Al inicio de la clase, Olivares se despuntó de lo que suele ser una charla de este tipo y preguntó a los asistentes qué era aquello que querían saber, que cosas les interesaban para, de éste modo, centrarte en aquello que los asistentes querían conocer. Esta iniciativa me pareció arriesgada en un principio, pero resultó ser una gran estrategia para mantener a todos los asistentes atentos a sus palabras. No obstante, para poder realizar este ejercicio se debe tener una gran capacidad comunicativa y, sobre todo, tener muy claro de lo que se iba a hablar, es decir, haberse preparado la charla a conciencia. Y Olivares se la había preparado.
A lo largo de las dos horas de clase (en ocasiones más cercana al coloquio, cosa que me encató) Javier Olivares explicó a partir de ejemplos prácticos, basados en su propia experiencia en su mayoría, qué es un show-runner, qué hace y que beneficios y desventajas tiene dedicarse a ello, además de desgranar detalles particulares de sus obras (sobretodo de Isabel).
Se podría decir que en 120 minutos tan solo se abordaron cuatro ideas fundamentales (de ahí que fuera sintética), pero expuestas de tal modo que, estoy seguro, todos los asistentes recordaremos de por vida.
En definitiva, la experiencia fue inmejorable. Además de la charla, la gente de la escuela se encargó del bienestar de los asistentes ofreciéndonos bebidas antes del evento y brindando con vino a posteriori.
Desde aquí quiero felicitar a la Escuela de Guión de Madrid por acercar a la gente de la calle a grandes profesionales del medio, y también a Javier Olivares por demostrar una gran profesionalidad, saber estar y cercanía con aquellos que fuimos a escucharle.
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