Las críticas de Laura Zurita:
Eddington
Ambientada en un pueblo ficticio de Nuevo México durante el convulso año 2020, Eddington narra la historia del sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix), un hombre agobiado por la pandemia, la polarización política y los rumores conspirativos. Enfrentando órdenes de uso de mascarillas y leyes de salud pública, Joe decide postularse para alcalde, enfrentándose al actual regidor, Ted (Pedro Pascal). En medio del caos social, estallan protestas, tensiones raciales y la desinformación cobra fuerza mientras los personajes lidian con verdades fragmentadas y conflictos personales que se entrelazan con el tejido político del país.
Eddington está escrita y dirigida por Ari Aster. Tiene un reparto espectacular, con Joaquin Phoenix, Pedro Pascal, Emma Stone y Austin Butler. La película se estrena en España el 12 de septiembre de 2025, de la mano de Universal Pictures International Spain.
Multiplicidad de estilos y temas
Ari Aster es uno de los cineastas más provocadores del panorama contemporáneo. Tras sorprendernos con Hereditary (2018) y reafirmar su audacia con Midsommar (2019), se asienta en un estilo inquietante, una mezcla de lo íntimo y lo perturbador, y una voluntad de incomodar al espectador. Con Beau tiene miedo (2023) expandió su registro hacia lo surreal y lo tragicómico, con un resultado irregular. Eddington, su última obra, confirma su interés por explorar los límites de lo incómodo y extremo.
Eddington es una película valiente que se atreve a enfrentarse a múltiples temas actuales: el auge de la polarización política, la fractura ética entre discursos liberales y conservadores, y los peligros de los espacios digitales que amplifican odios y falsedades. También se adentra en un aspecto más polémico: la actitud del sheriff frente a la pandemia, marcada más por el dolor y la frustración que por una verdadera convicción.
El personaje de Joe Cross, interpretado con intensidad por Joaquin Phoenix, se mueve en un frágil equilibrio moral y psicológico. Su cruzada personal parece surgir del desconcierto y el duelo, lo que lo convierte en un protagonista contradictorio y denso. Phoenix, no obstante, logra darle humanidad a este personaje oscuro y complejo. Como antagonista, Pedro Pascal aporta un registro nuevo para él: un alcalde de habla hispana que quiere renovar la estructura económica del pueblo, navegando entre la corrupción y un verdadero deseo de progreso. Emma Stone, con pocas líneas, insinúa a través de su fisicidad una historia de aislamiento y dolor. Eddington no da tregua, no hay identificación ni personajes positivos, más bien diversas formas de soledad que apenas interaccionan.

Hibridación de géneros
Eddington mezcla géneros (western contemporáneo, sátira y elementos de thriller político) y consigue, a través de esta hibridación, momentos de desconcierto que, aun así, se insinúan cargados de sentido. Los ecos del cine del oeste aparecen por doquier: el sheriff enfrentado a un gran peligro, el pueblo polvoriento, los antagonistas en la sombra o el duelo final, aunque transformados en alegoría política. La narrativa avanza en una deriva alucinatoria, con elementos que tienen una lógica propia y desembocan en escenas surrealistas, grotescas y violentas, un crescendo que puede resultar abrumador y que busca sumergir al espectador en un vértigo de desesperanza.
Los detalles también tienen peso: la suegra de Joe, siempre serena pese a su aparente desorientación; manifestaciones caóticas en las que los manifestantes contra el racismo exigen paradójicamente que un policía negro doblegue su voluntad y actúe de cierta forma; las faltas de sintaxis en los carteles del alcalde que nadie parece notar. Son pinceladas que contribuyen a un retrato social con una extraña mezcla de mala baba y compasión.
Ambición desmesurada
Sin embargo, Eddington peca de ambición artística desmesurada que no alcanza las cimas que pretende. La película quiere retratar la sociedad entera y, en ese afán, a veces se dispersa. La historia pierde foco, los personajes secundarios quedan apenas delineados y el espectador puede sentir que el relato se diluye. El final introduce un elemento inesperado, extraño y fuera de lugar que rompe con el tono y la lógica interna, generando un desenlace más frustrante que revelador.
Eddington resulta exigente y dura: la intensidad emocional es constante, hasta el punto de agotar al espectador antes del clímax. Su tono pesimista y desesperanzado no ofrece asideros claros. No hay buenos ni malos definidos, sino un panorama gris y ambiguo que deja preguntas abiertas sin ofrecer resoluciones. La crítica social dispara tanto a la desinformación como a las protestas sin rumbo o a los estafadores que se lucran con el dolor ajeno. Es sangrante el retrato del clima social creado alrededor del Black Lives Matter, en el que la indignación justificada ante hechos deleznables se diluye en caos, violencia y destrucción de escaparates.
Conviene recordar que Eddington es un retrato típicamente estadounidense, difícil de extrapolar al otro lado del Atlántico, sin tener en cuenta las claves culturales y políticas que lo sostienen.
En resumen, Eddington es una de las propuestas más ambiciosas del año. Ari Aster ofrece un espejo incómodo de la realidad pandémica, donde todo chirría y todo está en tensión: ciencia contra conspiración y política contra verdad, en un clima donde la conspiranoia coexiste con el miedo. No es una película cómoda; es provocación, desconcierto y alarma disfrazados de sátira. Larga, extraña y por momentos agotadora, pero atractiva precisamente por lo que incomoda y las interrogaciones que plantea.

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