lunes, julio 14, 2025

Crítica de ’La receta perfecta’: Los veinte dioses y la vaca sagrada

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
La receta perfecta

Aunque defiendo mis gustos y mis opiniones personales con firmeza y, si es preciso, con vehemencia, no puedo evitar sentir cierto desconcierto cuando una película despierta el fervor del público y de la crítica y a mí me aburre, me desespera o, lo que es peor aún, me deja sumido en la indiferencia absoluta.

Y esto es, precisamente, lo que me ocurre con uno de los estrenos de la cartelera española de la semana, una película cuyo título original francés es Vingt Dieux (que en una traducción literal sería veinte dioses, aunque es probable que juegue con la similitud entre Vingt Dieux y Vingt Deux, es decir, veintidós). El título internacional con que ha sido presentada en festivales y estrenada en multitud de países es Holy Cow (vaca sagrada) y, pásmense, en España se presenta con el título La receta perfecta. Renuncio a entenderlo.

Y si decía lo del desconcierto es porque la película fue presentada en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes 2024 dónde fue celebradísima, posteriormente pasó por la sección Punto de Encuentro de la SEMINCI de Valladolid dónde ganó el premio del jurado y el del público y, para rematar, fue coronada con dos premios César de la Academia francesa, los correspondientes a mejor actriz revelación para Maïwène Barthèlemy y a mejor primera película. Pues qué quieren qué les diga, si esta es la mejor película de una dirección debutante en Francia, pobre cosecha de cineastas la de 2024 en nuestro país vecino.

En La receta perfecta, la directora debutante Louise Courvoisier nos sitúa en la Francia rural, en la región del Jura, famosa, entre otras cosas, por la fabricación del queso Comté, ocupación a la que se dedican la mayoría de los personajes de la película. El principal de ellos es el joven Totone (Clément Faveau) que, a sus 18 años, es presentado por el guion como un atolondrado cuya actividad cerebral es prácticamente nula, cualidad que comparte con sus amigos y una buena parte de sus convecinos. Durante el primer tercio de película vemos a Totone ejerciendo todo un catálogo de estupideces con el que la coguionista y directora parece querer construir un antihéroe: beber sin control, despelotarse en público a plena luz del día sin importarle que haya niños pequeños, ligar con una chica con la única intención de tirársela sin saber su nombre, orinar en las flores de la madre de la chica, tener un gatillazo y comportarse como un imbécil, desentenderse de su hermana pequeña y meterse en peleas golpeando con una botella en la cabeza al primero que “le pisa” a una chica. En fin, una joya.

La receta perfecta 3

Para cuando Louise Courvoisier quiere introducir en la trama el detonante que de sustancia al argumento ya es tarde para empatizar con el muchacho. A mitad de película, el padre de Totone muere en un accidente de coche por conducir borracho (de tal palo tal astilla) y el joven, de repente, tiene que asumir las obligaciones de la vida adulta (de su madre no sabemos nada) y ha de ocuparse de su hermana pequeña, conseguir un trabajo y vender las propiedades de su padre para tener un poco de dinero.

A pesar de los esfuerzos de los guionistas Théo Abadie y la propia Louise Courvoisier por humanizar al personaje, ya no hay mucho que hacer. La idea de Totone de hacer un queso Comté con el que ganar un prestigioso premio de treinta mil euros es tan disparatada como improbable. Y, además, si para algo sirve es para continuar con su degradación moral, mantendrá un “idilio sexual” con una joven quesera con el objetivo de robar la leche de su granja, embaucará a sus amigos en el robo y pondrá en peligro a su propia hermana, una niña de siete años que necesita que la sequen al salir del baño y le ayuden a ponerse los calcetines pero, sin embargo, es capaz de hacer nudos y de tener respuestas ocurrentes y sarcásticas. Todo muy coherente.

La acción sucede de una manera atropellada y poco creíble hasta un final descabellado que, para colmo, termina con un plano rematadamente estúpido. Si algo hay que agradecerle a Louise Courvoisier es que no nos haya clavado, por el mismo precio, un publirreportaje turístico cantando las excelencias paisajísticas y gastronómicas de la zona (un vicio muy frecuente en el cine actual) y haya sujetado su película a un metraje razonable de 90 minutos.

La receta perfecta

4

Puntuación

4.0/10

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