miércoles, mayo 1, 2024

Centenario Alain Resnais: Crítica de ‘La guerra ha terminado‘ (1966)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
La guerra ha terminado

Tras la colaboración con los escritores Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet y Jean Cayrol en sus tres primeros films, Alain Resnais volvió a recurrir a un escritor reputado para establecer una relación literario-cinematográfica que diera lugar a su cuarto largometraje. El elegido en esta ocasión fue el exiliado español Jorge Semprún que, por aquel entonces, había publicado su primera novela, «El largo viaje» (1963), en la que narra su deportación en un vagón de tren al campo de concentración de Buchenwald junto a otros muchos detenidos.

La guerra ha terminado se desarrolla, por tanto, a partir de un guion de Jorge Semprún en el que, como en casi toda su obra literaria, asumió multitud de referentes autobiográficos para la construcción del personaje central, Diego Mora (Yves Montand), un cansado (y un tanto desencantado) activista político español que transita entre Francia y España para ejercer labores de comunicación entre agentes activos y exiliados. Todo ello en el contexto de una acción política que se debate entre la memoria de un pasado doloroso (la España del 36) y la realidad de unos tiempos (mediados de los sesenta) en los que catorce millones de turistas extranjeros en España dan una pátina de legitimidad al régimen franquista que, de puertas adentro, sigue siendo una dictadura incuestionable.

Las disensiones entre los nuevos y los viejos (decepcionados) activistas quedan patentes en el monólogo con el que Diego se enfrenta a un grupo de jóvenes políticos que censuran los viejos métodos (como una convocatoria de huelga que nunca llega a cuajar) y proponen la agitación (incluso se sugiere sin nombrarla a la acción terrorista) para combatir, precisamente, ese lavado de cara que una aparente modernidad y la eclosión del turismo han dado a la España de los sesenta. En esa secuencia (en la que se puede reconocer a un jovencísimo Josep María Flotats), Diego se desahoga despotricando contra unos (viejos combatientes) y otros (jóvenes ignorantes) abocados a ignorar la realidad de una España que “ya no es el sueño del 36 sino la verdad del 65, aunque parezca desconcertante”.

Resnais dirige con pulso firme el guion de Jorge Semprún, creando una atmósfera inquietante e imprimiendo un ritmo que, sin llegar al género, tiene ciertos tintes de thriller político. A pesar de que La guerra ha terminado no es, ni mucho menos, un film convencional ni fácil de seguir, su narrativa está más emparentada con las formas clásicas que las obras anteriores del cineasta.

Desde el mismo comienzo del film en el que un coche atraviesa la frontera trayendo de regreso a Francia a su protagonista, Resnais recurre a una de sus herramientas narrativas predilectas: una voz en off que, más que poner en situación al espectador, comienza a crearle las sensaciones de peligro, inseguridad y melancolía que definen los estados anímicos de un personaje central, el de Yves Montand, que asume tantos nombres ficticios como situaciones lo hagan necesario, el Carlos del principio se transforma en Diego cuando se reencuentra con su pareja, Marianne (Ingrid Thulin) o en Domingo cuando conoce a Nadine (Geneviève Bujold), la joven hija del hombre cuya identidad, pasaporte falso mediante, asume durante su estancia en Francia.

Con ambas mujeres, Marianne y Nadine, Diego tendrá sendos encuentros sexuales que Resnais filma con sutiles diferencias sobre un particular estilo, el mismo con el que filmó la secuencia de apertura de Hiroshima mon amour en la que los cuerpos, desnudos y abrazados, de ella y él eran encuadrados siempre parcialmente ocupando la totalidad del plano.

En la secuencia sexual de Diego (en realidad Domingo) y Nadine, Resnais compone un ejercicio de cine abstracto para el cual recurre a su especialidad (y acaso su más genuina particularidad estilística), el montaje, para hilvanar los planos cortos de fragmentos del cuerpo desnudo de Nadine (Bujold). Un pie da paso a su rostro, este a una mano y este a unas rodillas juntas encuadradas desde arriba y que se van abriendo en una sugerencia sexual de mucho más atrevimiento y sensualidad de la que habría logrado cualquier plano explícito. En la segunda secuencia sexual, a diferencia de la primera, además del deseo está presente el amor, y Resnais lo hace patente con un tratamiento casi místico de la filmación apoyándose en un fondo musical de tintes religiosos que convierten a Diego (Montand) y Marianne (Thulin) en los protagonistas de un milagro.

Ya se ha dicho que el guion de Jorge Semprún (que fue nominado al Óscar al mejor guion original) tiene un fortísimo componente autobiográfico basado en su pasado como enlace entre la dirección del Partido Comunista de España (del cual había sido recientemente expulsado) y de agentes exteriores del partido en Francia. Semprún traduce su desencanto en el personaje de Yves Montand y consigue rizar el rizo de la autobiografía al escribir en 1966 una frase premonitoria de lo que veintidós años después sería su propia vida (“hay tipos que viven clandestinamente y un buen día son ministros”) cuando en 1988 fue nombrado Ministro de Cultura de España por Felipe González, cargo que desempeñaría durante tres años.

Resnais, en definitiva, realiza una película que, a pesar de estar totalmente desprovista de carácter documental, alcanza la doble magnitud de testimonio histórico y obra artística. En esta segunda acepción, a la maestría en la puesta en escena, a su inteligente filmación y a su virtuoso uso del montaje hay que sumar la excelente interpretación de su protagonista, un Yves Montand que impregna su rostro del desencanto y la melancolía de un hombre que, en plena madurez, se siente en la encrucijada entre una juventud de sueños derrumbados y una senectud que se presenta incierta y en la que, acaso, la única salida digna sea la de entregarse a la vida familiar, convencional y sin sobresaltos de un hombre anónimo.

La presencia de Ingrid Thulin, una de las actrices fetiches de Ingmar Bergman, supone un valor añadido de una dimensión incalculable a pesar del riesgo que suponía contar con una actriz sueca para una producción de este tipo en unos tiempos en los que los intercambios internacionales de figuras del cine no eran tan comunes ni tan fáciles como son hoy en día. Su rostro, sobre el que Resnais se posa a menudo en primeros planos, transmite toda la sensibilidad de un personaje al que, por encima de toda consideración política, mueve el amor. También está brillante una jovencísima Geneviève Bujold pocos años antes de su consagración internacional en Ana de los mil días (Charles Jarrott, 1969).


La guerra ha terminado está disponible en Filmin. En cuanto a formato físico ha sido editada en DVD en un par de ocasiones en España en sendas ediciones de VELLAVISION y Regia Films. Esta última sigue en el mercado y es fácilmente encontraba.

La guerra ha terminado

7.5

Puntuación

7.5/10

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