miércoles, abril 24, 2024

AMFF 2021. Crítica de ‘Last Words’: La última película

Las críticas de Daniel Farriol en el AMFF 2021:
Last Words

Last Words es un drama distópico italiano escrito y dirigido por Jonathan Nossiter (Rio Sex Comedy, Signs & Wonders) adaptando el libro «Mes derniers mots» de Santiago Amigorena. La historia nos sitúa en 2085 con un mundo arrasado por las plagas y los desastres naturales. Hace más de una década que no nace ningún bebé. Un grupo de supervivientes responden a la llamada de reunirse en Atenas donde un chico de origen africano intentará hacer la última película del mundo. Está protagonizada por Nick Nolte (Con la cabeza llena de miel, Graves), Kalipha Touray, Charlotte Rampling (45 años, Gorrión rojo), Stellan Skarsgård (Chernobyl, Hope) y Alba Rohrwacher (Lazzaro feliz, Bajos los cielos del Líbano). La película tuvo su presentación en España inaugurando la sección Noves Visions del Festival de Sitges 2020. Su estreno global ha sido en Filmin a través del AMFF 2021 en Julio de 2021.

El declive de la humanidad

Last Words es una obra densa, insólita y hasta farragosa que sobresale por su extrañeza dentro del cine acomodaticio actual. Ha pasado sin hacer mucho ruido por festivales de cine tan dispares como Cannes o Sitges. En éste último lo hizo inaugurando su sección más alternativa llamada Noves Visions donde se ofrece cabida a nuevas narrativas del cine que van más allá del género fantástico. La película es una adaptación de la novela «Mes derniers mots» del argentino afincado en Francia Santiago Amigorena del que también es conocida la adaptación del drama romántico de ciencia-ficción Un amor entre dos mundos (Juan Solanas, 2012). Además de novelista también ha escrito guiones para cine como Tan cerca, tan lejos (Cédric Klapisch, 2019), Nuestra vida en la Borgoña (Cédric Klapisch, 2017) o Algunos días en septiembre (2006), de la que también fue el director.

En esta ocasión, su novela apocalíptica sobre el declive de la humanidad está llevada a imágenes por el documentalista estadounidense Jonathan Nossiter. En algunas entrevistas he leído que afirma que su visión de la historia es más utópica que distópica. Luego hablaremos sobre eso. No es un filme de fácil acceso y requiere de cierta implicación emocional por parte del espectador para adentrarse en su peculiar y esquivo estilo. A pesar de contar con un ritmo irregular y de tomar a veces caminos no siempre satisfactorios, sin duda, es una evocadora fábula sobre la vida y el cine que cobra un especial sentido tras la pandemia que todos hemos sufrido en nuestras carnes.  

Las historias que contamos. Presente y futuro.

La historia de Last Words nos traslada hasta el 20 de junio de 2086. La Tierra ha sido devastada por plagas y catástrofes naturales que la han convertido en un desierto que cubre de arena las ruinas de los pocos edificios que siguen en pie. El último hombre vivo tras la hecatombe lanza una frase lapidaria al público: «Vivimos y morimos a través de las historias que contamos. Mi historia es sobre el fin de la humanidad». Pero antes de eso deberemos afrontar con él todo un periplo vital que escenificará la búsqueda del sentido de la vida y de las artes como tabla de salvamento para recuperar la esperanza.

Los primeros minutos son de gran oscuridad y brindan una imagen desalentadora del género humano. El protagonista es un joven inmigrante africano llamado Kal que deambula por las calles de París junto a su hermana embarazada del que parece ser el último bebé que nacerá en la Tierra. Viven como nómadas vagabundos en buscan de cobijo en casas abandonadas y de algunas latas de comida para saciar el hambre. En su camino se cruza inesperadamente un grupo de niños salvajes que no han conocido la empatía humana, lo que conllevará trágicas y truculentas consecuencias.

No es casualidad que el protagonista sea un inmigrante africano, es evidente que sirve también como alegoría de la situación que existe para la inmigración actual en el viejo continente. Porque Last Words no deja de ser un recorrido por la Europa de hoy desde la mirada de alguien que ha visitado el futuro. Aunque el libro y la película se gestaron antes de la propagación del Coronavirus, resulta espeluznante acercarse a este desolador mundo apocalíptico en el que los pocos supervivientes que quedan van pereciendo uno a uno tras enfermar por un virus desconocido cuyo primer síntoma de contagio es la tos.

El alimento del alma

Sin embargo, Last Words elude el caer en los tópicos del género postapocalíptico para convertirse en una reflexión teórica sobre nuestros tiempos que está filmada casi como si fuera un testimonio documental, eso sí, algo disperso y contemplativo. En ese sentido destacan las estupendas postales del desierto que nos ofrece la fotografía efectuada por Clarissa Cappellani que también procede del ámbito documental. El viaje de Kal por varios países europeos (las distancias kilométricas a pie se recorren como si fueran un tablero del Risk) le llevará a conocer a Shakespeare (Nick Nolte). Es un viejo huraño que vive en la Cineteca di Bologna rodeado de latas de celuloide que proyecta para sí mismo mientras espera a que le llegue la muerte. 

Al conocer a Kal obtendrá la fuerza necesaria para emprender un viaje a Atenas, lugar donde se concentran los pocos supervivientes que quedan. El viaje será también una misión. Por eso llevan consigo una cámara de cine improvisada, un proyector y algunas de las películas que encuentran esparcidas por la cinemateca. No es comida ni agua, pero servirán como alimento para el alma. Atenas es en realidad un campo de refugiados de personas de distintos países que no distaría mucho a los que se construyen de manera improvisada en la actualidad para acoger a inmigrantes. El propio protagonista, Kalipha Touray, no es actor y esta es la primera vez que se coloca delante de una cámara, él mismo es un refugiado de Namibia en la vida real. Atenas es también un símbolo del nacimiento del arte, del origen de muchas cosas. Ese constante paralelismo entre presente y futuro, entre película y realidad, es indispensable asumirlo desde un inicio para entender mejor la propuesta que se nos hace.     

El cine como experiencia colectiva universal

La llegada de Kal y Shakespeare a Atenas será toda una revolución. Allí convive mucha gente sin apenas tener contacto los unos con los otros. Se ha perdido la necesidad humana de amar o de creer en algo. No se vive, se sobrevive. Con ayuda de un viejo proyector que funciona (literalmente) a pedales, improvisaran una sala de cine en un campo. Tras superar las reticencias iniciales, todos los refugiados se congregarán delante de la pantalla para deleitarse con viejas películas de Tarzán, Buster Keaton, Preston Sturges o los Lumière, pero también de Tarkovski, Fritz Lang o Buñuel. Es toda una oda al cine en la que vemos una humanidad condenada que aún es capaz de reír, emocionarse o soñar a través de esas proyecciones cinematográficas.

Y no solo eso. Una cámara de cine casera convertirá al protagonista en un aprendiz de cineasta que irá recogiendo las historias de cada uno de los supervivientes antes de morir. Será como una especie de cápsula del tiempo que a modo póstumo ofrezca la posibilidad de conocer la verdadera esencia del ser humano a las civilizaciones venideras. Un acto poético, si se quiere naïf, pero que resulta terriblemente emotivo. Me parece muy acertado ese diálogo que plantea la película sobre el cine y la increíble experiencia compartida de disfrutar de una película y/o hacerla. Esa última película y esa última proyección podrían verse como una profecía sobre nuestras salas de cine en vía de extinción, pero atendiendo al tono optimista con el que Jonathan Nossiter dice que quería impregnar su historia, nos quedaremos con esa sensación de que el cine es un arte que nos hace ser mejores personas. 

Last Words es una experiencia exigente y desafiante, pero francamente interesante. Es de esas películas que crecen en la memoria o con un segundo visionado. Además, cuenta con un reparto con actores y actrices consagrados de la talla de Nick Nolte (espléndido), Charlotte Rampling, Stellan Skarsgard o Alba Rohrwacher, para mi eso ya sería reclamo suficiente. Y como metáfora es indudable su poder de sugestión. 


¿Qué te ha parecido la película?

Last Words

7

Puntuación

7.0/10

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