Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Sweet Girl
Ray Cooper (Jason Momoa), un devoto padre de familia, jura llevar ante la justicia a la compañía farmacéutica responsable de retirar del mercado un medicamento que podría haber salvado a su esposa (Adria Arjona), fallecida por cáncer. Pero la búsqueda de la verdad lo lleva a un encuentro mortal que pone en peligro a él y a su hija (Isabela Merced), y entonces su misión se convierte en una cruzada vengadora para proteger a la única familia que le queda. Sweet Girl está dirigida por Brian Andrew Mendoza y protagonizada por Jason Momoa, Isabela Merced, Justin Bartha, Amy Brenneman, Manuel Garcia-Rulfo, Raza Jaffrey, Lex Scott Davis y Michael Raymond-James. La película se estrena en Netflix el 20 de agosto de 2021.
Momoa cumple sus promesas, pero esta película no
Leyendo la sinopsis parece que estamos ante una película de venganza que bien podría haber protagonizado Liam Neeson, pero en esta ocasión el «vengador» Ray Cooper es interpretado por Momoa, quien se mete en la piel de un luchador de artes marciales mixtas pero sobre todo un esposo y padre cariñoso.
Su esposa, Amanda, enferma de cáncer, sólo tiene una forma de salvarse, y es gracias a la administración de un medicamento cuyo coste, lamentablemente, está fuera del alcance de la familia. Un rayo de esperanza llega gracias a un medicamento genérico equivalente, fabricado por una empresa competidora, pero cuando va a comenzar su tratamiento, el director ejecutivo de la farmacéutica sin escrúpulos BioPrime, Simon Keeley (Justin Bartha), fabricante del fármaco original, logra retirar del mercado el producto de la competencia. Ray, enfurecido y desconsolado, jura venganza por el destino de su esposa. A partir de aquí, lo que viene nos lo podemos esperar, una auténtica caza de los responsables de esta trama que implica a gente de todos los estamentos.
La película de Brian Andrew Mendoza se mueve por lo tanto en el terreno de las películas de venganza con subtexto familiar, con el deseo de venganza del protagonista contenido por la racionalidad cada vez más inaudita de su hija. La presencia de dos protagonistas y un equilibrio de la narrativa en la perspectiva de uno y otro auguraba algo diferente a lo habitual y que seguramente mejorara la media de otras producciones similares, pero si el personaje de Momoa siempre cumple sus promesas, esta película no cumple con lo que prometía.
Entre golpes anda el juego
Antes de dejarse ver en la esperada Dune de Denis Villeneuve, Momoa alterna su papel de Aquaman con el de héroe de acción repleto de músculos, que en esta ocasión tiene algo de corazón. Sweet Girl encaja dentro de las películas «rápidas» que hace Momoa y están plagadas de violencia, pero en la que hay una ausencia total de calidad artística y visual, siendo una mera producción para pasar el rato en Netflix, en la que para colmo han intentado dar un giro que no es para nada convincente.
Sweet Girl está plagada de clichés, pero su intento por ser una épica aventura de acción y venganza con algo de psicología no hace más que provocar cierto aburrimiento. No es tanto que sea una película olvidable como el hecho de olvidarnos de algunas escenas nada más verlas. En muchas ocasiones, este tipo de películas se salvan gracias a alguna escena concreta de acción que queda en nuestra retina, pero aquí no tenemos ni eso. Es una versión innecesaria de Venganza de Liam Neeson, pero que para eso ya tenemos esa franquicia.
Ni buenos muy buenos, ni malos muy malos
Los diálogos entre Momoa e Isabela Merced son redundantes y poco convincentes, pareciendo estar de relleno entre escenas de acción, que no son pocas. De Momoa no podemos esperar más de lo que nos da: buenas peleas cuerpo a cuerpo, buena presencia física, un espíritu vengativo creíble, y un toque de drama que no choca con su personaje. No estamos acostumbrados a ver al actor en el papel de un hombre vulnerable, que exige demuestre sus emociones, pero al menos compagina bien esa faceta con la de repartidor de leches, aunque es excesivamente agresivo para querer también convencernos de tener corazoncito.
Isabela Merced, a quienes muchos conocíamos antes como Isabela Moner, sigue en su afán aventurero, y tras haber sido Dora la exploradora, aquí incrementa sus habilidades para repartir estopa de otra manera, enseñada muy bien por su padre en la ficción, pero su actitud parece ilógica y contradictoria, no siendo tanto culpa suya como del guion. Al menos sabemos que Merced es una estrella de acción en ciernes, y puede que la veamos más en este tipo de producciones.
Por separado, Jason Momoa e Isabela Merced son actores generalmente agradables, que suelen cumplir con sus roles en la mayoría de las películas que protagonizan, pero no es que aquí no tengan química entre ellos, sino que sus personajes carecen completamente de encanto y carisma, con una relación que parece muy forzada.
Curiosamente, en una historia de venganza siempre viene bien tener un villano digno y con carisma, para que tengamos ganas de ver como el protagonista ajusta cuentas, pero Sweet Girl tiene tantos giros y detalles confusos en su trama, con hasta tres villanos diferentes a cada cual menos carismático, que no tenemos en el reparto un buen actor al que queramos ver como le parten la cara, quedando todo el peso narrativo sobre Jason Momoa, pero es demasiado peso hasta para las anchas espaldas de Momoa.
En busca de la profundidad perdida
Si Brian Andrew Mendoza quería dirigir una película de venganza, debería centrarse en eso y no jugar con el espectador con una excesiva duración, aunque ese tiempo añadido se supone que está justificado por el giro narrativo final, que parecía destinado a querer dar a la película una profundidad que no acaba consiguiendo, y que no encaja con nada de lo que hemos visto en los minutos previos. Los guionistas Gregg Hurwitz y Philip Eisner no confiarían en la simplicidad de una historia repleta de peleas, y buscaron transformarla en algo más psicológicamente inesperado para alejarse de los clichés, pero no logran convencernos ni con ese giro.
Sin ese giro, podría haber quedado Sweet Girl como una película un poco mediocre pero clara en sus intenciones, de la que destacar algunas coreografías en las escenas de acción y la presencia de Momoa, pero su intento de ser algo más «intelectual» no hace más que echarnos atrás y desinflarnos en sus minutos finales, resultando en una película pretenciosa que no da lo que parecía querer ofrecer.
Sweet Girl es una buena película a nivel de persecuciones, peleas y venganza, con Momoa en su salsa, e incluso se digna a criticar la crueldad de la industria farmacéutica, pero los intentos de dotar de drama y psicología s la historia no hace más que reforzar sus deficiencias.
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