sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘La tragedia de Macbeth‘: Joel Coen firma una magistral versión de la obra maldita de Shakespeare

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
La tragedia de Macbeth

No me gusta hacer afirmaciones categóricas cuando no dispongo de los datos (habitualmente cifras) que me hagan estar seguro de lo que digo, pero esta vez voy a correr el riesgo. No existe un solo escritor en la historia de la literatura universal más adaptado al cine que William Shakespeare. Se cuentan por centenares las adaptaciones cinematográficas de sus obras y entraríamos en los millares si incluyésemos las televisivas. Solo de Macbeth tenemos versiones tan célebres como las de Orson Welles en 1948, Roman Polanski en 1971 o la más reciente de Justin Kurzel en 2015 con Michael Fassbender y Marion Cotillard como protagonistas, amén de las adaptaciones al mundo del hampa de Ken Hughes (Cautivo del terror, 1955) o al Japón feudal (Trono de sangre, 1957) del maestro Akira Kurosawa. Citar más versiones sería interminable, pero la cuestión nos mete de lleno en el debate sobre el remake al que me referí hace unas semanas hablando del West Side Story de Spielberg cuando afirmé que no se trataba de un remake sino de una nueva versión del musical de Bernstein, Laurents y Sondheim. Afirmación que me ha proporcionado varias conversaciones con opiniones encontradas.  

Porque de la misma manera que uno podría preguntarse por qué Spielberg vuelve a un musical que ya había sido (sobresalientemente) llevado al cine, la pregunta es igual de pertinente en el caso de Joel Coen. ¿Qué le lleva a hacer una nueva versión de Macbeth cuando ya existen referentes más que notables?. La mejor respuesta que se me ocurre en uno y otro caso es porque les da la real gana. Tanto Spielberg como Coen tienen labrada una filmografía lo suficientemente brillante como para brindarles la facultad de hacer lo que les apetezca sin tener que someterse a la censura u opinión en contra del excesivo número de opinadores que infestamos la actualidad cinematográfica. Porque se da la circunstancia, además, de que en ambos casos los resultados han sido magníficos.

Joel Coen acomete la obra maldita de Shakespeare (existen múltiples supersticiones en torno a ella hasta el punto de que en los teatros anglosajones está prohibido pronunciar la palabra Macbeth en su interior y suelen referirse a ella como «la obra escocesa») escribiendo él mismo un guion adaptado de suprema fidelidad al original. Después de ver la película (en casa, claro, no tengo la fortuna de que se haya estrenado en ninguna sala de cine de mi ciudad), he vuelto a ponerla de nuevo comparándola con el texto original de Shakespeare y comparando, a su vez, los subtítulos en castellano con la excelente traducción de Ángel-Luis Pujante para la edición de Espasa en la Colección Austral. Aunque Coen ha omitido algunas escenas, el respeto por el lenguaje del genio de Stratford-upon-Avon es absoluto y sus inmortales palabras sobre la ambición, la traición y la venganza, cobran vida en las excepcionales interpretaciones de Denzel Washington y Frances McDormand en uno de los mejores personajes femeninos de la historia del teatro (y, no lo duden, posiblemente la razón por la que su marido, Joel Coen, se haya decidido a realizar esta película que ambos coproducen, regalarle a su mujer uno de los papeles con los que sueñan la mayoría de las actrices: Lady Macbeth).

Entre las innumerables virtudes de La tragedia de Macbeth, que es el título con el que la película se estrena, probablemente la mayor de ellas sea que Coen consigue levantar una obra con entidad cinematográfica sin renunciar a su origen escénico; uno nunca tiene la sensación de asistir a una representación de teatro filmada pero la naturaleza teatral del texto impregna las voces del elenco y determina una puesta en escena tan inteligente como visualmente impactante. Coen se apoya en la dirección de fotografía de Bruno Delbonnel para definir los ambientes, las acciones y las emociones a través de un uso de la luz (y su consecuencia las sombras) muy similar al del cine expresionista alemán. También evocadora de dicho estilo cinematográfico es una colocación de la cámara continuamente implicada en conseguir encuadres de naturaleza pictórica, si bien la realización no cae en la deformación de la perspectiva ni se empeña en desnaturalizar las arquitecturas, los espacios ni los rostros de sus personajes. El cuidadísimo acabado formal y estético se remata con una soberbia partitura musical de Carter Burwell, compositor de cabecera de los hermanos Coen (hasta dieciséis bandas sonoras ha compuesto para otras tantas películas del duo de directores) y autor de algunas de las más hermosas composiciones para cine de los últimos años.

Denzel Washington compone un Macbeth atribulado por la ambición primeramente inoculada por su esposa pero pronto asumida como propia. Perfecto en la dicción, de gesto medido y capaz de marcar, a lo largo del metraje, su transición de la cordura a la locura de un modo tan natural como verosímil. McDormand hace una Lady Macbeth contenida en lo corporal y brutal en el rictus, cada una de sus apariciones engrandece el plano y la química con Washington es incuestionable.

En cuanto al resto de los personajes, es de agradecer que el mayor de los hermanos Coen no cargue demasiado las tintas en las tres brujas (personajes que funcionan mucho mejor sobre las tablas de un escenario que en la pantalla de un cine) y acentúe el protagonismo de personajes importantísimos que, en muchos montajes teatrales, tienden a quedar desdibujados ante el apabullante protagonismo de Macbeth y Lady Macbeth. Así, el Rey Duncan (Brendan Gleeson), su hijo y legítimo heredero Malcolm (Harry Melling), los barones Ross (Alex Hassell), Macduff (Corey Hawkins) y, muy especialmente, el general Banquo (Bertie Carvel) asumen la relevancia que sus personajes demandan en la trama urdida por Shakespeare. Tampoco acentúa demasiado Coen (y nuevamente es agradecible) el carácter sangriento de la obra y no explicita las brutalidades que ocurren, algo que, por otra parte, no es necesario.

Joel Coen demuestra en definitiva que las obras de Shakespeare siguen siendo pertinentes y el cine seguirá acudiendo a ellas cada vez que quiera indagar en los sentimientos, emociones, motivaciones, flaquezas y tribulaciones de la naturaleza humana.


¿Qué te ha parecido la película?

[kkstarratings]

La tragedia de Macbeth

9

Puntuación

9.0/10

1 COMENTARIO

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