Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 72 SSIFF:
Sección Oficial
The End
El reputado documentalista Joshua Oppenheimer, nominado al Óscar en dos ocasiones por sus dos últimas obras The Act of Killing y La mirada del silencio (ambas sobre el genocidio indonesio), debuta en la dirección de películas de ficción con un film tan arriesgado en su planteamiento como fallido en su realización. El título The End, colocado en el cartel con la tipografía con la que se ponía a menudo cuando las películas finalizaban con un rótulo que decía precisamente eso, “The End”, alude al final más final de todos los posibles, al fin del mundo.
Oppenheimer y su coguionista Rasmus Heisterberg, sitúan la acción en un escenario postapocalíptico, una especie de bunker construido por el padre de familia (Michael Shannon) para la supervivencia de su esposa (Tilda Swinton), su hijo (George MacKay) y otros tres personajes, la cocinera (Bronagh Gallagher), el médico (Lennie James) y el mayordomo (Tim McInnerny). El bunker, con la apariencia estética de una mina de sal, termina en una vivienda lujosa (aunque un tanto kitsch) en el que los personajes pasan sus días dedicados a entretenimientos bastante banales hasta que la convivencia se altera con la llegada de un nuevo personaje, una chica afroamericana interpretada por Moses Ingram, que por algún extraño motivo también ha sobrevivido al fin del mundo y ha encontrado la manera de llegar hasta el bunker.
Por si esto fuera suficientemente poco extraño, Oppenheimer y Heisterberg han decidido que la película sea musical y han compuesto más de una decena de canciones que, de vez en cuando, cantan los personajes al modo del musical clásico.
La idea a priori es curiosa, arriesgada y atractiva. El problema es que el guion es tedioso, la puesta en escena absolutamente teatral y la realización demasiado cadenciosa. Respecto a la pertinencia de que sea musical no tengo nada que objetar. Me gustan mucho los musicales y no me molesta en absoluto que los personajes se pongan a cantar sin venir a cuento, solo pido dos cosas, que las canciones sean buenas y que los actores canten bien. Y aquí, ni una cosa ni la otra.
Las canciones tienen una orquestación un tanto pedrestre, las letras están tan cargadas de alegorías y metáforas que no son fáciles de seguir y las melodías en algunas ocasiones parecen una torpe imitación de La La Land. En cuanto al apartado vocal, la única integrante del reparto que tiene voz y sabe cantar es Moses Ingram, de hecho lo hace muy bien, no hay que escucharla más que unos segundos para darse cuenta de ello. Lo de George MacKay tiene un pase, canta de un modo aceptable. Michael Shannon es un muy buen actor que no nació para cantar, pero la que resulta insufrible es Tilda Swinton, cada vez que abre la boca para cantar siento deseos de sufrir una sordera súbita transitoria. Ni su color de voz ni la tesitura a la que le han colocado las canciones son presentables. Un sufrimiento.
En cuanto al desarrollo de la trama, sin entrar a contar nada, lo cierto es que pasan muy pocas cosas para los 148 minutazos que dura (otra vez a vueltas con los excesos de metraje). Los vínculos entre los personajes están muy desdibujados y uno no llega a empatizar del todo con nadie, el presunto sentido del humor es demasiado esporádico y todo esto hace que el conjunto del film resulte tan aburrido como pretencioso. En conclusión, estamos ante un (muy) decepcionante debut de Joshua Oppenheimer en el cine de ficción. Veremos si persiste o regresa al cine documental en el que se desenvuelve con mucha mayor solvencia.