigida por Ángel González sobre un guion de él mismo, y Sara Vicente Laguna. El guion se basa en una historia de Ángel González y Paul Mateos. En su reparto encontramos a Mariela Garriga, Felipe Londoño, Édgar Vittorino, Adil Koukouh, Lorea Intxausti Oregi, Blas Polidori, Noakis Salazar, Osmin Lima Espinosa, Laura Arjona y West Dubai. La película se estrena el 3 de octubre de 2025 de la mano de Selecta Visión.
Entre lo sobrenatural y la violencia juvenil
El género de terror en España vive un momento de apertura y experimentación, con propuestas que buscan diferenciarse de los modelos anglosajones y explorar raíces propias. En ese panorama, Maleficio (La regla de Osha) parecía dispuesta a aportar una mirada fresca, integrando la cultura urbana contemporánea y los rituales de la santería como ingredientes inusuales.
Sin embargo, la película se queda en un intento a medio camino. Es una producción con empaque visual, pero sin la coherencia narrativa que le habría permitido destacar en un mercado exigente. Frente a apuestas más sólidas del cine de género nacional, Maleficio (La regla de Osha) termina siendo un título menor, más cercano a la curiosidad que al hallazgo.
En la película, el ascenso dentro de una banda juvenil no se consigue únicamente con violencia o con lealtad ciega. En la película, exige un precio mucho más alto, someterse a un ritual de santería dirigido por el líder del clan. Desde ese instante, las vidas del protagonista y de su hermana pequeña quedan marcadas por una deriva hacia un destino fatal.
Maleficio (La regla de Osha) arranca desde un conflicto íntimo y reconocible, el de un joven atrapado entre la pertenencia a su banda y la obligación de proteger a su hermana menor. Al drama familiar se suma la figura de una trabajadora social, con un pasado difícil, que funciona como contrapunto adulto y humano en un universo dominado por la violencia ritualizada. Sobre el papel, todo apuntaba al choque entre la crudeza de la vida pandillera y las creencias rituales de la santería, envuelto en un relato de terror. Esa combinación de referentes constituye el principal atractivo de la propuesta.
Sin embargo, este fértil potencial para explorar la relación entre drama familiar, violencia y lo sobrenatural deviene una narración dispersa. Los rituales apenas están esbozados, sin la densidad simbólica necesaria para generar misterio o inquietud, y la entidad que debería sostener el miedo carece de reglas claras. Maleficio (La regla de Osha) se conforma con lo evidente y lo previsible, y nunca alcanza la hondura que el tema pedía
Un terror de impacto inmediato, pero sin poso
La banda sonora de Maleficio (La regla de Osha), con aportaciones de West Dubai, Audry Funk, Bronquio y Lérica (su tema «Mi flaquita» se incluye en la película), busca una conexión con la cultura urbana y con espectadores familiarizados con códigos musicales más que con el lenguaje del terror clásico.
El problema es que este enfoque deja poco espacio para la sutileza en Maleficio (La regla de Osha). Los sustos se anticipan, los recursos sonoros se aplican con obviedad y el misterio se diluye en una fórmula demasiado reconocible y subrayado al extremo.
El desequilibrio entre lo sobrenatural y lo humano acaba por eclipsar a los personajes. El joven protagonista y su hermana menor no tienen el desarrollo suficiente para sostenerse más allá del arquetipo, y la trabajadora social, que podría haber sido un ancla dramática, se queda en un apunte del guion de Maleficio (La regla de Osha). El elenco no consigue construir verdadero vínculo emocional con el espectador.
Donde Maleficio (La regla de Osha) encuentra su mayor solidez es en el apartado técnico. La dirección de arte crea escenarios urbanos sórdidos, húmedos y verosímiles, impregnados de una sensación de cansancio y amenaza. El maquillaje y la peluquería dotan a los personajes de un aspecto coherente con el ambiente marginal y refuerzan la atmósfera del relato. Visualmente, la película logra construir un ambiente inquietante, aunque el guion no le acompañe en la misma medida.
Como espectadora, me queda la sensación de que todo estaba ahí —el ambiente urbano, la violencia juvenil, el eco de lo oculto—, pero Maleficio (La regla de Osha) no los consolida. Se queda a medio camino, buscando el impacto fácil antes que la construcción de un miedo que perdure, posiblemente en su búsqueda de la aprobación de un público joven.
En resumen, Maleficio (La regla de Osha) se deja ver y cuenta con ideas atractivas, pero que no logra articularlas en un conjunto sólido. Su fusión entre bandas juveniles y santería parecía abrir un camino nuevo dentro del terror español, pero lo que queda en pantalla es una obra correcta en lo técnico y dispersa en lo narrativo.
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