Hay un dicho que reza: cría fama y échate a dormir. Es algo que con frecuencia se puede aplicar a los directores de Hollywood. Los Scorseses, los Allen o los Spielberg de turno a veces sacan películas como un mago monedas de detrás de una oreja y de cada cuatro se puede salvar una. David O. Russell es un buen ejemplo de ello; esta semana estrena la esperadísima Joy, pero mucho me temo que tanta expectación no ha hecho más que acentuar la decepción de una cinta que, al destaparse, no es más que humo bien vendido.
El director David O. Russell tiene entre su filmografía tres títulos notables: Tres reyes, The Fighter y El lado bueno de las cosas, estas dos últimas fueron consecutivas y llevaron a todos a pensar que estábamos ante uno de esos nombres que se convertirían en miembros del panteón de grande directores. Entonces llegó La gran estafa americana y demostró que una buena premisa y un excelente elenco de actores poco pueden hacer con un guión que se enrosca y enrosca intentando sorprender al espectador y que lo único que consigue es aburrirlo.
De nuevo, y eso hay que concedérselo al director, Russell ha reunido a un grupo de actores excepcionales en los que se debe destacar el trío femenino de secundarias formado por Diane Ladd, Virginia Madsen e Isabella Rosellini. El señor De Niro repite el personaje que lleva interpretando desde que decidió pasarse a la comedia. Que sí, que nos encanta, pero que a veces nos hace desear que Scorsese volviese a ponerle una pistola en la mano. En cuanto a Bradley Cooper, se marca un Meryl Streep en Sufragistas en toda regla: cinco minutos en pantalla y foto en el cartel de la película. Si alguien espera ver esos ojos azules mucho tiempo, es mejor que se compre una foto.
Y luego esta Jennifer Lawrence… y hace que la visita al cine nos parezca menos mala porque, una vez más, demuestra que es de lo mejorcito que hay en actrices de su generación. No tiene entre manos un papel lucido, pero como ya hiciese en La gran estafa americana, roba cada escena con un poder actoral que pasa de la comedia a la desesperación y viceversa con una gradualidad tan natural que hace de la protagonista un personaje auténtico y veraz.
No me gustaría dejar atrás el trabajo del reparto sin destacar al venezolano Édgar Ramírez en el papel del exmarido de Joy. Entró en el cine norteamericano como una cara para el thriller y la acción, pero aquí sorprende con un brillo para la comedia que le hace no solo divertido, sino el papel más entrañable de todos.
Además del gran elenco, hay que darle por bueno a Russell su buen gusto musical. La banda sonora tiene un papel esencial en todos sus títulos y Joy no es una excepción. Esa familia compuesta por cuatro generaciones distintas, se ve representada en una colección musical que mezcla temas clásicos de Ella Fitzgerald o Nat King Cole con rock de The Rolling Stones o Alabama Shake, además de un dúo compuesto por Jennifer Lawrence y Édgar Ramírez interpretando «Something stupid».
Tal vez si su tráiler no hubiese intentado vendernos algo que no es y nos hubiese avisado de que estamos ante una historia sobre un ama de casa que desea ser algo más, la decepción no hubiese sido tan enorme. Quizá si David O. Rusell se hubiese decidido por una inmersión más profunda sobre la relación de su protagonista con ese mundo tan extraño que debe ser la teletienda incluso hubiese ofrecido algo interesante al espectador, pero Joy es una historia carente de atractivo y contada con desgana en la que los simpáticos secundarios pasan sin pena ni gloria por escenas pobres en las que lo único que brilla es la luz de Jennifer Lawrence.