Las críticas de Laura Zurita
en la 70 SEMINCI:
El sendero azul
En un Brasil próximo y regido por decisiones administrativas que buscan “proteger” la recuperación económica, el Estado dispone la reubicación de las personas mayores en colonias especializadas. Tereza, una mujer de 77 años que vive en una ciudad industrial en la Amazonía, descubre que la edad límite se ha reducido y que está incluida en ese plan. En lugar de someterse, huye clandestinamente por ríos y afluentes en una odisea que mezcla el realismo social con lo onírico: la búsqueda de un viejo deseo —tomar un avión por primera vez— y el encuentro con personajes que alternan entre lo picaresco y lo simbólico. La travesía deviene, al mismo tiempo, acto de desobediencia y afirmación vital.
El sendero azul está dirigida por Gabriel Mascaro, sobre un guion que coescribe con Tibério Azul y Murilo Hauser. En su reparto encontramos a Denise Weinberg (Tereza), Rodrigo Santoro (Cadu), Miriam Socarrás (Roberta), Adanilo (Ludemir), entre otros. La película se estrena en España el 12 de diciembre de 2025 de la mano de Karma Films.

Una fábula contemporánea
El sendero azul es una fábula contemporánea que muestra una inquietud política sobre un hecho que planea sobre las vidas de muchos. La decisión de Tereza de negar la reubicación impuesta por el Estado no es sólo un acto de supervivencia individual, sino una protesta silenciosa contra una lógica que considera la vejez como problema social.
A primera vista El sendero azul podría parecer una road movie, aunque quizás sea más justo llamarla película-río, porque las idas y venidas suceden en la corriente del agua y responden a su ritmo.
Denise Weinberg ofrece una protagonista magnífica. Su Tereza es terca, autónoma y voluntariosa. Weinberg logra que la rebeldía no se traduzca en caricatura, sino en un temperamento complejo que nos fascina por su resistencia y su dignidad. Entendemos su ansia de libertad y sus pequeños actos de independencia, que son también una forma de negarse a desaparecer. Algunas de sus travesías por el río resultan apasionantes; otras, más informativas que vivas, parecen pensadas para aportar datos que luego la narración recoge, sin llegar a tener entidad propia.

Una Amazonia atractiva e inquietante
La Amazonía que El sendero azul retrata es tan atractiva como inquietante. Hay momentos que parecen pensados sólo para el disfrute estético, pero dentro de ellos anida una cierta violencia contenida. La escena de los dos peces en una pecera es un ejemplo perfecto: una imagen hermosa y cruel al mismo tiempo. Durante esos instantes, la película alcanza una pureza visual que se sostiene por sí sola, aunque esos momentos no basten siempre para equilibrar las partes más erráticas del relato.
Porque El sendero azul también se dispersa. Hay tramos en los que la narración se entrega a lo anecdótico, episodios que parecen añadidos para entregar información o forzar un encuentro. Esa deriva resta fuerza a lo que podría haber sido un relato más centrado, más contundente. No es un fallo menor: cuando la película se dispersa, el mensaje se diluye y la potencia política se debilita.
El guion de El sendero azul muestra sin exceso de explicaciones. Las inquietudes sobre la geriatrización forzada están claramente presentes, no obstante, y eso deja la inquietante sensación de que lo que vemos podría suceder en cualquier país. El sendero azul se convierte así en un espejo incómodo: lo que Mascaro muestra, con su calma y su belleza, tiene una cercanía perturbadora.
Esa lectura conecta inevitablemente con Plan 75, la película japonesa que imaginaba una sociedad que ofrece a los mayores una salida ordenada y definitiva, o sea, un suicidio. Ambas proponen mundos donde la vejez es percibida como una carga, aunque con aproximaciones distintas: mientras Plan 75 articula su denuncia desde la lógica del sistema, El sendero azul lo hace desde la fábula. En ambos casos late la misma pregunta: ¿Qué lugar concede nuestra sociedad a quienes ya no producen?
El sendero azul habla de resistencia y tenacidad en los que se niegan a ser apartados. Una película que mira la vejez sin victimismo y que desea que incluso en la última estación siga siendo posible elegir el rumbo, aunque sea a contracorriente.
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