jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years’: Mucho más que un documental

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years
 
 
Llegó por fin el (esperadísimo por todos los beatlemaniacos) día del estreno del documental The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years dirigido por el prestigioso director Ron Howard (Cocoon, Willow, Llamaradas, Apollo 13, Una mente maravillosa, El Código Da Vinci, Frost/Nixon…) y producida por Brian Grazer con el auspicio de Apple Corps, Imagine Entertainent y White Horse Pictures. Es decir, con la bendición de las productoras que gestionan, al menos en parte, los derechos audiovisuales de la banda musical más famosa de todos los tiempos.

Y precisamente ahí, en la fama, radica el nudo gordiano del documental escrito por Mark Monroe basado en una historia de P.G. Morgan. El gran mérito de este documental es que no se trata de una mera recopilación mejor o peor ordenada de selecciones del ingente archivo de los Beatles (lo cual hubiera bastado para resultar atractivo a los incondicionales). No, no estamos ante una sucesión de actuaciones musicales intercaladas con anécdotas y testimonios de los personajes relevantes en la historia de los cuatro de Liverpool. Detrás de The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years hay un guion mediante el cual se cuenta una historia que no es otra que la del enorme desgaste personal que Paul McCartney, John Lennon, Georges Harrison y Ringo Starr sufrieron entre 1960 y 1965 merced a la explosión que su enorme éxito provocó en sus vidas y a las exigentes giras musicales que les llevaron por todo el mundo.

Ron Howard acierta al situar el foco de atención en la faceta personal de los cuatro integrantes, en el modo de relacionarse entre ellos cuando eran básicamente cuatro amigos que cantaban y tocaban juntos, que tomaban decisiones únicamente con cuatro votos de cuatro, que componían por las noches en las habitaciones de los hoteles y que se defendían unos a otros como si fueran una familia. La tremenda espontaneidad de sus primeras ruedas de prensa en las que respondían con audacia y lucidez a todas las preguntas suponen los momentos más divertidos del primer tercio del documental. El exigente modo en el que se gestionó su éxito, con un single cada tres meses y un álbum cada seis, era llevado con una contagiosa ilusión por cuatro amigos que no se tomaban demasiado en serio a sí mismos como queda de manifiesto en la respuesta de un jovencísimo Paul McCartney a un periodista que le pregunta sobre cuál sería la influencia de los Beatles en la cultura occidental: “Nosotros somos cuatro amigos que tocamos juntos, la cultura es otra cosa”.

Hay testimonios de personas allegadas a la banda pero perfectamente medidos de tal forma que en ningún momento afectan al ritmo de un documental que, como producto cinematográfico (que al fin y al cabo lo que es), funciona precisamente por eso, por mantener constante el interés durante sus más de cien minutos. No hay tiempos muertos ni intervenciones de relleno, todas funcionan, desde la (quizá la más emotiva) de Whoopi Goldberg hasta la anecdótica de Sigourney Weaver a quien Ron Howard encontró casualmente en un concierto mientras revisaba los centenares de horas de metraje. Sin embargo, sin lugar a dudas las más atractivas son las intervenciones de los cuatro miembros de la banda; filmadas en la actualidad las de Paul McCartney y Ringo Starr y de archivo, pero perfectamente encajadas con aquello de lo que se está hablando, las de John Lennon y Georges Harrison.

Momentos divertidos se alternan con otros más intensos como la impresionante secuencia de los aficionados del Liverpool cantando a capela “She loves you” haciendo atronar el estadio de Anfield, cualquiera que haya escuchado cantar su mítico “You´ll never walk alone” sabrá lo que es oír cantar a los aficionados de uno de los clubes de fútbol más importantes del mundo.

Hacia la mitad del metraje, nos adentramos en las repercusiones del “boom” mediático en unos tiempos en los que ¡no lo olvidemos! no existían las redes sociales ni el mundo estaba globalizado. Una agenda con hasta cinco eventos en un día (como cuenta el propio Ringo Starr) marcaba la vida de cuatro chicos de Liverpool que de repente estaban filmando películas y viajando por todo el mundo. El fenómeno fan, que probablemente nunca ha vuelto a ser igual, desataba hordas de jóvenes (y no tan jóvenes) en estadios en los que nunca antes había actuado un grupo musical. Tal es el caso del mítico Shea Stadium de los Mets de Nueva York donde se grabó el concierto que, con un sonido excelente y una sorprendente imagen restaurada a 4K, es proyectado a la finalización del documental como “extra” para los espectadores que acudan a verlo a las salas de cine.

Pero Ron Howard (y su guionista) no se quedan únicamente en la apretada agenda o en las exigencias de las giras, si no que hacen un acertado análisis de The Beatles como fenómeno social, acompañando la narración con referencias al momento histórico del siglo XX, el asesinato de Kennedy o la tensión racial en Estados Unidos están presentes en un documental que va más allá del fenómeno musical. Es ilustrativo de su influencia social el episodio de Jacksonville donde se negaron a actuar para una audiencia segregada racialmente y consiguieron que por primera vez, blancos y negros, entraran por las mismas puertas al recinto donde se celebró el concierto.

Con el éxito y la fama llegaron las controversias, las palabras de los cuatro músicos eran miradas con lupa, sacadas de contexto y utilizadas para dañar la imagen de quienes se habían convertido, como dijo John Lennon, en más influyentes que Jesucristo. Precisamente la repercusión de esta frase, sacada de contexto, hizo que la relación con los medios se fuera enrareciendo, sus ruedas de prensa ya no eran desenfadadas, gamberras y divertidas y comenzaron a ser tensas ante las impertinentes preguntas de los periodistas.

El relato del documental se conduce hacia dónde desde el principio quiere llegar, Paul, John, Georges y Ringo se hacían mayores, pasaban menos tiempo juntos, tuvieron familia y poco a poco se fueron distanciando. Las giras dejaron de ser divertidas y no disfrutaban en los escenarios, no se oían, no tenían la sensación de hacer la música que les había hecho triunfar. Y decidieron no hacer más giras aunque durante unos cuantos años siguieron grabando álbumes de estudio. Pero esa ya será otra historia, The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years no se ocupa de toda la trayectoria de la banda británica. No hay rastro de «Hey Jude», «Yesterday» o «Let it Be». Tampoco de la disolución del grupo ni sus carreras posteriores. El subtítulo The Touring Years especifica claramente que el trabajo de Ron Howard se centra precisamente en eso: en los años de giras y actuaciones en vivo.

Su (mítica) última actuación juntos en la azotea de los estudios Apple Corps de Londres muchos años después acompaña los títulos de crédito de este documental vibrante, lleno de energía, apoyado en una apabullante exhibición de archivo fotográfico y videográfico que funciona durante cien minutos al ritmo de una banda sonora inigualable.

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