Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Sección Oficial
Ballad of a Small Player (Maldita suerte)
El realizador alemán Edward Berger repite en la sección oficial del Festival de San Sebastián, por segundo año consecutivo, tras la buena acogida de la pasada edición con Cónclave, film que posteriormente tendría una exitosa carrera comercial y multitud de premios incluyendo un Óscar, un Globo de Oro y varios BAFTA a pesar de marcharse de vacío del festival donostiarra.
Pero qué diferentes sensaciones ha dejado esta nueva película, Ballad of a Small Player, que se titulará Maldita suerte en España. Lo que en Cónclave era estimulante y provocador, aquí se torna artificioso y rutinario. Sí, me refiero básicamente al guion. Y desde ahí… a todo lo demás.
Ballad of a Small Player nos cuenta la enésima historia de un tahúr, un jugador compulsivo interpretado por Colin Farrell que no es más que un estafador de origen irlandés con ínfulas de aristócrata (de hecho se hace llamar Lord Doyle) que se ha refugiado en Macao huyendo de sus asfixiantes deudas para, alojado en un lujosísimo hotel, dedicarse a vivir y a jugar compulsivamente tratando de recuperar la suerte que, alguna vez, debieron darle sus guantes.
Una vez allí, comenzará a sentir la presión de sus acreedores empezando por la creciente cuenta del hotel y terminando por una extraña mujer, aparentemente una detective privada que le ha buscado por medio mundo hasta encontrarle, por fin, en Macao con la que Tilda Swinton hace, una vez más, de Tilda Swinton. Un personaje poco o nada matizado construido a base de clichés y recursos facilones, más apoyados en una caracterización peculiar y el archiconocido aspecto enigmático de la actriz que en interpretación genuina. Tampoco Colin Farrell tiene ante sí el papel de su carrera, aunque cumple con solvencia la creación de este hombre atribulado, atormentado y atrapado en una existencia tan vacía que ni siquiera le permite sentir el peligro constante bajo el que vive.
El conjunto se completa con un tercer personaje, Dao Ming (Fala Chen), una mujer misteriosa que trabaja en el Casino, que es presentada con deliberada ambigüedad y cuyo arco narrativo no termina de encajar en un guion manifiestamente torpe. Se supone que su personaje ejerce cierta fascinación en Lord Doyle (o que ambos se fascinan mutuamente) y que emprenden una huida hacia adelante a través de una deriva argumental que emparenta con el cine fantástico o, incluso, espiritual.
Pero, nuevamente, el problema es que no hay sofisticación narrativa en el libreto de Rowan Joffe adaptando la novela homónima del escritor británico Lawrence Osborne. Aunque se conservan las hechuras de thriller psicológico y se adivinan ciertas intenciones de contar, además, una historia de fantasmas, el relato discurre, en ocasiones, de manera demasiado atropellado y, en otras, se abandona a secuencias cadenciosas que, lejos de darle al film algo de introspección, lastran un ritmo que, aunque artificioso, por lo menos podría hacer funcionar a la película como entretenimiento de acción.
El resultado es que ni una cosa ni otra, ni la película es lo suficientemente entretenida y trepidante como para aceptarla como un divertimento, ni el argumento está lo suficientemente bien desarrollado como para conformarnos con qué nos cuenten una buena historia ni, mucho menos, tiene la suficiente carga de profundidad reflexiva o ética como para tomárnosla en serio. Ballad o a Small Player es, más bien, un film de consumo rápido que encontrará su lugar en la plataforma televisiva por la que ha sido producido. Es una lástima, porque cabía esperar mucho más del director de la ya citada Cónclave y de Sin novedad en el frente.
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.