Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 70 Festival de San Sebastián:
Un mal hijo
El joven Bruno Calgagni (Patrick Dewaere), estudiante en un centro tecnológico viaja a Estados Unidos; una vez allí, la falta de dinero para costearse las drogas a las que es adicto le llevará a dedicarse al tráfico de las mismas, delito por el que será detenido y condenado a cinco años de reclusión, uno de ellos en un centro de desintoxicación. Tras cumplir el castigo, regresa a Francia, un regreso que supone el punto de partida de Un mal hijo, el décimo largometraje de Claude Sautet basado en un relato del escritor Daniel Biasini (por aquel entonces casado con su gran amiga y actriz fetiche Romy Schneider) y el primero desde Las cosas de la vida en el que no están presentes Michel Piccoli, Romy Schneider ni Yves Montand, los intérpretes con los que se identificó su cine durante la década de los setenta y sobre los que se cimentó gran parte de su éxito.
Bruno, cuya madre se ha suicidado durante su estancia en prisión, sufre desde el primer momento la desconfianza de las autoridades francesas en el aeropuerto y la hostilidad de un padre (magnífico Yves Robert) que le culpa de la muerte de su esposa al no poder soportar la idea de tener a un hijo en la cárcel. Bruno, el mal hijo al que alude el título, intenta por todos los medios ser un buen hijo, pero no sabe… o no le sale.
Como todos los films de Sautet, Un mal hijo es una película construida desde y para los personajes: lo importante no es tanto lo que les ocurre sino cómo viven ellos lo que les ocurre. Esto, en apariencia tan sencillo, está abocado al fracaso a menos que uno tenga un reparto de altura. Patrick Dewaere, actor de rostro inquietante y fascinante gestualidad, encarna con hondura la soledad, el desarraigo y la ambigüedad ética y moral de alguien que ha sufrido una bajada a los infiernos. Sus intentos por conseguir un trabajo que no sea demasiado duro (como cargar y descargar camiones) se ven recompensados cuando en la consulta de salud mental le pongan en contacto con el librero Dussart (Jacques Dufilho) un buen tipo, culto, homosexual y amante de la ópera, que se dedica a dar empleo a gente descarriada en su modesta librería.
El contacto con Catherine (Brigitte Fossey), otra ex drogadicta rescatada por Dussart, será una nueva oportunidad para ambos de encontrar un nuevo camino que les aparte de un pasado tóxico y vergonzante. Durante todo el tramo central de la película, Un mal hijo se debate entre la sordidez, el desamor y la amargura de unas vidas goberndas por las drogas, la prostitución y el fatalismo. Una oscuridad en la que solo el personaje de Jacques Dufilho es capaz de poner luz y no solo, literalmente, abriendo las ventanas.
En el tercio final, Bruno vuelve al padre en un nuevo intento de redención, éste, ha acentuado su carácter hosco y solitario tras abandonar a su amante Madeleine (Claire Maurier) y sufrir un accidente que le mantiene inmovilizado en casa. Ambos, padre e hijo, el mal padre y el mal hijo, están incapacitados para la afectividad. Tan solo un trago de alcohol, un paquete de cigarrillos y café puede unirles sin que afloren los reproches. Dewaere, actor de método y de personalidad conflictiva que se suicidaría dos años después e Yves Robert (célebre director para el que Sautet trabajó como ayudante de dirección en los inicios de su carrera) tienen las secuencias más tensas de la película, que van desde los intentos de aproximación afectiva hasta la violencia psicológica y física.
Sautet, sin renunciar a su estilo delicado basado en una concienzuda puesta en escena, filma su película más pausada hasta la fecha. También la más pesimista. De ritmo lento y largos silencios, Un mal hijo es, sin embargo, un reflexivo ensayo sobre cómo convivir con la culpabilidad, sobre el perdón (a uno mismo en primer lugar) y sobre las segundas oportunidades que no siempre pasan por delante.
Un mal hijo recibió el Premio César a mejor actor de reparto para Jacques Dufilho y, además, recibió otras cinco nominaciones incluyendo a mejor dirección para Sautet, mejor actor principal (Dewaere) y mejor actriz secundaria (Claire Maurier). Junto a Garçon!, su siguiente proyecto con Yves Montand en 1983, componen un díptico de transición en su filmografía entre la época dorada que se inicia con Las cosas de la vida y la trilogía final compuesta por Unos días conmigo (1988), Un corazón en invierno (1992) y Nelly y el Sr. Arnaud (1995).
Un mal hijo podrá verse durante el 70 Festival de San Sebastián en tres pases:
- Domingo 18 a las 21:45 en la Sala Príncipe 6
- Martes 20 a las 16:00 en la Sala Príncipe 6
- Viernes 23 a las 16:15 en la Sala Príncipe 6