viernes, abril 26, 2024

65 SEMINCI. Ciclo Free Cinema. Crítica de ‘La habitación en forma de L’ (Bryan Forbes, 1962)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 65 SEMINCI: 
La habitación en forma de L
 

El polifacético Bryan Forbes debutó en la dirección cinematográfica en 1961 con Cuando el viento silba (Whistle down the wind) que se adentraba en el cine social con un argumento de tintes espirituales que, décadas más tarde, serviría al gran Andrew Lloyd Webber para componer un excelente musical que no tuvo el éxito de sus obras más populares. Su siguiente película fue La habitación en forma de L (The L-Shaped Room, 1962) con la que alcanzó el reconocimiento de la crítica y su definitiva adscripción a la corriente del Free Cinema que desde hacía ya unos años habían puesto en marcha los Richardson, Anderson, Reisz y compañía.

El propio Forbes escribió el guion adaptando la novela de Lynne Reid Banks protagonizada por Jane (Leslie Caron), una joven francesa, soltera y embarazada, que busca alojamiento en Londres y acaba dando con sus huesos en un siniestro edificio, una suerte de 13 Rúe del Percebe, donde no faltan prostitutas trabajando en el sótano, la avarienta casera de dudoso pelaje, la anciana actriz decadente o Johnny (Brock Peters), el trompetista negro que termina siendo su confidente y Toby (Tom Bell), un escritor en apuros económicos que no tardará en enamorarse de ella. Jane es alojada en una habitación en el ático con la forma que el título del film desvela y que, a pesar de ser sucia, oscura y llena de insectos, consigue convertirse en un hogar para la atribulada protagonista que no sabe muy bien qué hacer con su embarazo ni con su vida.

Forbes emplea los primeros veinte minutos de película en la descripción de los personajes y la cámara, salvo la secuencia inicial con los títulos de crédito, tarda en salir a la calle y filmar la primera secuencia urbana que se inicia con una manifestación pacifista y termina con la pareja protagonista haciéndose confidencias en un parque. Estamos, efectivamente, en una película donde los interiores tienen más peso de lo habitual en el Free Cinema y cierto carácter teatral se apodera del edificio en el que Jane se relaciona con todos sus habitantes.

Forbes emplea mayor sutileza que los demás directores de esta nueva ola inglesa pero no desdeña las referencias a todos los temas que conformaban el corpus temático del Free Cinema, a saber: las relaciones prematrimoniales (“mi virginidad se convirtió en algo incómodo” llega a reprocharle Jane al ex novio que la dejó embarazada), el aborto que planea durante todo el film sin que nadie lo nombre explícitamente (“¿has pensado hacer algo?” preguntan varios personajes a la protagonista cuando se enteran de su embarazo), la convivencia interracial o la homosexualidad (ambas introducidas con extremada delicadeza a través del personaje de Johnny) o el retrato de una sociedad conservadora que mira severamente a una mujer discutiendo en un bar o reprende abiertamente a una pareja tumbada sobre el césped de un parque como si por fuerza fueran a hacer algo censurable.

Tenemos el acercamiento a las clases sociales más desfavorecidas, tenemos los grandes temas que preocupaban a esta generación de cineastas y que hasta el momento habían sido evitados por el cine y tenemos una filmación libre, ajena a los cánones clásicos, que alterna los interiores lúgubres de los “dramas de fregadero” con las secuencias de exteriores en las que se muestra el modo de vida de sus protagonistas y entre las que no falta la paradigmática secuencia en un pub con música en directo (en el que toca Johnny) donde uno de los personajes pronuncia lapidariamente “los ingleses siempre disfrutan tristemente”. 

Entre los muchos méritos de este magnífico film resulta inevitable destacar la fabulosa interpretación de Leslie Caron dando vida a una mujer de apariencia frágil pero con una gran personalidad que hace valer cuando alguien, generalmente una figura masculina, trata de imponerle lo que debe hacer. La secuencia de la primera visita al ginecólogo es muy ilustrativa en este sentido. Caron despierta con su personaje tanta compasión como admiración gracias a un generoso derroche de corazón y humanidad para el que es ayudada por unos eficaces primeros planos que Forbes filma con exquisito gusto. Leslie Caron ganó por este personaje el Globo de Oro y el BAFTA y estuvo nominada al Óscar a la mejor actriz que, finalmente, se llevaría Patricia Neal por Hud.

Menos conocida que otros títulos del Free Cinema como las películas de Tony Richardson o de Lindsay Anderson, La habitación en forma de L es una de las mejores películas que conforman esta corriente cinematográfica.


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