martes, abril 29, 2025

Crítica de ’Fuera de temporada’: Una de crisis vitales de la madurez

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Fuera de temporada

Hace quince años me quedé maravillado con una película titulada Mademoiselle Chambon, una historia de amor narrada con sencillez en la que los sentimientos eran filmados con una naturalidad pasmosa sin necesidad de demasiado palabrerío. Los protagonistas eran los magníficos Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain y dirigía un realizador desconocido para mí hasta aquel momento llamado Stéphane Brizé. Desde entonces he seguido la pista a este tipo cuyas películas casi siempre me resultan interesantes aunque me aburrí mortalmente con la relamida El jardín de Jeanette en la que adaptaba la novela “Una vida” de Guy de Maupassant. Tras una trilogía bastante combativa sobre el mercado laboral (La ley del mercado, 2015) las condiciones de trabajo (En guerra, 2018) y las repercusiones del exceso de trabajo en la vida personal (Un nuevo mundo, 2021), llega ahora su décimo largometraje, Fuera de temporada, su más depurado y mejor acabado trabajo cinematográfico hasta la fecha.

Fuera de temporada (Hors-Saison en su título original) se inicia con un largo prólogo en el que los guionistas Marie Drucker y el propio Brizé nos presentan a Mathieu (Guillaume Canet), un célebre actor cinematográfico que, en la cima de su exitosa carrera, decide dar el salto a los escenarios y protagonizar, por primera vez, una obra teatral. A pocas semanas del estreno, una crisis de pánico le hace abandonar el proyecto y refugiarse en un hotel balneario (que está fuera de la temporada vacacional) para someterse a una cura del stress y la ansiedad. Durante esta introducción que se prolonga unos veinticinco minutos, Brizé no escatima tiempo en mostrar con detalle el estado anímico de su protagonista que sufre un colapso emocional ante una cafetera de cápsulas que no sabe utilizar y es incapaz de alejarse de su teléfono móvil, lo cual, parece bastante incompatible con cualquier tipo de tratamiento de talasoterapia, masajes o demás terapias para combatir la ansiedad, incluidas unas cuantas pastillas.

Tras este prólogo un tanto ensimismado en un Guillaume Canet atribulado que trata de encontrar un nuevo proyecto leyendo los guiones de cine que le han ofrecido, comienza “otra” película, cuando aparece en pantalla Alice (Alba Rohrwacher) una antigua pareja de Mathieu que, casualmente vive en la pequeña y apartada localidad donde está el balneario y se entera, por las habladurías locales, de la presencia en el hotel de tamaña celebridad del cine.

A partir de aquí asistimos a una serie de encuentros entre ambos personajes en los que Stéphane Brizé vuelve, como en Mademoiselle Chambon, a plasmar en pantalla los estados de ánimo a través de la reposada filmación de los rostros de sus actores, para lo cual, además de tener la sensibilidad de hacerlo, de saber colocar la cámara y marcar el tempo, hay que tener delante a unos actores magníficos que no necesiten grandes soliloquios para expresar lo que piensan y lo que sienten. A Canet y Rohrwacher les bastan las miradas, los silencios y los gestos sutiles para expresar sus sentimientos latentes y soterrados y decir con ellos más de lo que dicen con palabras en unas conversaciones más duras de lo que parecen a simple vista, especialmente por parte de Alice que fue la que sufrió el abandono.

Hay, hacia la mitad del film, una secuencia con la que Brizé experimenta con el formato cinematográfico, se trata de un plano fijo que procede de la grabación de un teléfono móvil. En ella, una mujer en su setentena, reconstruye en apenas dos minutos lo que había sido su vida junto a un marido por el que no sentía ningún deseo pero al que sin embargo quería porque era buen tipo y no la pegaba (sic) hasta que, una vez viuda, había encontrado el amor verdadero en otra mujer con la que quería compartir lo que le quedase de vida. El plano comienza pequeño en el centro de la pantalla rodeada de un marco negro que se va empequeñeciendo de manera casi imperceptible al mismo ritmo que el plano de la mujer va aumentando hasta llegar a ocupar toda la pantalla. No estoy muy convencido de la coherencia cinematográfica de este juego que parece bastante arbitrario, sin embargo, no me ha resultado lo suficientemente extemporáneo como para molestarme y me ha despertado la suficiente curiosidad como para tratar de buscar alguna entrevista en la que Brizé explique porque lo ha hecho. Me pondré a ello.

Lo que sigue a esa secuencia es la boda entre ambas mujeres en una celebración sencilla en la residencia de ancianos en la que viven. Una secuencia un tanto alargada en la que la presencia de Mathieu no queda del todo justificada y resulta un poco inverosímil.

Fuera de temporada es, por tanto, una película de dos personajes sufriendo una crisis vital en plena madurez, por un lado tenemos un hombre que, aun disfrutando de una posición de éxito y fama, parece cualquier cosa menos feliz, por otro, a una mujer que parece feliz en una vida corriente construida alrededor de un marido, una hija, una casa y sus clases de piano y, sin embargo, esconde una profunda insatisfacción interior por haber renunciado a perseguir sus sueños de dedicarse profesionalmente a la música y no ser capaz de sacar hacia afuera sus pequeñas creaciones.

Brizé construye su película sobre el vínculo entre estos dos personajes que parecen aferrarse al presente sabiendo que no tienen futuro y que remover el pasado puede ser demasiado doloroso. Hay reproches y ajustes de cuentas en sus conversaciones, pero también ternura y altura de miras. El relato avanza pausado, envuelto en la evocadora partitura musical de Vincent Delerm y en una fotografía gris y apagada con la que Antoine Herbelè contagia al espectador la sensación de estar fuera de temporada.

A pesar de sus imperfecciones, que las tiene, Fuera de temporada es una película honesta, delicada, muy bien filmada y magníficamente interpretada por dos actores de una madurez interpretativa y vital encantadora. El principal problema es que Brizé parece tener varios finales alternativos y no saber con cual quedarse con lo que los filma todos y los monta todos de forma que la película se acaba tres veces y esto termina pesando en el espectador.

Fuera de temporada

7.5

Puntuación

7.5/10

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