Las críticas de Laura Zurita:
Romería
Marina, una joven de 18 años, viaja a Vigo en 2004 para encontrarse por primera vez con la familia de su padre biológico, fallecido por sida. Guiada por el diario de su madre, emprende un viaje emocional para reconstruir la historia de sus padres frente a la vergüenza, el silencio y el estigma que aún pesa sobre su linaje.
Romería está escrita y dirigida por Carla Simón e interpretada por Llúcia García (Marina), acompañada por Mitch, Tristán Ulloa, Miryam Gallego, Sara Casasnovas y José Ángel Egido, entre otros. La película se estrena en España el 5 de septiembre de 2025 de la mano de Elástica Films.

La memoria que se reconstruye
Si algo caracteriza la obra de Carla Simón es su capacidad para narrar a través de la mirada de la infancia y la juventud. Verano 1993 (2017) condensaba el desconcierto de una niña frente a la pérdida, Alcarràs (2022) capturaba el fin de una forma de vida y la disolución de la comunidad. Con Romería, Simón completa un tríptico profundamente personal: el dolor de la orfandad se transforma en la necesidad de descubrir la verdad, no solo para reconciliarse con la memoria de los padres, sino también para redefinir la propia identidad.
Romería cierra con solidez la “trilogía familiar” de Simón. En Marina, una protagonista que podría ser una versión adolescente de la niña de Verano 1993, se inicia una búsqueda que ilumina la figura de sus padres, entre la memoria y el deseo de reconstrucción de una identidad que pronto descubrirá que no conoce. La protagonista de Romería navega entre la negación familiar, el rencor y la esperanza. Su avance, lleno de idas y venidas, resuena con familiares que vivieron esos episodios y le ofrecen versiones a veces borrosas, a veces contradictorias, dibujando una verdad elusiva e incompleta. Junto con Marina, el espectador presencia los gestos, las frases inconclusas, las cárceles emocionales de quienes sobrevivieron a sus padres.
La película está rodada en Vigo, con una puesta en escena que imbuye al espectador en las experiencias de Marina. Esta mirada principal se complementa con las ensoñaciones de la muchacha, en las que lo real se mezcla con lo onírico (escenas de tono lírico con flashbacks en Super-8). Romería explora el estigma del sida y la adicción, y el disimulo que rodeaba a estos temas en la España de aquellos años. Muestra cómo la verdad emerge de manera dolorosa, a través de pruebas burocráticas incompletas, de cartas, de gestos. Visualmente, Romería tiene una fuerte carga poética, intensa y personal, y Simón, fiel a su estilo, la hace crecer y madurar, creando una narración de una verdad social a través de una búsqueda personal.
Lirismo sutil y elegante
Romería es conmovedora, cercana, con un lirismo sutil y elegante que llega al corazón del espectador. De hecho, pierde intensidad y ritmo cuando la película se aleja de Marina para explorar un mundo del pasado, que no se siente real ni relevante.
El peso de Romería recae en la interpretación de Llúcia García como Marina. La actriz aporta una naturalidad a Marina que resulta conmovedora. Es una observadora paciente, pero firme, que se debate entre la necesidad de saber y el deseo de que lo que descubre no la traicione. Marina busca en los silencios familiares las respuestas que confirmen lo que cree, y descubre que la realidad es compleja y la verdad, muy testaruda, y esa revelación contribuye a su camino a la madurez. A su lado, Mitch interpreta a Nuno, el primo que se convierte en confidente y cómplice, con una afinidad complicada por las circunstancias.
Los secundarios de Romería, todos a la altura de la historia, no funcionan como meros acompañantes, sino como piezas de un mosaico que es un enigma. Son un grupo familiar unido a pesar de todo, con una solidaridad que se revela en los detalles. José Ángel Egido y Marina Troncoso, abuelos severos y siempre dueños de sí, representan un afecto seco y distante, envuelto en silencio. Tristán Ulloa dota a su personaje de un tío que quiso y aún quiere aportar cercanía, pero se ve encerrado en la dinámica familiar. Miryam Gallego y Sara Casasnovas aportan voces disonantes, ellos han elegido alejarse del núcleo familiar, por lo que están menos encerrados en el silencio y el disimulo.
Romería cierra con solidez la trilogía familiar de Carla Simón, transformando la orfandad en un viaje hacia la verdad y la identidad. A través de Marina, una protagonista vulnerable y luminosa, la directora explora la memoria y el silencio, el estigma y la ternura. Con interpretaciones de gran autenticidad y un lirismo visual que une lo íntimo y lo social, Simón entrega una obra madura, poética y profundamente conmovedora, la mejor de las suyas hasta la fecha.
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