Para Audiard, sus personajes son, ante todo, seres humanos que huyen de un país en guerra (en este caso Sri Lanka) para tratar de encontrar en Europa (en este caso Francia) un nuevo comienzo renunciando incluso a su verdadera identidad. Dheepan (Jesuthasan Antonythasan) es un ex combatiente en la guerra civil de su país que junto a una joven mujer y a una niña huérfana conforman una familia impostada para conseguir entrar en Francia. Una vez en París, la niña (Claudine Vinasithamby) comienza a ir al colegio mientras Dheepan trabaja como portero en un sórdido edificio y la joven mujer (Kalieaswari Srinivasan) lo hace cuidando a un enfermo.
La película avanza en su primera mitad como un drama de personajes donde lo más importante es la progresión de los vínculos afectivos que se produce entre tres personas obligadas a entenderse pero no necesariamente a quererse. Audiard apunta hacia varios temas de enjundia como la integración de la niña en un sistema educativo extraño y cierto rechazo por parte de sus compañeros, el papel de la mujer inmigrante obligada a trabajar entre hombres, y la lucha de un hombre acostumbrado a la guerra por imponer un ambiente de paz en un vecindario retratado por Audiard con ambigua turbiedad.
La sutileza a la hora de abordar los momentos más comprometidos es la mayor virtud del largometraje en su primera parte, Audiard evita en todo momento caer en el morbo fácil y utiliza el lenguaje cinematográfico con enorme oficio situando en todo momento al espectador donde él quiere que esté, no nos da más información que la que quiere dar, y lo mismo coloca la cámara a pocos centímetros del rostro de uno de sus personajes que la saca del edificio para filmar una secuencia desde fuera y permitirnos mirar y escuchar solamente a través de los cristales.
Mediado el film, Jacques Audiard comienza a mostrar lo que mejor sabe hacer, retratar la violencia latente en la naturaleza humana y su afloramiento como resultado de los detonantes que ha ido cociendo durante el metraje precedente. A partir de aquí, la mujer, brillantemente interpretada por Kalieaswari Srinivasan pierde un poco de protagonismo y el personaje de la niña se diluye lentamente para que sea Dheepan el que soporte casi todo el peso del film cuando comprueba que las heridas que él creía cerradas se abren al encontrarse con otro tipo de guerra en el país al que huyó buscando paz.
Los tres citados intérpretes están sencillamente soberbios, más aún teniendo en cuenta que para los tres, su participación en esta película supone su primera incursión en el cine. Sobre su brillante trabajo y sobre el sólido guion del propio Audiard, Thomas Bidegain y Noé Debré, Dheepan se constituye como un potente film con la extraña cualidad de alternar momentos amables con otros de áspera crudeza, para dejar un poso de buen cine que confirma a Jacques Audiard como uno de los directores más sobresalientes, no sólo de nuestro país vecino, sino de todo el panorama cinematográfico europeo.
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