Las críticas de Laura Zurita:
Vida en pausa
Vida en Pausa narra la historia de una familia rusa formada por Sergei y Natalia, y sus dos hijas pequeñas, Alina y Katja, que buscan asilo en Suecia en 2018 tras la persecución sufrida en su país el padre por defender la libertad de expresión. La trama se centra en cómo, tras el rechazo de su solicitud de asilo, su hija menor, Katja, sucumbe al síndrome de resignación, un estado similar al coma.
Vida en Pausa está dirigida por Alexandros Avranas, sobre un guion del propio Avranas y Stavros Pamballis. El reparto incluye a Grigory Dobrygin, Chulpan Khamatova, Naomi Lamp, Miroslava Pashutina, Eleni Roussinou y Lena Endre. La película se estrena en España el 4 de abril de 2025 de la mano de LaZona Pictures.
Drama perturbador basado en hechos reales
Alexandros Avranas es un director de cine griego conocido por su estilo minimalista e incisivo, y por explorar temas oscuros con un estilo visual austero y una narrativa que a menudo desafía las convenciones del cine tradicional. En esta ocasión, y siempre con su estilo distante y helado, nos entrega Vida en pausa, un drama profundamente perturbador que se inicia en un momento crítico en la vida de una familia rusa.
Tras escapar de su país debido a razones políticas, la familia pone todas sus energías en integrarse en la sociedad sueca. Bajo la vigilancia constante de los funcionarios, la familia aprende el idioma, escolariza a las niñas y aguarda la resolución de su solicitud de asilo. La Junta de Migraciones rechaza su petición, de manera burocrática e impersonal, y se les pide que abandonen el país. Inmediatamente después, Katja, la hija pequeña, cae en un estado de apatía que los médicos identifican como Síndrome de resignación (o el impronunciable Uppgivenhetssyndrom, en sueco), una misteriosa condición disociativa que sume a alguien en un estado catatónico debido a un trauma psicológico.
El individuo contra el sistema
Avranas desarrolla Vida en pausa con una estética minimalista que, por momentos, evoca la frialdad alienante de las distopías científicas. La burocracia se siente como una maquinaria implacable y distante, que observa a la familia viviendo (literalmente) en una casa de cristal, sometiendo sus aspectos más íntimos a un escrutinio deshumanizador. El único problema de ese riesgo formal es que, a veces, tanta frialdad puede hacer que el espectador se sienta emocionalmente separado de la acción.
Se produce un curiosa paradoja en la película. Habiendo escapado a lo que llamamos el totalitarismo en Rusia, los protagonistas ponen su esperanza en un país libre. Sin embargo, en esa nueva nación, se enfrentan de nuevo con el mecanismo impersonal de un sistema que ignora la humanidad y el sufrimiento de la familia. Por ejemplo, en la tremenda escena en la que el padre implora ser visto como una persona (literal y metafóricamente), ese deseo tan natural y comprensible adquiere tintes de una pesadilla, al tiempo, lógica y profundamente absurda.
El terror en la vida real
Vida en pausa está basada en hechos reales. Aunque de inicio pueda parecer un evento ficcionado poco probable, el Síndrome de resignación es una afección real no reconocida universalmente como enfermedad psiquiátrica, pero que cuenta con un creciente cuerpo de evidencias sobre su existencia en cientos de niños refugiados en Suecia, principalmente provenientes de países exsoviéticos y exyugoslavos, quienes han experimentado traumas severos en sus países de origen.
Vida en pausa no se detiene en explicar los mecanismos del Síndrome de resignación, sino que se centra en la desconcertante relación del sistema de salud con esta condición. La impotencia abruma a la familia, y con ella al espectador, sobre todo por la manera cruel en que el sistema aborda el problema y propone improbables soluciones para los síntomas, siempre que no afecten a su rutilante superficie.
Un drama social con estética de cine de terror
La mirada tranquila y fría de Vida en pausa enmarca la terrible realidad de esta familia, y, por momentos, se acerca a un escalofriante relato de terror psicológico. Y es que, el sistema adopta la forma de una entidad omnipresente y terriblemente indiferente, que los utiliza a su antojo a través de unos agentes aparentemente humanos. En ocasiones, ante la impersonalidad de las fisonomías y las acciones, nos parece ver un reflejo aséptico de «Los ladrones de cuerpos», novela de Jack Finney llevada a la pantalla en numerosas ocasiones.
Los intérpretes de Vida en pausa actúan con una rara contención, como personas sometidas a un constante escrutinio y acostumbradas a un férreo control de su comportamiento. El dolor, la rabia y la impotencia permanecen firmemente disimulados bajo una superficie de aparente calma. No obstante, la película no los presenta únicamente como víctimas, sino también como agentes capaces de tomar decisiones, algunas de ellas moralmente dudosas, en su desesperación.
En conclusión, Vida en Pausa es un drama social con una estética cercana al terror psicológico. La película, con su estética minimalista y unas actuaciones contenidas, nos confronta con la indiferencia del sistema y su incapacidad para ver más allá de los expedientes, convirtiéndose en un espejo distópico de una cierta realidad, en la que el ser humano se enfrenta contra una maquinaria institucional implacable.
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