sábado, abril 27, 2024

Centenario Ava Gardner: Crítica de ‘La hora final’ (1959)

Las críticas de Daniel Farriol:
Centenario Ava Gardner
La hora final (1959)

La hora final (On the Beach) es un drama apocalíptico estadounidense dirigido por Stanley Kramer (El mundo está loco, loco, loco, ¿Vencedores o vencidos?). El guion corre a cargo de John Paxton (Salvaje, Encrucijada de odios), adaptando una novela de Nevil Shute. La historia nos presenta un mundo que debe hacer frente a un holocausto nuclear que ha aniquilado casi por completo a los seres humanos, tan solo queda un grupo de personas que viven en Australia esperando que la nube tóxica llegue hasta allí. El comandante de un submarino recibe la misión de buscar supervivientes en otros lugares. Está protagonizada por Gregory Peck, Ava Gardner, Fred Astaire, Anthony Perkins, Donna Anderson, John Meillon, Lola Brooks y John Tate.

Una propuesta apocalíptica diferente

La hora final es un insólita propuesta antibelicista, menos recordada de lo que merecería, que en su momento buscaba dar un toque de advertencia a lo que podría pasar si seguía la escalada de tensión en plena época de la Guerra Fría. La película fue rodada en 1959, pero se ambienta en 1964, justo 25 años después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y 50 años respecto a la Primera. Para esta ficticia Tercera Guerra Mundial, el guion de John Paxton que adaptaba una novela de Nevil Shute, imagina un fin del mundo lento que va pereciendo en silencio ante lo inevitable.

Lo habitual, por entonces, era afrontar el conflicto ruso-estadounidense desde una perspectiva bélica, adentrándose en el subgénero de espías, en la comedia satírica como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964) o abrazando directamente el género fantástico y el terror de Serie B con alegorías que reflejaran la situación sin perder de vista el aspecto recreativo del cine. Lo original y diferenciador que tiene esta película de Stanley Kramer es proponer un mundo apocalíptico desde lo íntimo y reflexivo, un relato descarnado y desencantado con la raza humana que se centra en las relaciones de un pequeño grupo de personajes al borde del insalvable abismo.

Un drama psicológico con disfraz de thriller apocalíptico

En La hora final se nos muestra como un holocausto nuclear ha borrado casi por completo la humanidad de la faz de la Tierra, tan solo quedan a salvo los habitantes de Australia y la tripulación de un submarino militar. Dwight Towers (Gregory Peck) es el comandante de ese submarino cuya última misión consiste en buscar a supervivientes en alguna parte del mundo que ofrezcan una salida al fatal desenlace que se avecina. La nube tóxica radioactiva se va acercando poco a poco al último enclave humano donde la vida parece transcurrir plácidamente, aunque la situación va haciendo mella en la moral de los supervivientes. Los suministros se agotan, el tiempo se acaba.

Bajo ese planteamiento de thriller de ciencia-ficción se hace una apuesta por la introspección psicológica con cabida incluso para el romance. Entre los personajes principales encontramos a una joven pareja, el Teniente Peter Holmes (Anthony Perkins) y Mary (Donna Anderson), que han sido padres recientemente y tienen formas distintas de afrontar el apocalipsis venidero; un cínico solitario, Julian Osborn (Fred Astaire), que se refugia en su pasión por las carreras de coches; y una viuda marchita, Moira Davidson (Ava Gardner), que anestesia sus penas descorchando botellas de licor. El Comandante Towers, con sus propios demonios del pasado a cuestas y resumidos en una fotografía, iniciará una relación sentimental con Moira que les hará olvidar por un instante la caducidad de esa sobrevenida felicidad.

Una puesta en escena rompedora

La hora final es una película devastadora y trágica en muchos de sus planteamientos. Rodada en blanco y negro por Giuseppe Rotunno y Daniel L. Fapp para ahondar en esa sensación de desesperanza colectiva, el director neoyorkino Stanley Kramer realiza uno de sus mejores trabajos profundizando en las emociones de los protagonistas sin perder de vista una gran creatividad en la puesta en escena, por ejemplo, mediante la utilización de la profundidad de campo para contraponer los distintos espacios anímicos en los que se encuentran los personajes, encuadres atípicos o torcidos como método visual para definir la incomodidad que sienten, o elementos embellecedores destacables como un travelling circular durante un apasionado beso entre Peck y Gardner. Uno de los mejores momentos de la película es la espectacular carrera suicida de coches protagonizada por el personaje de Fred Astaire, una secuencia de acción apabullante.

El tono generalizado de la película es triste y apesadumbrado, tan solo está salpicado por algunas gotas de humor que acaban congelándose (el camarero que coloca bien un cuadro que se tuerce cada vez que se cierra la puerta del bar y que al final desiste de su empeño cuando asume lo absurdo de esa acción) o mediante el deslumbramiento momentáneo que propone el romance central. Supongo que esa sensación de tristeza absoluta que rebosa cada fotograma del filme (los personajes adquieren pastillas para suicidarse antes del holocausto y el personaje de Perkins plantea la opción de dárselas a su bebé) es lo que hizo que la película fracasara en taquilla y que el paso del tiempo tampoco haya hecho justicia a los méritos fílmicos que posee. La hora final se aleja de los estándares más reconocibles del Hollywood clásico, estando mucho más cerca del cine europeo que se estaba realizando en aquellos años en Italia, Francia o Alemania.

La banda sonora utiliza de manera recurrente la canción tradicional «Waltzing Matilda» cuya melodía sirve igualmente de inspiración para la instrumentación sinfónica que realiza Ernest Gold. Aunque, tal vez, se abusa de este recurso musical, es una forma curiosa de puntear las distintas secuencias para darles un sentido dramático distinto según sea la utilización que se hace de la canción en cada momento, desde lo festivo a lo melancólico.

Ava se desprende del control de la MGM

En La hora final, nuestra homenajeada Ava Gardner tarda casi 20 minutos en aparecer, pero luego nos brinda una de las mejores interpretaciones de su carrera. Tras finalizar su contrato con la MGM esta fue la primera película que pudo escoger libremente sin las presiones de un estudio. Este rol de Moira Davidson que le valió una nominación a los BAFTA, le permitió mostrar su valía con un personaje lleno de capas y aristas que, sin embargo, no renunciaba por ello a explotar su belleza física. Una de las mejores escenas que tiene a nivel interpretativo es la borrachera que comparte con Peck (con el que ya había coincidido varias veces en pantalla y tenía buena química). Ahí ya se puede intuir una madurez temprana que comenzaba a dejar atrás a aquella jovenzuela sureña convertida en sex symbol, pero aún tiene momentos tan sensuales como su aparición en bikini o su paseo por el puerto bajo la atenta mirada de docenas de marineros embobados por su presencia.

Kramer no escatima esfuerzos para regalarle varios planos maravillosos. Por ejemplo, hay un beso con Peck velado por la luz solar o ese otro plano de despedida en que observa sumergirse al submarino para dirigirse hacia su último destino. Es hermoso y terrible al mismo tiempo. La sutileza del director hace que no necesite mostrar cadáveres para acrecentar el miedo al apocalipsis, en cambio, los planos de las ciudades vacías no pueden ser más desoladores y terroríficos.

La gran ironía que contiene la película es hallar una botella vacía de coca-cola (símbolo del capitalismo y del anticomunismo) enganchada a una cortina y que por efecto del viento produce una señal eléctrica en San Diego. Por un instante, esa transmisión en código morse ininteligible hace creer en la esperanza de una supervivencia, pero resulta ser una broma del destino tan macabra como patética. En una época donde Rusia ha invadido Ucrania y la escalada de tensión vuelve a estar presente en la política internacional, el alegato antibelicista de La hora final sigue estando vigente mediante ese revelador plano final donde un cartel reza «There Is Still Time… Brother».


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La hora final

8.5

Puntuación

8.5/10

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