Las crónicas de Laura Zurita:
22 Festival de Sevilla
No es cine todo lo que reluce se ha desplazado hasta el 22 Festival de Sevilla, y queremos compartir nuestras primeras impresiones de películas y series que hemos tenido la oportunidad de ver. Hoy os hablamos de Los colores del tiempo, Todos los lados de la cama y Turno de guardia (Late Shift).

Los colores del tiempo. Las imágenes en la historia
Los colores del tiempo está dirigida por Cédric Klapisch sobre un guion que coescribe con Santiago Amigorena. En su reparto encontramos a Suzanne Lindon, Abraham Wapler, Vincent Macaigne, Julia Piaton, Zinedine Soualem, Paul Kircher, Vassili Schneider, Sara Giraudeau, Cécile de France y Olivier Gourmet. La película se estrena el 14 de noviembre de la mano de Wanda Visión.
Los colores del tiempo pinta con delicadeza la continuidad entre el pasado y el presente a través de la microhistoria familiar, y lo logra jugando con los tonos, las texturas y las resonancias pictóricas. Klapisch se plantea un reto: poner en diálogo la modernidad con el París de fin de siglo, con el nacimiento de la fotografía y del impresionismo y nuestra época. El resultado es brillante, sensible y chispeante, quizás un tanto desigual, pero, la mayor parte del tiempo, conmovedor.
Al comenzar la película, una familia se enfrenta a la herencia de una casa en Normandía. La casa contiene objetos y recuerdos que excitan la curiosidad de varios parientes. A raíz de esto, se cuenta la historia de una antepasada. La narración se desarrolla en varios planos temporales: memorias fragmentarias, cartas, retratos y cuadros que funcionan como pistas. Ese entrelazado de épocas sirve para explorar cómo el arte fija (o desdibuja) la identidad. Al mismo tiempo, la película explora cómo se elaboran las imágenes en distintos periodos de tiempo.
Visualmente, Los colores del tiempo es un placer. La dirección de fotografía traza contrastes precisos entre los tiempos mediante una estética con algo de sueño que recuerda deliberadamente a la pintura impresionista. El arte y la cámara buscan el objeto en su contexto, con estudios de la luz, los interiores, y se emplean distintos tipos de objetivo para diferenciar las épocas, tanto para situarnos en el tiempo como para transmitir la mirada de los artistas.
El diseño de sonido también marca los distintos tiempos, los estados de ánimo y los motivos reiterativos que actúan como hilo emocional. Se incluye una canción original de Pomme que aporta tanto por su belleza y contenido emocional como por cómo conecta los tiempos. Incluso los pequeños sonidos cotidianos marcan la diferencia, desde los cascos de los caballos, los ruidos de los distintos oficios, hasta el ruido del París de hoy en día.
Los colores del tiempo dibuja un dulce retrato de Adèle (Suzanne Lindon) que pasa de la fragilidad al dominio de la vida, mientras su mismo cuerpo se va transformando para mostrar el desarrollo del personaje. Abraham Wapler aporta frescura y casi excentricidad, y Vincent Macaigne es el punto de anclaje de los demás. En conjunto, el reparto trabaja con naturalidad y frescura. El ritmo de la película derrama ocasionalmente de un exceso de escenas puente que no densifican la historia, lo que, junto con el tempo pausado y un guion que cuenta demasiadas historias a la vez, dispersa la atención del espectador.
En conjunto, Los colores del tiempo es una película delicada y bella, con momentos de puro cine, si se le perdonan algunos baches de tiempo y narrativa.

Todos los lados de la cama. Divertida lección
Todos los lados de la cama está dirigida por Samantha López Speranza sobre un guion de Carlos del Hoyo e Irene Bohoyo. En su reparto encontramos a Ernesto Alterio, Pilar Castro, Jan Buxaderas, Lucía Caraballo, Sergio Abelaira, Leire Aguiar, María Esteve, Secun de la Rosa, Natalia Verbeke y Alberto San Juan. La película se estrena el 14 de noviembre de la mano de Walt Disney Studios Motion Picture Spain.
Samantha López Speranza dirige la nueva película de la saga, la que retrata la edad madura de aquella juventud que creyó bailar para siempre. Todos los lados de la cama llega más de veinte años después de que Emilio Martínez-Lázaro convirtiera El otro lado de la cama (2002) en un himno generacional: la comedia musical que celebraba la confusión amorosa de una generación urbana que apenas empezaba a definirse. Aquella película, ligera, contagiosa, deliberadamente vitalista, fue también el retrato de un país que descubría su propia modernidad a ritmo de pop. Tres años después, Los dos lados de la cama (2005) repitió la fórmula con más ironía que ingenuidad, apuntando ya hacia una madurez inevitable, aunque aún con el brillo de la comedia.
Ahora, Todos los lados de la cama apunta a un cierre crepuscular y lúcido: la comedia se ha hecho adulta. El tono cambia, y los personajes ya enfrentan silencios, divorcios y despedidas definitivas. El humor, siempre presente, es sutil y marca, de forma luminosa, el hecho de que el paso del tiempo es inevitable y hasta las revoluciones envejecen. La película es muy divertida, sobre un fondo de discreta melancolía.
La película funciona también como un reencuentro coral (Paz Vega, Pilar Castro, Ernesto Alterio, Guillermo Toledo, Natalia Verbeke) junto a los hijos de aquella generación que bailaba sobre la cama y creía que la libertad sentimental era el punto final de la historia. Pero el mundo cambió, y el director lo sabe: los hijos, educados en un clima de poliamor y camas redondas, empiezan a reclamar límites, moralidad y cierta estructura que sus padres despreciaron. Padres que, a su manera y sin pensar sobre ello, son autoritarios y egoistas, y toman decisiones por sus retoños. Todos los lados de la cama capta ese desplazamiento generacional con ironía y ternura, y muestra que la (in)tolerancia puede tomar formas inusuales.
La película dialoga de manera fecunda con Los domingos (2025), de Alauda Ruiz de Azúa. Aunque desde registros distintos, ambas películas comparten la misma pregunta: ¿Qué fue de aquella generación que creyó haber roto con todo? En Los domingos, los progresistas de ayer se enfrentan a la sorpresa de ver a su hija adolescente tener vocación religiosa. En Todos los lados de la cama, los hijos de quienes cantaban “nada es para siempre” reivindican lo contrario, estabilidad y certezas. El reto es el mismo en ambos casos, aunque expresado con lenguajes distintos. Mientras Ruiz de Azúa opta por un tono íntimo y observacional, López Speranza elige la sátira melancólica. Pero ambas películas muestran que las utopías de los padres han tomado otra forma, y que las nuevas generaciones eligen su propia manera de ser libres, aceptando que toda libertad exige una forma de responsabilidad.
Como divertido y luminoso cierre de trilogía, Todos los lados de la cama muestra a una generación que debe enfrentarse al cambio y aceptar que la música continúa, pero con otras canciones.

Turno de guardia (Late Shift). La noche interminable de quienes cuidan
Turno de guardia (Late Shift) está escrita y dirigida por Petra Biondina Volpe y protagonizada por Leonie Benesch.
La directora observa con calma lo que el cine tiende a omitir: el agotamiento, la repetición y la soledad de quienes sostienen el mundo sin ser reconocidos. En este caso, una enfermera en un hospital suizo, en el turno de noche, se enfrenta a la escasez de personal con entereza y algo de resignación. Floria (¡qué gran actriz es Leonie Benesch!), es una mujer común que quiere hacer bien su trabajo. Turno de guardia (Late Shift) la sigue en un remedo de tiempo real, desde que comienza su guardia hasta el amanecer.
La película no busca dramas ni excepciones, sino un día como tantos otros, en que la prisa y la urgencia se han convertido en la normalidad. Casi todo transcurre en la planta de un hospital, un espacio reducido y lleno de recovecos. Tenemos planos largos, una profundidad de campo reducida y planos secuencia en un espacio casi asfixiante. La iluminación es fría, casi siempre escasa, lo que incomoda y desespera.
El montaje sigue a la protagonista durante el turno sin que las elipsis sirvan de alivio; el espectador comparte la fatiga y la ansiedad. El tiempo es el que es, presiona constantemente, y se siente que cada tarea es una elección, lo que se muestra con claridad en un momento dramático, sin concesiones, tan callado y discreto como el resto de la película.
El guion está muy bien construido, transmite su mensaje de forma clara, pero sin peroratas. Cada omisión del sistema sanitario se refleja en los gestos de Floria, en su cuerpo que aguanta. Los protocolos tienen su sentido y se los respeta, pero se sienten como una carga cuando se enfrentan a una situación de urgencia. Turno de guardia (Late Shift) se atreve a mostrar la normalidad como opresión, reflejando a profesionales honestos que se enfrentan a una crisis casi constante.
La música da forma a la película y refuerza su personalidad. Acompaña con discreción: notas breves, casi funcionales, que amplifican la vulnerabilidad del entorno. Mientras las imágenes de Turno de guardia (Late Shift) muestran gestos normales y prácticos, la música toma formas de películas de tensión e incluso de miedo. De esta forma, la realidad adquiere sensación de amenaza, y sabemos que estamos hablando de profesionales que se enfrentan a situaciones de vida o muerte.
Leonie Benesch está casi siempre en plano y trabaja con gestos contenidos, usando la profesionalidad como una máscara. Es honesta, trabajadora y empática, pero vemos cómo el cansancio la va minando. Su actuación, impecable, hace que nos olvidemos de que está actuando, pues no busca la cámara ni la fotogenia, sino la verdad. Volpe trabaja con sensibilidad, sin dramatismo. La cámara mira y refleja; se trata de mostrar los detalles en lugar de los grandes gestos.
Turno de guardia (Late Shift) no es un drama hospitalario típico, sino que trabaja con una conciencia aguda de lo que implica sostener el mundo cuando nadie mira. Su heroína no triunfa ni fracasa: simplemente trabaja. Turno de guardia (Late Shift) es una obra sobria y discreta, un recordatorio de que los héroes de todos los días pueden tener ojeras y uniforme.
Crónicas realizadas durante el 22 Festival de Sevilla.

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