jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘Amor y amistad’: Sobre Jane Austen y la comedia costumbrista

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: Amor y amistad

Cuando en 1990 Whit Stillman debutó con su celebrado largometraje Metropolitan, la crítica le saludó como un feliz y prometedor surgimiento en un cine independiente americano, el de entonces, que distaba mucho en medios y maneras del que hoy, un cuarto de siglo después, se realiza cada vez más acorde con los patrones de producción de Hollywood. Stillman se instaló en las elites intelectuales neoyorkinas y durante los veintiséis años transcurridos desde Metropolitan, únicamente ha realizado cuatro películas más incluyendo este Amor y Amistad que ahora nos ocupa. Su exigua filmografía es, sin embargo, objeto de culto, y cada uno de sus largometrajes celebrado como un acontecimiento cinematográfico cuyas enormes expectativas son, generalmente, difíciles de satisfacer.

Para este, su quinto largometraje, Stillman parte de la primera obra conocida de Jane Austen, una corta novela epistolar cuyo título, «Lady Susan», muda en este Amor y amistad (Love and Friendship en el original) que, por un lado remeda otros títulos de Jane Austen formados por la conjunción de dos cualidades humanas («Sentido y sensibilidad», «Orgullo y prejuicio») y, por otro, ejerce de subrayado irónico al conjunto de la película. Que nadie espere encontrar una romántica historia de amistad reconvertida en amor o viceversa, ni un largometraje sobre la sublimación intelectual del amor o la amistad como vínculos afectivos humanos. No. Amor y amistad es una fina comedia de costumbres que sirve a Stillman para ejercitarse nuevamente en el que quizá sea el motor fundamental de sus cinco películas, el análisis irónico y sarcástico de la vida cotidiana de la burguesía acomodada.

Pocos autores como Jane Austen han retratado con tanto acierto a la burguesía como clase social. En su caso, Austen desnudó las miserias y grandezas de la sociedad rural georgiana que, iniciando el siglo XIX, se resistía a asimilar los cambios que el tránsito a la modernidad parecía hacer adivinar en un futuro inmediato. El material literario de partida parece idóneo, por tanto, para un cineasta que ya en su primera película dejó clara su admiración por la novelista británica. Stillman se mueve como pez en el agua dentro del territorio narrativo y argumental de Austen y construye su película a través de un inteligentísimo guion con el que convierte el carácter epistolar de la novela en una serie de escenas de marcado carácter teatral. Para ello, escribe nuevas secuencias, fundamentalmente destinadas a desarrollar con mayor amplitud los personajes masculinos que, en la obra de Austen (novela corta, recordemos) quedaban desdibujados. A pesar de los añadidos, Amor y Amistad mantiene el espíritu de su autora tanto en su carácter costumbrista como en su retrato de la situación de la mujer de la época cuya mayor aspiración parecía ser un matrimonio provechoso.

El empeño en la claridad narrativa (muy de agradecer) hace que muchas de las secuencias fílmicas/escenas teatrales estén encabezadas por unos ilustrativos rótulos que ponen al espectador en situación y presentan adecuadamente a los (muchos) personajes. La transición entre secuencia y secuencia se resuelve, a menudo, con breves interludios (música barroca incluida) que se desarrollan en el interior de carruajes en los que los personajes se trasladan de una a otra de las localizaciones entre las que Stillman mueve incesantemente a muchos de los caracteres, fundamentalmente a Lady Susan interpretada con brillantez por una Kate Beckinsale que vuelve a ponerse a las órdenes del director neoyorquino dieciocho años después de The Last Days of Disco (1998).

Beckinsale, que desde su fantástico debut como la Hero de Mucho ruido y pocas nueces (Kenneth Branagh, 1993) no ha parado de crecer interpretativamente, está espléndida en un papel en el que combina con sobriedad la falsedad de un personaje manipulador con cierta ternura inherente a su vulnerable situación de joven viuda abocada a vivir de las rentas que pueda proporcionarle el matrimonio de su hija Frederica (Morfydd Clark). El tránsito de Lady Susan de casa (noble) en casa (noble) es el eje sobre el que giran otros temas como la (errática) búsqueda de la felicidad a través de cierta estabilidad económico-sentimental o la ineludible renuncia a los sueños de juventud en favor, precisamente, de esa sobrevalorada estabilidad.

El resto del reparto se completa con un brillante y poco conocido grupo de intérpretes entre los que destacan Chloë Sevigny (que también estuvo junto a Beckinsale en The Last Days of Disco) como la amiga y confidente de Lady Susan, Stephen Fry (Los amigos de Peter) y muy especialmente Tom Bennett en un divertidísimo personaje que logra los mejores momentos de comicidad de una película ágil, inteligente y muy agradable de ver que puede proporcionar alguna sorpresa en la temporada de premios cinematográficos que se cierne amenazante durante los próximos tres meses.

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