jueves, mayo 2, 2024

Crítica de ’El sol del futuro’: Nanni Moretti, el metacine, la autoficción y un patinete eléctrico

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
El sol del futuro

Muchos directores, fundamentalmente en el manidamente llamado “cine de autor”, se autorreferencian en sus películas, pero pocos lo hacen con la indisimulada transparencia, honestidad y capacidad de desnudarse emocionalmente con que lo hace Nanni Moretti. A lo largo de su filmografía, son excepcionales las películas en las que el material sustancial del relato cinematográfico no está constituido por las tribulaciones (ideológicas, profesionales, sentimentales…) del propio director que, además, se interpreta a sí mismo.

En un momento en el que a tantos cineastas les ha dado por hacer films autobiográficos contando de manera más o menos explícita su vida partiendo desde su infancia, [Roma (Alfonso Cuaron, 2018), Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019), Fue la mano de Dios (Paolo Sorrentino, 2021), Belfast (Kenneth Branagh, 2021), Armageddon Time (James Gray, 2022), Bardo (Alejandro González Iñarritu, 2022) o The Fabelmans (Steven Spielberg, 2022) son los ejemplos más ilustres], a Nanni Moretti sigue interesándole más hablar sobre su vida presente y, acaso, tal como apunta en el propio título del film que nos ocupa, elucubrar sobre la futura.

Es por esto que la reconstrucción de su vida podría hacerse tan solo desde una retrospectiva que se remontase a los inicios de su filmografía y fuera siguiéndola de forma cronológica desde aquellas primeras películas (Io sono un autarchico, Ecce bombo, Sogni d’oro, Bianca o Vaselina Roja) en las que se cobijaba bajo un personaje llamado Michele Apicella, que no era más que un alter ego del cineasta, hasta que. desde Caro Diario (1993), la película que le procuró proyección internacional, decidiera dar un paso más en la indisimulada autoficción llamando Giovanni a su personaje (como él mismo) y convirtiéndolo en un atribulado director de cine cuya vida personal se entremezcla continuamente con sus proyectos cinematográficos.

Esta fue la línea argumental que siguió en Abril (1998) y que, veinticinco años después, retoma en El sol del futuro, su último largometraje hasta la fecha, en el que aquel cuarentón que se paseaba en Vespa por Roma se ha convertido en un setentón supersticioso, maniático y extemporáneo que asiste con desolación a la disolución de su matrimonio de más de cuarenta años, a la relación de su joven hija con un hombre mayor que él mismo y a la transformación de los modelos de producción cinematográfica tradicionales que le obligan a decidir entre las plataformas o unos productores coreanos que no parecen estar muy al tanto de la tradición del cine italiano. La Vespa, eso sí, la ha cambiado por un patinete eléctrico.

Nanni Moretti se interpreta inequívocamente a sí mismo a través de un guion que equilibra los momentos divertidos (que los hay) con la melancolía que barniza el tono general del film. El punto dónde termina la identificación plena de autor y personaje y dónde comienza lo inventado es algo que tal vez solo sepa el propio Moretti y que, a los demás, debería importarnos un comino.

Y es, precisamente, el guion, el elemento estructural sobre el cual el cineasta desdoblado: el Giovanni de la película y el Nanni Moretti real, sustentan sus respectivas películas. La primera es un film político de época en un barrio de Roma durante los años 50 en el que el líder de la sección local del partido comunista (un magnífico, como siempre, Silvio Orlando) y su mujer (Bárbara Bobulova) viven el resquebrajamiento de su adhesión inquebrantable a los principios del partido ante la barbarie de la invasión estalinista en Hungría coincidiendo con la visita de un circo húngaro a su barrio romano, para amenizar las fiestas.

La segunda película, que contiene a la anterior, es aquella que nos hemos sentado a ver en la butaca, El sol del futuro, en la que Nanni Moretti interpreta a un hombre a punto de ser superado por las circunstancias de un rodaje dificultoso, de una esposa distante (magnífica Margherita Buy) que a pesar de ser productora de cine, por primera vez en su carrera no produce su película por estar ocupada con la de otro joven cineasta que simboliza todo aquello que Giovanni/Moretti detesta del cine actual y, por último, de una joven hija (compositora de la música de su película) que ha iniciado una relación con un hombre más de cuarenta años mayor que ella que resulta ser el embajador de Polonia en Italia (Jerzy Stuhr).

Así contadas sus premisas puede parecer compleja, sin embargo, el resultado es una película enormemente libre, sarcástica y deliciosamente melancólica. Moretti salta de la película que filma a la filmada con una despreocupación encantadora, números musicales incluidos, al tiempo que vuelve a fijar algunas posiciones ideológicas como cierto desencanto con la izquierda o éticas como la mirada que debe adoptar un cineasta a la hora de filmar secuencias violentas.

Es esta una cuestión a la que vuelve treinta años después de que en Caro Diario saliera de un cine maldiciendo a quien le recomendó ver Henry, retrato de un asesino (John McNaughton, 1986). En El sol del futuro imparte una lección de ética cinematográfica a un engreído director emergente citando a Kieslowski y su célebre secuencia en No matarás en una de las mejores (y más divertidas) secuencias de la película.

Es difícil aventurar cómo va a evolucionar la carrera de Nanni Moretti. Hay demasiados indicios en este film que suenan a despedida y sería una verdadera lástima. Con setenta años es un auténtico jovencito en un gremio en el que directores octogenarios e incluso nonagenarios (Clint Eastwood) siguen dirigiendo con cierta frecuencia.

El cine actual necesita realizadores como Nanni Moretti que sigan amando las salas de cine (él mismo es propietario de los cines Sacher de Roma) y repudie el cine de fórmula de las plataformas (el zasca a Netflix en El sol del futuro es, además de pertinente, divertidísimo).

El sol del futuro

8.5

Puntuación

8.5/10

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