Las críticas de Daniel Farriol en el AMFF 2025:
Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho)
Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho) es un drama romántico franco-coreano que está dirigido por Koya Kamura y coescrito por el director junto a Stéphane Ly-Cuong, adaptando la novela homónima de Elisa Shua Dusapin. La historia nos lleva a Sokcho, un pequeño pueblo costero de Corea del Sur, donde Soo-Ha, de 25 años, lleva una vida algo aburrida y cuyo ritmo lo marcan las visitas de su madre, una pescadera, y su relación con su novio, Jun-Ho. Cuando un francés, Yan Kerrand, llega a la pensión en la que Soo-Ha trabaja, la muchacha empieza a cuestionarse su identidad y la de su padre francés, del que apenas sabe nada. Mientras el invierno se apodera del pueblo, Soo Ha y Kerrand se observarán y analizarán mutuamente, intentando comunicarse.
Está protagonizada por Bella Kim, Roschdy Zem, Mi-hyeon Park, Tae-ho Ryu y Doyu Gong. La película se estrenó en el Festival de San Sebastián, en la sección de Nuevos Directores. Desde el 25 de julio de 2025, se ha incluido como parte de la Sección Voyages de la programación del Atlàntida Film Festival, de la mano del Filmin.
Un pequeño (gran) descubrimiento
En todos los festivales hay una película que pasa casi desapercibida para la mayor parte del público y con la que uno conecta emocionalmente de manera especial. Fue mi caso en el pasado Festival de Cine de San Sebastián donde Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho) fue mi pequeño gran descubrimiento, ojalá lo sea también para muchos en este Atlàntida Film Festival. Este debut en la dirección por parte del franco-japonés Koya Kamura es un relato íntimo que traslada a imágenes la novela de igual título escrita por la franco-coreana Elisa Shua Dusapin que se llevó el National Book Award.
Precisamente, esa dualidad en los orígenes de ambos autores es una de las claves sobre las que versa esta preciosa película ambientada en un pueblo costero de Corea del Sur y que está protagonizada por una joven, Soo-Ha (Bella Kim, también debutante y que está espléndida), que trabaja en una pensión y lleva una vida tranquila hasta que la llegada de un turista francés revoluciona sus pensamientos. El propio director manifiesta que muchas veces se ha sentido igual que la protagonista, con esa sensación de no pertenecer a un lugar concreto, sus orígenes y rasgos japoneses le alejan de su identidad francesa, pero las costumbres y educación adquiridas en el país galo le alejan igualmente de su identidad japonesa. Finalmente, el equilibrio está en uno mismo, no en los países de origen, de eso habla la película.
La búsqueda de la identidad
Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho) nos habla sobre la identidad y la autoaceptación. Soo-Ha es una chica inteligente que, sin embargo, tiene carencias e inseguridades internas que procede a purgar a través de una enfermedad de desorden alimentario. Nunca conoció a su padre, un francés que abandonó a su madre, y esa ausencia de una figura paterna ha marcado su existencia desde pequeña ligándola a una sensación de rechazo que le ha producido igualmente problemas de aceptación con su propio cuerpo.
Las exigencias de la sociedad asiática respecto a la belleza de las mujeres y la necesidad de formar una familia como símbolo del éxito social, también forman parte del trasfondo de la película. En el caso de la protagonista, esas expectativas familiares y sociales (la madre, el novio, los vecinos, etc), han hecho mella en su estado de ánimo y ella ha encontrado una especie de lugar seguro en la rutinaria vida que lleva en la pequeña ciudad de Sokcho.
Sin embargo, la aparente normalidad de esa rutina cotidiana en la pensión la utiliza como mecanismo de defensa para aislarse de su infelicidad y de su propia realidad. Para subrayar algunos de los pensamientos que la chica evita compartir con nadie a riesgo de sentirse incomprendida, la película utiliza fragmentos de animación creados por la artista parisina Agnès Patron, sin duda, es una manera abstracta, audaz y poética de darles forma y compartirlos con el espectador.
Emociones contradictorias para reconectar con uno mismo
Al otro lado de la balanza, tenemos al personaje de Yan Kerrand (Roschdy Zem), un pintor malcarado y arisco que llega a Sokcho en busca de la inspiración perdida. Es alguien que también busca su propio refugio en ese lugar, pero en lugar de buscar su identidad, en este caso, huye de su pasado. Entre ambos personajes solitarios surgirá una relación de confianza paulatina de la que se nutrirán sus respectivas urgencias emocionales. Tras la curiosidad inicial, Soo-Ha se sentirá atraída por ese misterioso hombre, mucho mayor que ella y que no le corresponde, en él creerá encontrar lo que le falta en la relación con su novio y también con su padre ausente.
Pero Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho) no es un drama romántico al uso, el encuentro entre los dos personajes los abocará a un romance invernal si no que finalmente será el estímulo que ambos necesitaban para superar el bache por el que atraviesan sus vidas para encauzar de nuevo sus respectivos caminos, ya por separado y, sobre todo, al margen de la opinión de los demás.
El director Koya Kamura muestra una asombrosa madurez para retratar desde la sencillez las emociones humanas más complejas. Su película encuentra el equilibrio perfecto entre el costumbrismo de la ambientación y el rigor de sus reflexiones acerca de la búsqueda identitaria. Es un filme de bella factura, destacando la preciosista fotografía de Elodie Tahtane, la evocadora banda sonora de Delphine Malaussena y la maravillosa interpretación de la debutante Bella Kim, actriz que proviene del modelaje. Tras la apariencia de un filme pequeño y casi anecdótico, Un invierno en Sokcho (Hiver à Sokcho) esconde una historia de aprendizaje vital, hermosa y de gran calado emocional.
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