Las críticas de Laura Zurita:
Urchin
En las calles de Londres, Mike, un joven sin hogar, lucha por sobrevivir mientras enfrenta su pasado y busca una salida a su situación. Su vida transcurre entre la marginalidad y breves destellos de esperanza. A medida que se adentra en un camino de autodescubrimiento, surgen oportunidades inesperadas que podrían marcar un nuevo comienzo.
Urchin está escrita y dirigida por Harris Dickinson. En su reparto encontramos a Frank Dillane, Megan Northam, Diane Axford, Murat Erkek, Moe Hashim, Amr Waked, Shonagh Marie, Karyna Khymchuk, Okezie Morro y Natasha Sparkes. La película se estrena el 14 de noviembre de 2025 de la mano de Karma Films.
Invita a la reflexión
Urchin llega a los festivales de cine como el notable debut en la dirección del actor Harris Dickinson, protagonista de El triángulo de la tristeza (Ruben Östlund, 2022) y Babygirl (Halina Reijn, 2024), y el próximo John Lennon en el biopic de Los Beatles. Tras su paso por Cannes, donde obtuvo el Premio FIPRESCI y un galardón a mejor actor para Frank Dillane, y su presentación en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de San Sebastián, la película ha llamado la atención de la crítica.
Urchin es un debut prometedor y una historia que invita a la reflexión. Es realismo social en toda su crudeza. Algunos han señalado su parentesco con el estilo de los también británicos, Ken Loach y Mike Leigh, por su retrato sobrio de la vida cotidiana, aunque posiblemente esté más cercano a Andrea Arnold o Lynne Ramsay. En mi opinión, Urchin adopta un tono más frío y distante que todos ellos: la cámara se mantiene alejada de los personajes, observa sus actos sin comentarios ni juicios, pero también sin permitir la identificación emocional del espectador con el protagonista. Mike amanece en la calle, arrastrando una existencia precaria desde hace tiempo. Vive como puede, es introvertido y puede, con la misma facilidad, maltratar a quienes intentan tratarlo bien.
Urchin elige mirar a su personaje desde fuera, sin ofrecer explicaciones ni peroratas psicológicas (lo que se agradece mucho). Mike es como es y basta. La única concesión a esta idea son unas imágenes enigmáticas de un lugar agreste, que quizás sea el entorno de las pesadillas de Mike, o quizás no.
Vida ni hermosa ni buena
La estética de Urchin es casi de estética documental y la vida representada en esta película, no parece ni hermosa ni buena. Algunos personajes se aferran a la supervivencia con uñas y dientes, mientras otros se dejan llevar; pero todos ellos parecen habitar un mundo donde las reglas y los valores son distintos de los habituales.
Los sistemas sociales aparecen en la película como una figura ambigua, en la que las buenas intenciones y las medidas adecuadas conviven con protocolos que pueden ser utilizados tanto para ascender como para quedar al borde del abismo. La interpretación de Dillane ha sido especialmente destacada y premiada a su paso por festivales. El actor, con una entrega total, se sumerge en un personaje complejo, inestable y poco expresivo, con el gesto justo y sin asomo de victimismo.
Urchin produce una fuerte sensación de desasosiego: su realismo roza lo misantrópico y se aleja de toda visión benévola en su mirada hacia quienes viven en los márgenes. No recordaba una dosis semejante de aspereza desde Sauvage (Camille Vidal-Naquet, 2018). No he disfrutado de la película, pero supongo que tampoco es la intención real del director, ni siquiera lo será distraer o agradar a su público.
En conjunto, Urchin funciona como una obra sólida, aunque bastante incómoda, que ofrece una mirada áspera y directa a los problemas que se viven a pie de calle.
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