Las críticas de Laura Zurita:
Babygirl
Romy es una alta ejecutiva que inicia una ardiente aventura de sexo extremo con su joven becario, Samuel (Harris Dickinson) a espaldas de su marido Jacob (Antonio Banderas). Romy invertirá su rol habitual en el trabajo, pasando de ser quien da las órdenes a disfrutar siendo sometida en la cama. Esta tórrida relación extramatrimonial le permitirá encontrar el camino hacia su libertad sexual, a pesar del riesgo y los prejuicios.
Babygirl está dirigida y escrita por Halina Reijn. La película está protagonizada por Nicole Kidman en el papel principal, junto a Harris Dickinson, Sophie Wilde y Antonio Banderas. La película se estrena en España el 17 de enero de 2025 de la mano de Diamond Films.
El mensaje pesa más que la narrativa
En Babygirl encontramos a Romy (Nicole Kidman), una mujer que vive en la cima del éxito. Es una alta ejecutiva en una empresa próspera, con un matrimonio armonioso y estable (Antonio Banderas es Jacob, su marido) y dos hijas, una de las cuales está entrando en la adolescencia. Samuel (Harris Dickinson), un guapísimo becario de la empresa, que trata a Romy de manera descarada e impertinente, la lleva por un rumbo inesperado con unas consecuencias imprevisibles.
Babygirl quiere venderse como provocadora y liberadora, porque muestra a una mujer ya madura que afronta el hecho de que su sexualidad tiene aspectos llenos de grises. Para empezar, eso ya no es ni tan nuevo ni tan provocador, como lo prueban películas como Buena suerte, Leo Grande (Sophie Hyde, 2022) y Mama Cruz (Patricia Ortega, 2023).
Por otra parte, está llena de clichés, de escenas que no son más que postulados y nada de lo que presenta se siente real y humano. Es curioso que se presente como un espejo de 50 sombras de Grey, cuando en realidad transmite mucho del mismo mensaje. Ni la relación de Romy con el becario, ni los actos que tienen lugar entre ellos son en realidad ni provocadores ni mucho menos liberadores. Pocas cosas más manidas que esperar que las mujeres tengan un secreto deseo de un hombre fuerte y dominador. También es cierto que la directora de Babygirl pretende navegar entre dos aguas, queriendo exhibir el aspecto de provocación y al tiempo teniendo que gestionar el no ser demasiado explícita, para poder llevar al público en general al cine. Hay que tener en cuenta que la película, para ser rentable, necesita ser aceptada por el público de EEUU.
Como un ejemplo de que Babygirl se esfuerza más por ser provocadora que coherente, está la escena del perro en las calles de Manhattan. Como educadora de perros, puedo afirmar que la escena no es creíble ni consistente, y que el comentario al que da lugar la escena no se sostiene, pero la directora nos lo presenta en esta escena porque quiere conseguir un mensaje y crear unos símiles a los que volver. Es un detalle, sí, apenas unos momentos, pero sirve de ejemplo de cómo se maneja la narrativa en la película. De la misma manera, el final de Babygirl es blandito y nada sorprendente, hecho a la medida de un público que tiene que sentirse reconfortado.
Y, por último, y eso es en mi opinión lo que más desluce la película es que el papel de Romy no está bien descrito. No tenemos delante de nosotros una persona de carne y hueso, sino que se trata de retazos, fragmentos y algún postulado.
Factura correcta y una excelente protagonista
Dicho esto, Babygirl está rodada y montada de manera competente, y hay algunas escenas que destacan, en particular una en una discoteca, en la que sí nos creemos lo que está pasando. Su parte técnica es correcta, y muestra que la directora sabe hacer su trabajo desde el punto de vista visual, y que es el guion lo que nos falla.
Nicole Kidman es una excelente actriz, y ya tiene experiencia enfrentándose con personajes femeninos en papeles muy incómodos y arriesgados, como en Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999) y Dogville (Lars von Trier, 2003). La actriz se entrega totalmente a su papel, y lo llena de una mezcla de sensualidad, sentido del deber y algo de miedo. Su presencia es lo mejor de la película, con diferencia. Su compañero, Harris Dickinson, tiene un gran magnetismo, pero tiene que defender un personaje con una personalidad complicada, a veces con rasgos de tener algún tipo de trastorno mental. Es muy atractivo físicamente, pero no resulta atrayente como persona, y el actor gestiona esa dualidad de forma impecable. Por último, está Antonio Banderas, que da bien el perfil de marido y profesional, pero que no termina de encontrar el tono en las escenas de alto contenido emocional.
Babygirl intenta elaborar un mensaje transgresor sobre temas de sexualidad, poder y la crisis de la mediana edad. A pesar de contar con buenas actuaciones, especialmente de Nicole Kidman, la trama resulta algo incoherente y llena de clichés. La búsqueda excesiva de la provocación no llega a funcionar, al sacrificar la profundidad de los personajes y la coherencia narrativa.
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