sábado, febrero 24, 2024

Ciclo David Lynch: Crítica de ‘Inland Empire’ (2006)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo David Lynch
Inland Empire (2006)

Inland Empire es un thriller surrealista escrito y dirigido por David Lynch. La historia muestra como la percepción de la realidad de una actriz se va distorsionando cada vez más. Al mismo tiempo descubre que, quizá, se está enamorando de su partenaire en un remake de un filme polaco inconcluso y supuestamente maldito. Está protagonizada por Laura Dern, Justin Theroux, Harry Dean Stanton, Grace Zabriskie, Jeremy Irons, Diane Ladd, William H. Macy, Julia Ormond, Karolina Gruszka, Mary Steenburgen, Laura Elena Harring, Nastassja Kinski y Naomi Watts.

La facilidad del vídeo digital para grabar

Inland Empire es el décimo y último largometraje rodado por David Lynch hasta la fecha, ya que la noticia de su rodaje secreto anunciado por la Revista Variety este 2022 resultó ser falsa. Nueve años después de Carretera perdida (1997) y cinco años después de Mulholland Drive (2001), el director finalizó su trilogía sobre Los Ángeles con la obra más hermética, libérrima e intangible desde sus inicios como cortometrajista. Sin la posibilidad de encontrar productores que quisieran arriesgar su dinero en películas tan al margen del cine generalista, el director abrió en 2001 una página web donde iba colgando experimentos visuales, cortos y predicciones meteorológicas que se convirtieron en todo un acontecimiento mediático en redes.

Inland Empire, en principio, no iba a ser una película sino una serie de pruebas que el director comenzó a hacer con una pequeña cámara digital que le permitía trabajar sus ideas sin depender de nadie y sin que le resultase nada costoso. Con la ayuda de su amiga y actriz fetiche, Laura Dern, rodó algunas escenas sueltas (la primera fue el monólogo ante el psiquiatra) en busca de esa experimentación con una imagen digital que ofrecía texturas y características distintas al celuloide de 35mm. Poco a poco, esas escenas independientes fueron entrelazándose hasta configurar una historia con cierta coherencia interna que se convertiría en una película, aunque hay que advertir que se tratará de una experiencia tremendamente frustrante si pretendes entender todo lo que acontece en el filme.

Intentando descifrar una sinopsis imposible

¿De qué trata Inland Empire? A grandes rasgos nos lleva a los entresijos del rodaje de una película de Hollywood titulada «Flotando en los tristes mañanas» que resulta ser un remake de una antigua película polaca inacabada que se considera maldita tras haber muerto asesinados los dos protagonistas. El director Kingsley Stewart (Jeremy Irons) es el encargado de filmar la nueva versión que cuenta con Nikki Grace (Laura Dern) y Devon Berk (Justin Theroux) como nuevas estrellas, teniendo conocimiento los actores de esa leyenda negra poco después.

Sin embargo, al poco de iniciarse los ensayos y rodar las primeras secuencias, Nikki tendrá una especie de conexión esotérica con el texto que le llevará a distorsionar lo qué es real de lo que tan solo forma parte del guion, en especial, respecto a la evolución de la relación sentimental con su pareja en escena que podría ocasionarles problemas a ambos con sus respectivas parejas reales. Y no solo eso, la imaginación le transportará al propio rodaje de la película polaca maldita donde ella se transformará en Susan Blue y Devon en Billy Side, que fueron quienes protagonizaban esa primera versión, viviendo en sus carnes las experiencias de aquellos. La percepción de realidad en la actriz se irá distorsionando de tal manera que será incapaz de distinguir quién es ella (actriz o personaje) y en qué momento está viviendo su vida o rodando la película.

A vueltas con las identidades paralelas

La premisa argumental de Inland Empire no puede ser más sugerente y nos lleva a una nueva exploración del doppelgänger y la transmutación de identidades que Lynch ya había abordado con éxito en Carretera perdida, a través de la mente del saxofonista Fred Madison, y en Mulholland Drive, a través de la actriz Diane Selwyn, acuñando de la psiquiatría aquel famoso término de fuga psicogénica que daba una explicación a lo que acontecía.

En esta tercera parte de la trilogía lleva todo eso un pasito aún más lejos, ya que Nikki Grace no inventa una realidad paralela para disfrazar lo que sucede en su vida sino que en su cabeza se mezclan las distintas dimensiones en un proceso doloroso y destructivo, pero necesario para alcanzar la liberación final que podemos vislumbrar en la escena de los disparos donde todas esas dimensiones confluyen en un solo rostro (una de las imágenes más terroríficas vistas en los últimos años que ilustra este artículo).

Lynch, al igual que en Mulholland Drive, ambienta la película en un Hollywood decadente donde las prostitutas y vagabundos acampan junto al turístico Paseo de la Fama de Hollywood Boulevard y Vine Street. En esta ocasión, deja de lado los tejemanejes en las reuniones de producción o las conexiones con la mafia, es una mirada menos sarcástica, pero también nos permite acercarnos a aquello del «cine dentro del cine» como puerta de entrada a un mundo de sueños y pesadillas que vincula las imágenes de una pantalla a nuestro propio subconsciente (la chica perdida que mira un televisor, Nikki viendo en un cine una escena rodada por ella misma que creía era real…). El llevar a un mismo plano emocional interrelacionado a cineastas, actores y espectadores, es decir, una película como organismo vivo, es una idea que ya está presente en formato de miniatura en su corto Absurda (2007).

Cine urgente con fallos

Sin embargo, lo que tan bien funcionaba en sus dos predecesoras no lo hace tanto en esta inabarcable y confusa Inland Empire. El director se olvida de cualquier tipo de estilización en la imagen y se decanta por una experimentación visual que afea de forma consciente lo que muestra mediante multitud de primeros planos con efecto «ojo de pez», algo que ya había probado en el corto Darkened Room (2002). Planos angulares deformando los rostros de los actores para crear una sensación ingrávida y alucinada de un texto que se bifurca por caminos insondables que acaban volviéndose muy farragosos en la parte central del relato.

Los desenfoques de cámara y algunos problemas de sonido se integran como parte de la experiencia audiovisual, pero no siempre me parecen justificables cuando no tienen un sentido dramático concreto. Resulta muy molesto y, por momentos, origina una atmósfera de amateurismo que nada tiene que ver con hacer «cine de guerrilla» basado en la improvisación.

Aún así, bajo el efecto fantasmagórico y ofuscado del cine urgente, Lynch vuelve a regalarnos secuencias alucinadas tan inolvidables como la de Nikki Grace siendo apuñalada en la calle. La vemos agonizando y muriendo junto a dos vagabundos impasibles, descubriéndonos después que una cámara lo está filmando todo porque en realidad forma parte de la película que están rodando, aunque la propia actriz y nosotros mismos estábamos convencidos que había sucedido de verdad. Tampoco podemos olvidarnos de los fragmentos de esa inquietante sitcom con risas enlatadas protagonizada por un trío de conejos antropomórficos que hasta tiene serie propia en internet, Rabbits (2002).

La paranoia surrealista definitiva

Inland Empire es un rompecabezas del que nos alejamos más cuanto más cerca creemos estar de colocar la piezas de forma correcta. Por eso Nikki puede estar en dos dimensiones a la vez como sucede en la escena del ensayo, al igual que Fred Madison podía llamar al interfono estando él mismo dentro de su casa o Betty/Diane podía ver su cadáver sobre la cama antes de si quiera haber pensado en suicidarse. Es el particular mundo de fantasía del cineasta donde el espacio/tiempo siempre es relativo y forma parte de una cinta de Moebius.

La temática de fondo en Inland Empire incide nuevamente en la violencia física y sexual ejercida por parte de los hombres hacia las mujeres o de cómo los celos pueden envenenarte el alma, ideas que ya aparecían en trabajos anteriores como Terciopelo Azul, Twin Peaks, Carretera perdida o Mulholland Drive. “Algunos hombres cambian. Bueno, no cambian, se revelan como son”. La sexualización del cuerpo de la mujer y la prostitución como forma de abuso machista también aparecen criticadas aquí, aunque esta vez algunas escenas se vuelven contradictorias dentro de ese contexto (la prostituta que enseña sus pechos a las demás sin venir a cuento), más allá del castigo que suele haber para quien ejerce ese tipo de violencia. «Nuestros actos tienen consecuencias», dice uno de los personajes.

Inland Empire son 180 minutos de paranoia surrealista en una ficción alejada de cualquier convencionalismo narrativo. Te puede volar la cabeza o simplemente producir un rechazo absoluto, es difícil que te deje indiferente. En mi opinión, no está a la altura de los mejores trabajos de Lynch, posiblemente tanta libertad creativa sin control también puede llevar a un desvarío de incontinencia de ideas no resueltas. Me queda esa sensación. Estamos en un «Hollywood, donde las estrellas hacen los sueños y los sueños las estrellas», David Lynch, genio y figura, convierte ese Hollywood en el reverso oscuro del sueño, en el espejo de una Alicia que baila sola bajo el efecto de sustancias psicotrópicas. Es cosa tuya si te unes al baile o no.


¿Qué te ha parecido la película?

Inland Empire

6.9

Puntuación

6.9/10

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