jueves, marzo 28, 2024

Ciclo Takeshi Kitano: Crítica de ’Dolls’ (2002)

Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Takeshi Kitano

Dolls

Unidos por un lazo rojo, dos personas vagan en busca de un sentimiento que quedó perdido en el tiempo. Un jefe yakuza rescata del abismo de su memoria pequeños recuerdos de la mujer que abandonó por alcanzar su sueño. Y una excantante de pop medita sobre su belleza perdida en la orilla del mar, observada de lejos por Nukui, el único fan que no la ha olvidado. Dirigida por Takeshi Kitano, Dolls está protagonizada por Miho Kanno, Hidetoshi Nishijima, Tatsuya Mihashi, Chieko Matsubara, Kyôko Fukada y Tsutomu Tageshige.

Takeshi Kitano vuelve a subir la apuesta

Llegados a este punto del ciclo dedicado a Takeshi Kitano como director, está claro que ya hemos visto al cineasta tanto en su faceta violenta con películas plagadas de yakuzas asesinos con pocas dotes dialécticas, pero también dirigiendo películas más metafóricas y donde el amor está presente. Así, tras ganar el León de Oro en 1999 con Hana-bi. Flores de fuego, Kitano volvió al Festival de Venecia tres años después con Dolls, quizás su película más experimental hasta entonces, y con la que cautivó desde el primer momento a crítica y público.

Convertida de inmediato en uno de los títulos emblemáticos de su filmografía, suponía el reencuentro de Kitano con dos grandes maestros del cine japonés: Joe Hisashi en la banda sonora y Katsumi Yanagishima en la fotografía, habituales colaboradores del director.

En Dolls, unidos por un lazo rojo, Sawako y Matsumoto vagan en busca de un sentimiento que quedó perdido en el tiempo. Hiro, un jefe yakuza, rescata del abismo de su memoria pequeños recuerdos de la mujer que abandonó por alcanzar su sueño. Y Haruna, una excantante de pop, medita sobre su belleza perdida en la orilla del mar, observada de lejos por Nukui, el único fan que no la ha olvidado. Tres historias de amor imperecedero.

Historias dolorosamente románticas

Dolls está basada en el teatro Bunraku tradicional, nombre por el que es conocido el teatro de marionetas japonés Ningyō jōruri, caracterizado por la unión de tres artes escénicas distintas: las marionetas, la recitación y la música, y que forma parte del patrimonio cultural de la humanidad desde 2005. En esta película, con una clara apuesta formal muy teatral, entreteje tres historias alrededor del amor en una película episódica y relajada donde la puesta en escena tiene un papel fundamental.

Kitano reflexiona sobre las viejas tradiciones mientras presenciamos tres historias independientes y contemporáneas de un desafortunado amor en las que se trata la traición, la presión social y la idolatría. Tenemos por un lado la historia más impactante, la de un joven que desaira a su novia, y la joven acaba vagando por el mundo conectada por una cuerda roja al novio arrepentido. Por otro lado, tenemos la historia de un hombre que deja a su novia, obsesionado con su ansia de poder y riqueza. Décadas más tarde, esta dura decisión le ha marcado a lo largo de su vida y ​regresa al lugar donde solían encontrarse los jóvenes amantes. Y, por último, una diva del pop queda desfigurada en un grave accidente pero, mientras todo el mundo la da la espalda, su fan más leal quiere demostrarla su devoción de una manera un tanto drástica. Obviamente, la inevitabilidad de una catástrofe que se aproxima resuena como trasfondo en las tres historias, dejándonos la sensación permanente de que nada puede salir bien.

Aunque estamos acostumbrados a ver a Kitano frente a la cámara en sus propias películas, en esta ocasión no sólo no se reserva un papel sino que también deja de lado a muchos de sus actores habituales, pero no echamos de menos a nadie gracias al magnífico trabajo interpretativo de su reparto, en especial de Miho Kanno y Hidetoshi Nishijima, perfectos en sus papeles, y sin necesidad de diálogos para exprimir al máximo su historia, dejando en su lenguaje corporal todo el peso de su trágico viaje para transmitir sus emociones.

De lo evidente a la insinuación

En otras películas de Kitano teníamos violencia en muchos planos, y éramos conscientes de cómo las cosas no iban bien por lo que nos mostraban en pantalla, pero estas tres historias están narradas de forma tan empática que no necesita ser mostrado todo aquello que puede quedar implícito, siendo mucho más efectivo el drama cuando somos nosotros quienes debemos unir las piezas en nuestra imaginación tras ver el resultado, evidenciándose en cada plano que en Dolls se buscó quitar importancia al nivel de contenido para favorecer el poder simbólico de sus imágenes.

Esta forma de jugar con nuestra mente es quizás lo que eleva el nivel de Dolls sobre otras películas del cineasta, siendo una experiencia más escénica que ninguna de las anteriores películas de Kitano, sin olvidarnos del viaje pictórico al que nos lleva el director gracias a un maestro de la fotografía como Katsumi Yanagishima, y el uso de imágenes que hacen de sus personajes auténticas marionetas, gracias al saber hacer del maestro de vestuario Yohji Yamamoto, quien tuvo plena libertad para realizar esta auténtica joya visual del séptimo arte. Hay que destacar una escena donde el vestuario cobra una importancia excelsa, en la que la pareja que vaga van vestidos con kimonos que arrastran la nieve a su paso dejando marcado su camino, transmitiéndonos una lluvia de emociones y sensaciones gracias a la belleza de cada uno de sus planos.

De nuevo el Kitano más japonés y visual

Takashi Kitano recibió muchas críticas tras el estreno de Brother, acusando al director de haber realizado tan solo una película de mafias, como si tuviera la obligación siempre de combinar muchos géneros o romper los esquemas, aunque personalmente Brother me parece que es una película aporta mucho más de lo que aparenta a simple vista. Posiblemente, tras esas críticas, el cineasta acabara realizando Dolls, no para resarcirse, sino para demostrar que seguía teniendo algo especial, consiguiendo una obra alejada casi de cualquier género, cediendo la importancia a las imágenes a la hora de mostrarnos tres historias románticamente dolorosas.

Si se quejaban algunos de ser Brother una película excesivamente «gris», Kitano respondía con esta auténtica dramaturgia de color, una película más colorida en términos de paleta de colores reales, siendo un deleite visual cada plano que no para de evocar emociones en el espectador con su cuidadosa puesta en escena. Entre el uso de coloridos paisajes japoneses y el arte de Yohji Yamamoto, Kitano lo tenía todo para dar forma a esta impresionante y colorida tragedia siguiendo los patrones de las cuatro estaciones.

Por si no fuera suficiente, la banda sonora, una vez más de Joe Hisaishi, también es de una belleza excepcional, pudiendo aventurarme a decir que (al menos para mi) es una de sus mejores bandas sonoras, necesitando tan sólo unas pocas notas para crear una atmósfera acogedora que nos haga apreciar aún más la belleza de cada plano, fusionándose a la perfección con cada trágica historia de amor.

Dolls es un viaje emocional con una puesta en escena sobresaliente, un colorido excepcional y una banda sonora inolvidable, capaz de despertarnos emociones más allá de las palabras mientras nos sumergimos en la tristeza de sus melancólicos personajes a través de la belleza de sus planos.


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Dolls

9

Puntuación

9.0/10

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