jueves, abril 25, 2024

68 SSIFF. Sección Oficial. Crítica de ‘Passion Simple’: Un ataque de adolescencia

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 68 SSIFF: 
Passion Simple
 

Me atrevería a decir que todos hemos conocido a alguien, familiar o amigo, que en algún momento de su vida se ha colgado de tal manera por una persona que talmente pareciera haber perdido el control de su vida. Y he utilizado deliberadamente la palabra “colgado” para no entrar de lleno en el difuso límite entre el amor, ese sentimiento que algunos pensamos que puede ser eterno y la pasión que, incuestionablemente, tiene fecha de caducidad. Y de pasión, de “simple” pasión, es de lo que se ocupa la directora francolibanesa Danielle Arbid en su más reciente largometraje Passion Simple que se ha presentado a competición en la sección oficial del presente Festival de San Sebastián.

La novela homónima de la escritora francesa Annie Ernaux sirve como material de partida para que Arbid actualice una trama, en esencia intemporal, a estos tiempos contemporáneos en los que la tecnología puede esclavizarnos más aún a cualquier adicción, incluida el enamoramiento, encantamiento o apasionamiento, llámenlo como quieran. Los teléfonos móviles hacen que no tengamos que pasarnos el día en casa pegados al teléfono “por si nos llama” pero continuamente permiten estar pendiente de “si se conecta” o de la localización donde se encuentra.

La protagonista femenina, una escritora y profesora universitaria de literatura llamada Hélene (Laetitia Dosh) comienza el film revelando “desde el septiembre pasado no he hecho nada en la vida aparte de esperar a un hombre, a que me llame, a que venga a mi casa… todo sobre él era precioso para mí, sus ojos, su boca, su pene, sus recuerdos de infancia, su voz…” A partir de esta confesión, Danielle Arbid elabora un film deliberadamente sexual en un sentido explícito e implícito, con secuencias llevadas al límite en las que tanto Dosh como el bailarín ruso Sergei Polunin que interpreta al “ser amado” se entregan en cuerpo (más) y en alma al servicio de la filmación. No se puede discutir que ambos están lo suficientemente intensos y que Laetitia Dosh hace un auténtico despliegue de todo el catálogo posible de estados anímicos creando un personaje creíble al que en algunos momentos uno desearía poder sacudir por los hombros y decirle ¡espabila, que ya no eres una adolescente! Pero no se confíen, nadie estamos libres de que cualquier día nos ocurra algo así por muy lejos que hayamos dejado la adolescencia.

Lo llamativo de la propuesta es que en estos tiempos de piel tan fina en los que según que temas han de ser tratados, especialmente en el cine, únicamente siguiendo el carril del pensamiento imperante, Danielle Arbid se esfuerza en aclarar que “el cuelgue” de su protagonista femenina, su sumisión, su humillación incluso, es totalmente voluntaria. A pesar de cierta violencia de algunas secuencias sexuales y del incuestionable machismo del personaje masculino protagonista (“no te pongas esa falda” incluido); Hélene no tiene ningún escrúpulo en decir abiertamente “hay muchas feministas que se vuelven sumisas cuando se enamoran” o “tengo mucho respeto por las putas”. Imagino a un montón de gente revolviéndose en la butaca.

La filmación de Danielle Arbid, en algunos momentos demasiado ensimismada, opta por mostrar cada minuto de su protagonista que tan pronto se abandona en la cama desatendiendo a su hijo como se descuelga en clase de literatura con alguna pedantería un poco desafinada. Tampoco nos ahorra algunos momentos videoclip que acaban saturando por excesivos aunque me deshago en elogios hacia el buen gusto musical de la directora con la elección de las canciones que van desde “If you go away” (versión inglesa del “Ne me quitte pas” de Jacques Brel) hasta el “Only you” de Yazoo pasando por “I want you” de Bob Dylan, o “The stranger song” de Leonard Cohen. Todas ellas en excelentes versiones cuyos intérpretes no alcanzo a reconocer.

Por último, me ha causado especial alegría reencontrar en la breve aparición del ex marido de Hélene a Grégoire Colin, un actor al que tenía perdida la pista desde hace muchos años y cuyos primeros papeles de juventud en películas como El año del despertar (Gérard Corbiau, 1992), Olivier, Olivier (Agnieszka Holland, 1992) o Before the Rain (Milcho Manchevski, 1994) recuerdo con gran admiración. Constato viendo su rostro que el tiempo ha pasado para todos.


¿Qué te ha parecido la película?

[kkstarratings] 

6

Puntuación

6.0/10

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