Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 72 SSIFF:
Sección Oficial
Cónclave
Tras su atronador éxito con su anterior película Sin novedad en el frente (incluidos cuatro Oscar, siete BAFTA e innumerables premios más) el realizador Edward Berger se pone al frente de esta producción británica de historia-ficción y marcado carácter internacional, con un reparto estelar y una puesta en escena abiertamente ambiciosa.
Cónclave es el explícito título de este film que hace referencia al asunto principal de la película: la celebración de un cónclave cardenalicio que, tras las pertinentes deliberaciones y votaciones, conduzca a la elección de un nuevo Papa tras la inesperada muerte del Sumo Pontífice. El juego entre ficción y realidad está presente a lo largo de todo el film, pues no se hace referencia a que el Papa que fallece sea el actual o alguno de los más recientes, sin embargo, a lo largo de la película se harán alusiones, unas más veladas y otras más explícitas, a algunos de los Papas que han ocupado la Santa Sede a lo largo de la historia.
Y acaso lo primero que hay que decir (o advertir) es, precisamente, que a pesar de que el film comienza con un sobrio y en apariencia serio y riguroso planteamiento, Cónclave está más emparentado con el Habemus Papam de Nanni Moretti (2011) que con un film de corte clásico como Las sandalias del pescador (Michael Anderson, 1968). Lo que ocurre es que Berger estira demasiado el planteamiento y va desvelando, muy poco a poco, que sus intenciones apuntan más hacia la farsa, lo cual puede pillar a muchos espectadores con el pie cambiado y no acabar de encajar los rocambolescos giros a los que somete a un guion basado en la novela homónima de Robert Harris publicada en 2016.
El camarlengo (cardenal ocupado de dirigir el cónclave aunque en el film se le llama secretario) es el cardenal Thomas Lawrence interpretado por un soberbio Ralph Fiennes, un hombre atormentado con crisis de fe y que trata de contener las intrigas políticas y los egos de los cardenales que se postulan como favoritos para ocupar el trono de San Pedro. Así se presentan una serie de personajes un tanto arquetípicos pero todos interpretados por magníficos actores: Stanley Tucci como el cardenal Aldo Bellini (el más liberal y aperturista), Sergio Castellitto como el cardenal Tedesco (representante del sector más conservador de la Iglesia que incluso aboga por volver a la liturgia en latín), John Lithgow como el intrigante cardenal Tremblay, Lucian Msamati como el cardenal Adeyemi (representante de la iglesia católica africana) y Carlos Diehz como el cardenal Benítez cuya existencia nadie conocía al haber sido nombrado en secreto para protegerle por ejercer su prelado en un lugar tan peligroso para un cardenal católico como Afganistán.
El estelar reparto se completa con una estupenda Isabella Rossellini como la hermana Agnes, al cargo de las monjas que se dedican ¿cómo no? a servir a los cardenales durante el cónclave.
Edward Berger rueda con buen pulso y tensión dramática, a ritmo de thriller político, una trama urdida a base de golpes de efecto de los que como es lógico no debe decirse nada salvo que, algunos de ellos, resultan inoportunamente cómicos de puro forzados. Sin embargo, es incuestionable que Cónclave es una película entretenidísima, vibrante, divertida a ratos y protagonizada por un reparto muy brillante en el que sobresale un Ralph Fiennes soberbio.
Lo peor de la película, con mucha diferencia, es la machacona, invasiva y desagradable banda sonora de Volker Bertelmann que repite la misma fórmula que inexplicablemente le hizo conseguir el Óscar por Sin novedad en el frente imponiéndose a Justin Hurwitz, Carter Burnwell o el mismísimo John Williams por partituras mucho más talentosas. Pero pretender entender cierta lógica en los Óscar de las dos categorías musicales solo puede conducir al desaliento.