Las críticas de Daniel Farriol en el 76 Festival de Locarno:
La Morsure (Bitten)
La Morsure (Bitten) es una drama francés con elementos fantásticos que está escrito y dirigido por Romain de Saint-Blanquat. La historia sigue a una adolescente de una escuela secundaria católica que está convencida de que solo le queda una noche antes de morir, por lo que escapa con su mejor amiga para asistir a una fiesta de disfraces y vivir esa noche como si fuera la última. Está protagonizada por Léonie Dahan-Lamort, Lilith Grasmug, Fred Blin, Cyril Metzger y Maxime Rohart. La película ha podido verse en la Sección Cineasti del presente del Locarno Film Festival 2023.
La última noche
La Morsure (Bitten) es un atmosférico drama iniciático que sorprende por su estética setentera y por la inteligente forma que tiene al manejar los códigos del cine de género para hablar de la angustia adolescente. La historia nos sitúa en el año 1967, justo un año antes de las protestas estudiantiles en el Mayo francés, concretamente en la noche de «Mardi Gras», el carnaval que se celebra en Francia la víspera del Miércoles de Ceniza. Todo ese contexto es muy importante para entender las motivaciones internas de los personajes.
Françoise (Léonie Dahan-Lamort) y Delphine (Lilith Grasmug), son dos adolescentes que estudian en un internado católico, son amigas íntimas aunque no pueden ser más distintas entre ellas. Françoise es caótica, irracional, rebelde… mientras que Delphine es ordenada, cauta, madura… Son dos polos opuestos que se complementan, se necesitan la una a la otra para poder resistir una vida en el convento que ni desean ni han elegido y que constriñe a sus jóvenes cuerpos en plena ebullición transformadora.
Françoise tiene una terrible pesadilla donde se ve a sí misma muriendo en un incendio, algo que se nos muestra mediante fogonazos rápidos de imágenes aleatorias a modo de flashforward. A partir de entonces quedará convencida de ello, el péndulo con el que adivina el futuro así se lo ha corroborado, de manera que esa noche sentirá la necesidad de escaparse del convento y acudir a una fiesta de disfraces para disfrutarla como si no existiese un mañana. Su amiga Delphine no comparte esas ideas premonitorias, pero decidirá acompañarla.
Un coming of age con ambientación de terror setentero
La Morsure (Bitten) adopta desde el inicio las texturas de un cuento gótico y, como tal, la envolvente fotografía creada por Martin Roux nos atrapa en un universo nocturno y granulado que remite al terror de los años 60/70 mediante un uso expresionista de los claroscuros, pero bajo un filtro estilizado de tonos azulados que otorga a las imágenes cierto erotismo latente más ligado a la fantasía oscura de Jean Rollin o la exploitation feminista de The Velvet Vampire (Stephanie Rothman, 1971) que a la carnalidad salvaje que derrochaban los chupasangres de Jess Franco o la Hammer.
Sin embargo, más allá de esas consideraciones estéticas, La Morsure (Bitten) es en su esencia básica un coming of age sobre el despertar sexual, el abismo adolescente y el fin de la inocencia. La protagonista transita por sus miedos e incertidumbres conectando sus creencias sobrenaturales con un existencialismo nihilista que le hace renegar de la fe cristiana, aunque en realidad las contradicciones emocionales que le asaltan son similares a las de cualquier persona de su edad. La habilidad de esta ópera prima de Romain de Saint-Blanquat es mantener una tensión constante ante lo desconocido, adoptando para ello el punto de vista de la protagonista y convirtiendo sus profecías en posibilidades reales que acechan desde la oscuridad de una noche eterna que cambiará a las dos protagonistas para siempre.
Todo eso convierte a la película en una combinación realmente sugestiva entre drama adolescente y terror de vampiros que nada tiene que ver con sagas románticas de similar temática. Para que nos entendamos, La Morsure (Bitten) es tan elegante en su acercamiento a la intimidad de los personajes que parece una película de género filmada por un cineasta de la nouvelle vague, incluso el porte y el rostro de la fascinante Léonie Dahan-Lamort la mimetizan con las musas de aquel movimiento artístico.
Explorando los miedos desde la rebeldía adolescente
La iconografía religiosa y el significado litúrgico del Miércoles de Ceniza, un día para el arrepentimiento y la purificación que da comienzo a la Cuaresma, es un marco ideal para dotar de mayor profundidad la historia de esas chicas rebelándose contra un destino que otros han escrito para ellas. La ceniza simboliza la muerte, pero también puede verse como la transformación espiritual si lo llevamos al terreno esotérico por donde se mueve la protagonista, de hecho ese es el significado que adquiere en las cartas del Tarot.
En ese sentido, no es un capricho la alegórica huida del convento donde Françoise utiliza una pequeña estatua de la Virgen María para romper la ventana y atravesar cual Alicia de Carroll al «otro mundo», no sin antes rociar todos los elementos religiosos de la estancia con pintura roja (color de la sangre que evoca igualmente a la sexualidad femenina). Y es que la noche en La Morsure (Bitten) es el tránsito hacia un amanecer de libertad y madurez que conecta las experiencias vitales de las chicas con el contexto sociológico antes mencionado.
La imprudencia adolescente de la protagonista le llevará a confrontar diversas situaciones de riesgo como subirse al coche de un desconocido (en realidad un coche robado) con el misterioso Maurice (Fred Blin), acercarse a un grupo de macarras para pedirles un cigarrillo o confraternizar con un chico solitario, Christophe (Maxime Rohart), que asegura ser un vampiro. Esto se entiende porque Françoise es alguien que se encuentra explorando sus miedos en una época de cambios (sociales e internos) que definirá su personalidad en los años venideros.
Mordisqueando la vida
Aunque La Morsure (Bitten) tiene un evidente enfoque feminista, es interesante como se conforman las distintas relaciones de la protagonista con los personajes masculinos que le rodean y cómo cada uno de ellos aporta un simbolismo distinto a la personalidad de la chica. No es algo que resulte evidente en la historia, por eso a veces puede parecer más banal de lo que realmente es. Entiendo esto como un acierto en la sutil narrativa de Romain de Saint-Blanquat que provoca al espectador para que se involucre rellenando algunos huecos.
Maurice es un hombre adulto que representa el tiempo irrecuperable, alguien que perdió sus ansías de rebeldía y ahora se dedica a beber solo en los bares. Su trágico final nos invita a reflexionar sobre lo efímero de la existencia y la necesidad de experimentar emociones antes de que sea demasiado tarde. Daniel (Cyril Metzger), el guaperas que prefiere a su amiga Delphine, es la decepción inherente a cualquier vida adulta donde todos los objetivos no son alcanzables. Christophe, el vampiro, nos lleva a entender mejor el comportamiento inestable de la chica, a veces arisca y antipática. El vampirismo es la inmortalidad anhelada (trascender en la vida) asociada al sentimiento típicamente adolescente de no pertenencia (no encontrar tu lugar entre los demás, no saber qué hacer en el futuro, la incomodidad con el propio cuerpo…).
Llegados a ese punto, poco importa si la parte sobrenatural es real o solo una excusa para rellenar el relato. Por eso la posible sensación de insatisfacción ante un final abierto con demasiados interrogantes no es más que un recordatorio del propio viaje interior de la protagonista al llegar a un cambio de etapa. La Morsure (Bitten) es, pues, un filme de apariencia simple, casi trivial, con más miga de lo que aparenta y que, además, propone una absorbente experiencia visual con alma setentera mediante alucinantes imágenes extraídas del fantástico europeo clásico.
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