lunes, octubre 7, 2024

71 SSIFF. Retrospectiva – Hiroshi Teshigahara. Crítica ‘Rikyu’ (1989)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva Hiroshi Teshigahara
Rikyu (1972)

Rikyu es un drama japonés que está dirigido por Hiroshi Teshigahara y cuenta con un guion escrito por él mismo junto a Genpei Akasegawa (Prisoner/Terrorist), adaptando la novela «Hideyoshi to Rikyu» de Yaeko Nogami. La historia nos sitúa en el Periodo Monoyama (siglo XVI), cuando todas las artes florecían en Japón, al igual que las guerras y las intrigas de poder entre los señores feudales. Un sereno y prudente maestro del té, tratará de templar la ambición bélica de su poderoso señor que pretende unificar Japón invadiendo a China y Corea. Está protagonizada por Rentarô Mikuni, Yoshiko Mita, Tsutomu Yamazaki, Kyoko Kishida, Tanie Kitabayashi, Ryo Tamura, Koshiro Matsumoto y Yasosuke Bando. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2023 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al director.

El maestro de té y el gobernante megalómano

Las dos últimas películas rodadas por Hiroshi Teshigahara, Rikyu (1989) y La princesa Goh (1992), supusieron una ruptura drástica en el estilo cinematográfico de su autor y casi parecen filmadas por un director distinto. Ambas forman una bilogía histórica sobre la parte central del Período Azuchi-Momoyama, en concreto, los años de mandato del daimio (señor feudal) Toyotomi Hideyoshi, que promulgó la unificación de Japón y abogó por la invasión de China y Corea para extender el Imperio japonés más allá de sus fronteras, aunque terminaría fracasando en su megalómano intento.

Teshigahara abandona aquí el cine vanguardista para adentrarse en una narrativa de corte clásico que recuerda a los grandes maestros que le precedieron. El guion se inspira en la novela «Hideyoshi to Rikyu» de la activista feminista Yaeko Nogami, y cuenta la historia real de Sen no Rikyū (fantástico Rentarô Mikuni), maestro de la ceremonia del té que la convirtió en una práctica espiritual a partir de los valores zen del budismo para un desarrollo interior en armonía con la naturaleza. Su talento y su talante hicieron que se convirtiese en consejero de confianza del belicista gobernante Hideyoshi (Tsutomu Yamazaki), lo que despertaría envidias y suspicacias hacia su persona. Finalmente acabaría desafiando una de las opiniones del general y por ello sería condenado a cometer seppuku (suicidio ritual que se efectúa clavándose una daga en el vientre). Murió el 28 de febrero de 1591 a la edad de 70 años.

Teshigahara filmó esta historia con una serenidad escénica asombrosa que se alejaba de cualquier atisbo de experimentación, se trata de un homenaje al arte y la meditación dedicado a la figura de su padre, Sōfū Teshigahara, maestro en arreglos florales ikebana, quien ya le había inspirado un par de trabajos documentales anteriores.

Rikyu

Más allá del ritual

La ceremonia del té es un ritual imprescindible para entender la historia de Japón y así lo entiende el director Teshigahara al centrar su película Rikyu en los encuentros entre el maestro y el daimio compartiendo té, de hecho, son el reflejo de un contexto histórico convulso que se desgrana a través de sus conversaciones. Ambos personajes simbolizan posturas opuestas en la humanidad (y en la manera de entender Japón): paz o guerra; simplicidad u ostentación; sabiduría o ignorancia; humildad o codicia; espiritualidad o materialismo; arte o política (que, a priori, no deberían estar reñidas, pero casi siempre lo acaban estando). El maestro del té querrá apaciguar sin demasiada suerte la obsesión conquistadora del gobernante que, tras la unificación de Japón, pretenderá seguir expandiendo el territorio con una sangrienta incursión en Corea y China.

La locura dictatorial de Hideyoshi queda escenificada con esa bola del mundo que recibe como regalo y con la que juega como si fuera Charles Chaplin en El gran dictador (1940), el personaje está descrito desde el histrionismo y el capricho infantil. Su ambición desmedida contrastará con los valores de austeridad que enseña el maestro en sus ceremonias del té, por eso resulta contradictorio cuando el gobernante, discípulo que desea aprender tan noble arte, decide construir un chashitsu (casa de té) dorado.

En la película también queda reflejada la reticencia inicial a que las mujeres se convirtiesen en maestras de las ceremonias del té, aunque finalmente veamos como la mujer del maestro, Riki (Yoshiko Mita), enseña los fundamentos del ritual a Yodogimi (Kyôko Kishida), la esposa del general. Es un apunte breve que conecta con la visión del director acerca de la estructura patriarcal en la que se sustentaban los cimientos del país y los pequeños cambios que comenzaron a cursarse para entender el presente.

Rikyu

Las contradicciones de un déspota

En Rikyu se deslizan varios símbolos que solo pueden ser entendidos dentro de la cultura japonesa, por ejemplo, el amargo disgusto que padece Hideyoshi cuando el maestro intenta servirle un té matcha en un chawan (taza artesanal de cerámica) de color negro. En realidad, es una señal que identifica las inseguridades del general por considerar que da mala suerte debido a que el negro se asocia en Japón al estrato inferior de la sociedad, es decir, renunciar a beber té en una taza negra es la manera que tiene de repudiar a su pasado de origen humilde. El ejercicio militar como expresión máxima de poder o su interés en aprender el refinamiento que conlleva la ceremonia del té son las formas que tiene para construirse una personalidad ficticia que le aleje de quien verdad es.

Teshigahara asume en su película el ritmo parsimonioso del ceremonial para desentrañar la historia del país a través de la relación entre esos dos hombres antagónicos. La puesta en escena es sencilla y, por momentos, la atmósfera resulta asfixiante dentro de esas casas de té filmadas en un formato de pantalla 4:3. La fotografía de Fujio Morita utiliza colores neutros y luz natural para los interiores, mientras que el inseparable colaborador Tôru Takemitsu se muestra más cauto que de costumbre con una banda sonora funcional que utiliza melodías sinfónicas que subrayan el clasicismo histórico de la propuesta.

Rikyu

Teshigahara nos sirve un té de sabor inesperado

«El final es el principio de algo nuevo», se escucha en uno de los diálogos. El sacrificio de Rikyu significó una declaración de intenciones para el concepto de honorabilidad japonés. Las enseñanzas del maestro quedaron grabadas en piedra para las generaciones venideras reflexionando acerca de las virtudes que poseen los seres humanos que unifican lo artístico con lo espiritual para recorrer así un camino común de sabiduría y autoconocimiento.

Para Hiroshi Teshigahara esta película y su secuela, La princesa Goh, supusieron un viraje inesperado que lo alejó del virtuosismo simbolista de sus colaboraciones con Kōbō Abe, para acercarlo a una narrativa rigurosa que recuperaba el espíritu clásico de los maestros japoneses de los años 60. El final del director, pues, fue el principio de algo nuevo en su filmografía. Por otro lado, como curiosidad informativa, la historia de Sen no Rikyū ha tenido otras adaptaciones cinematográficas como La muerte de un maestro de té (Kei Kumai, 1989) o Rikyû ni tazuneyo (Mitsutoshi Tanaka, 2013), pero la de Teshigahara es la más recordada hasta la fecha.
Rikyu


¿Qué te ha parecido la película?

Rikyu

7.5

Puntuación

7.5/10

Deja un comentario (si estás conforme con nuestra Política de Privacidad)

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Síguenos

9,670FansMe gusta
2,070SeguidoresSeguir
500SeguidoresSeguir
23,108SeguidoresSeguir
5,210SuscriptoresSuscribirte
- Publicidad-

ÚLTIMAS PUBLICACIONES

La aclamada ‘Las lecciones de Blaga’, de Stephan Komandarev, se estrena en Filmin

El viernes 11 de octubre Filmin estrenará Las lecciones de Blaga, nueva obra de Stephan Komandarev, candidata por Bulgaria al Óscar a Mejor Película...