Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva Hiroshi Teshigahara
Ako (1965)
Ako (Honen Atal Bat / White Morning) es un cortometraje experimental japonés que está dirigido por Hiroshi Teshigahara y escrito por Kôbô Abe. Forma parte de la película colectiva La fleur de l’âge / Les adolescents. El corto captura un día en la vida de Ako, una joven japonesa de 16 años, en casa, en la panadería en la que trabaja y de fiesta con sus amigos en la bolera, el parque de atracciones o en coche. Está protagonizada por Miki Irie, Teruko Hasegawa y Yoko Matsushita. El cortometraje ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2023 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al director.
Un corto independiente integrado en una película colectiva sobre la adolescencia
Ako es una pieza experimental de orfebrería que dura 29 minutos y dónde Hiroshi Teshigahara explora la inquietud adolescente desde una óptica femenina. Este cortometraje de ficción es, en realidad, uno de los cuatro segmentos que forman parte de la película colectiva La fleur de l’âge (Les adolescents) (1964), una curiosa coproducción entre Francia, Italia, Canadá y Japón, que buscaba recrear y comparar el sentir adolescente de jóvenes de distintos países del mundo durante los años 60.
A pesar de las particularidades estilísticas que poseen cada uno de los realizadores que integran la película, todos ellos se acercan a sus chicas protagonistas con el mismo deseo de no juzgarlas sino mostrar un proceso de autodescubrimiento ligado al entorno social de los países en que viven. Además del retrato que hace Teshigahara de Ako (encarnada por Miki Irie), las protagonistas de los otros fragmentos son «Fiammetta» (Micaela Esdra) del italiano Gian Vittorio Baldi, «Geneviève» (Geneviève Bujold) del canadiense Michel Brault, y «Marie-France et Véronique» (Marie France De Chabaneix y Véronique Duval) del francés Jean Rouch. En esta reseña nos ceñiremos únicamente al segmento firmando por el director japonés.
Una mirada a la adolescencia influenciada por la nouvelle vague francesa
La no trama de Ako nos traslada hasta la cosmopolita Japón de posguerra en los años 60, época de crecimiento económico del país y aperturismo hacia Occidente, donde veremos el día a día de un grupo de adolescentes. En la primera escena, el sonido del despertador sobre un fondo negro, ya nos desvela a una protagonista que se moverá en todo momento entre los sueños de juventud y la rutina de la incertidumbre. Teshigahara jugará con lo onírico del estado de duermevela mediante una narrativa compleja en la que cuesta discernir la realidad de la ensoñación. Después de esa primera escena, luego veremos a la chica prepararse para ir a trabajar a una fábrica de pan y cuando termine su jornada laboral pasar el rato con sus amigos. Nada extraordinario, solo pasa la vida.
Lo verdaderamente particular que tiene este cortometraje es la manera de filmar que tiene Teshigahara con la complicidad de Tôru Takemitsu en una banda sonora que dota a las imágenes de un significado mucho más profundo y de tono existencialista.
El blanco y negro de la bellísima fotografía de Yasuhiro Ishimoto, el montaje rupturista y elíptico, o los trucos narrativos ligados a la concepción del sonido, hacen que este trabajo de pequeño formato sea uno de los más claros ejemplos de la conexión existente entre la nouvelle vague francesa y la nūberu bāgu (nueva ola japonesa) que en los años 60 integraron cineastas como Nagisa Oshima, Masahiro Shinoda o Shohei Imamura, un movimiento artístico con el que también puede asociarse tangencialmente a Teshigahara en cuanto a algunos de sus primeros trabajos más experimentales, por ejemplo, es evidente en Ako la influencia del cine francés.
Metáforas y existencialismo
El corto Ako continuará con secuencias que irán alternando el trabajo en la fábrica de pan con algunas salidas que hacen los chicos a una bolera o un parque recreativo mientras de fondo se escuchan voces de adolescentes que no están en escena hablando sobre relaciones de pareja, sexo, matrimonio u otras reflexiones sobre lo que significa el compromiso de hacerse adulto.
Una de esas voces suelta, como quien no quiere la cosa, la frase: «Los sueños matutinos son proféticos; los sueños nocturnos son lo opuesto a la verdad. Quiero ver la secuela de mis sueños». Se nota la mano en el guion del dramaturgo Kôbô Abe, tan afín a la representación de la alienación del individuo en una sociedad kafkiana. La repetición de escenas en la cadena de montaje de la fábrica se convierte entonces en una analogía sobre el ciclo por el que transitan las personas en el engranaje de sus vidas.
Teshigahara centra su cámara en los rostros de los jóvenes para mirar a través de ellos. Se fija en detalles, gestos, miradas, y deja que la agitación adolescente se cuele en pantalla a través de movimientos nerviosos y encuadres accidentados que quedan justificados por el traqueteo de un viejo Pontiac o por el trasiego de las atracciones de feria. La secuencia del coche es precisamente otra metáfora sobre las trabas a las que se enfrenta la existencia humana, el coche se quedará sin gasolina y sufrirá varias averías por el camino, pero los chicos no dejaran de bailar y sonreír.
Noche y día. Sueño y vida
La última secuencia de Ako nos muestra el final de la escapada nocturna y el viaje de regreso con la resaca de un sueño efímero. Una ciudad fantasma se abre de nuevo ante ellos con la imagen de la factoría de pan superponiéndose a una calles vacías en pleno amanecer. El corto nos habla de adolescentes soñando despiertos en un momento vital para todos ellos, tan lleno de posibilidades como de responsabilidades futuras.
Antes de eso asistiremos a una extraña secuencia que deriva el documento sociológico hacia el thriller de suspense cuando la chica protagonista es perseguida por un chico que quiere forzarla a tener sexo con él. El ruido industrial y el humo de una fábrica a lo lejos se interpondrá entre los deseos de ambos que reflejan el distanciamiento de pensamiento existente entre hombres y mujeres en una sociedad patriarcal heredada del viejo tradicionalismo japonés de épocas anteriores. Sin embargo, las lágrimas de decepción de Ako se transformarán luego en una bella sonrisa mientras se escucha de fondo una melodía jazzística al piano, algo que transforma las vivencias de esa noche loca de infortunios en un compendio realista de los sinsabores ligados a la angustia adolescente.
Ako es un cortometraje tan rico en matices que no supondrá un visionado asequible para el espectador debido a las características de experimentación narrativa ya comentadas, pero que, si se tiene la paciencia necesaria, nos propondrá un viaje existencialista por la cotidianidad japonesa de posguerra que está repleto de imágenes hipnóticas que quedarán sólidamente refugiadas en nuestra memoria por mucho tiempo.
¿Qué te ha parecido el cortometraje?