Las críticas de Daniel Farriol:
La mano que mece la cuna
La mano que mece la cuna (The Hand That Rocks the Cradle) es un thriller estadounidense que está dirigido por Michelle Garza (Huesera), bajo un guion escrito por Micah Bloomberg, inspirándose en los personajes creados por Amanda Silver. Una madre de familia acomodada contrata a Polly Murphy como niñera, pero pronto descubre que esta mujer no es quien dice ser.
Está protagonizada por Mary Elizabeth Winstead, Maika Monroe, Raúl Castillo y Martin Starr. La película se estrenó internacionalmente en Hulu el 22 de octubre 2025 y en España en Disney+ el 19 de noviembre de 2025, sin pasar por salas de cine.

Rehacer una película mítica de los 90
En 1992, La mano que mece la cuna de Curtis Hanson, se convirtió en un thriller referencial típicamente noventero que fue imitado en infinidad de veces en telefilms de baja estofa manoseando hasta el hastío la premisa de la niñera psicópata. 33 años después, la mexicana Michelle Garza, se atreve a reformular la historia, respetando el material original, pero actualizando muchos conceptos sociales y culturales a nuestra vida actual, con especial atención a la maternidad y la salud mental. El resultado es una intriga juguetona y entretenida que sustenta su mayor atractivo en el duelo femenino principal entre Mary Elizabeth Winstead y Maika Monroe, sustituyendo respectivamente a Annabella Sciorra y Rebecca De Mornay, aunque no logra trascender más allá.
A priori, la trama principal es la misma: una mujer contrata a una niñera para que le ayude con la crianza de sus dos hijos, pero la cuidadora esconde un oscuro secreto tras su apariencia perfecta. Hasta ahí ambas películas son iguales, son los matices en la descripción de los personajes y la evolución de la historia donde se introducen los cambios que las diferencian. Para empezar, la presencia tras las cámaras de una mexicana afincada en Estados Unidos, le hace incorporar el concepto de multiculturalidad, el marido es mexicano y las hijas mestizas, hay algún diálogo en español y escenas donde aparecen signos culturales de su país como el juego de la piñata. Esto ofrece un contexto interesante en el que nunca se profundiza, más bien parece un capricho de la directora que algo motivado por el guion.

Clasismo, salud mental y sexualidad reprimida
Otro aspecto que se potencia en este remake son las reflexiones acerca de las diferencias de clase. La familia Morales es de clase media-alta y tienen ciertos comportamientos de condescendencia disfrazados de solidaridad altruista respecto a su relación con Polly Murphy, la niñera de clase baja. Esto funcionaba mejor, por ejemplo, en Nanny (Nikyatu Jusu, 2022), donde se retrata el lado oscuro del sueño americano para una niñera de origen africano que entra a trabajar en una casa Upper East Side de Nueva York. En La mano que mece la cuna el clasismo queda bastante más desdibujado por la propia actitud contradictoria de los personajes.
Donde sí hace hincapié la película con más intensidad es en la salud mental. Caitlin y Polly son dos caras de la misma moneda que comparten traumas y vivencias dolorosas, la línea que las separa es mucho más delgada que en la película original. Por suerte, Caitlin es un personaje complejo, con matices, y un arco evolutivo interesante, es humanamente imperfecta. El personaje de Polly es más básico, por decirlo de alguna manera, una mujer vengativa que utiliza una identidad falsa para desestabilizar la tranquilidad de una familia y sustituir con malas artes el lugar que ocupa la madre-esposa. Las dos mantendrán una relación que pasará por distintas fases, desde la amistad, dependencia y atracción, hasta la envidia, la crueldad y el odio. En esa partida de ajedrez solo puede quedar una reina en el tablero.
Por contra, el personaje del marido, Miguel Morales (Raúl Castillo), resulta casi un estorbo. La decisión en el nuevo guion de eliminar las connotaciones sexuales que tenía la relación de la niñera con él acaban por convertirlo en un testigo impasible de la situación que ni interviene ni se entera de nada. Tampoco se explota la sugerencia de un pasado lésbico en Caitlin que incluso asiste con curiosidad voyeur a las relaciones sexuales que mantiene la niñera con una amiga, un momento más propio de los thrillers eróticos ochenteros que aquí queda completamente desconectado del resto de la trama. Daba más juego esa atracción fatal entre ambas (el masaje-estrangulación, el regalo del vestido, etc).

Dos mujeres frente a un espejo
Tanto el aspecto sexual soterrado como la puesta en escena de la película parecen supeditados a un producto generalista creado directamente para plataformas de TV. Una lástima, porque a nivel visual Michelle Garza deja breves destellos de lo que podría haber hecho con más libertad. En especial destaca el juego metafórico de espejos que utiliza para describir las identidades fragmentadas de sus dos protagonistas, algo que también puede entenderse como un espejo generacional que resalte las diferencias conceptuales entre las versiones de 1992 y de 2025 de una misma historia de partida. Por algo y no por casualidad, suena en los créditos finales la canción «I’ll Be Your Mirror» de The Velvet Underground.
En definitiva, La mano que mece la cuna de 2025, es un thriller cocinado a fuego lento, que se recrea en la complejidad humana más que en el terror puro, con muchos apuntes sociales de interés que no encuentran la profundidad necesaria durante su desarrollo. Se trata de un remake sólido y con cierto empaque que actualiza algunos de los códigos más controvertidos que contenía la película original, pero sin echar toda la carne en el asador. Su interés no decae en ningún momento aunque no trasciende al original, siendo su mayor virtud el duelo interpretativo entre sus dos protagonistas femeninas.

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