La maldición pandémica para ‘Historias lamentables’
Una vuelta reconocible a los orígenes del humor «made in Fesser»
«Rayito» y «El hombre de la playa»
El prólogo «Rayito» resulta una buena manera de empezar esta antología de la mala leche. Fesser nos sitúa en la fiesta de jubilación del afamado empresario fundador de una línea de transporte. Su heredero es un joven acomplejado y torpe (un acertado Pol López) que para impresionar a su padre le prepara una sorpresa que anuncia a bombo y platillo como si estuviera en un show de televisión. Apelando a las emociones y los recuerdos de sus inicios, le tiene preparado un montaje audiovisual con imágenes de algo por lo que el hombre sentía un especial apego emocional: su primer coche. Todo parece indicar que tras una exhaustiva búsqueda el hijo ha encontrado aquel auto… «Rayito» es el más corto de los episodios. Un prólogo de desarrollo previsible que sirve para ponernos en situación y adentrarnos en el mundo de humor negro y socarrón que tiene Fesser.
«El hombre de la playa» es el fragmento clave de Historias lamentables. Una pequeña Obra Maestra del humor absurdo. La historia nos presenta a Bermejo en su infructuoso intento de llegar a la playa de Gandía para coger sitio al amanecer en primera línea de mar. Solo tiene que cruzar una carretera desde su apartamento vacacional, pero el trayecto se convertirá en una auténtica odisea que le llevará incluso a enfrentarse con algunos fantasmas del pasado que creía olvidados.
Con un asombroso Chani Martín como sufridor de turno, nos encontramos ante un ingenioso e hilarante ejercicio de humor salvaje. Porque el humor de Fesser se basa en aquéllo tan humano que es reírse de los demás, especialmente de sus desgracias, pilar en que ya se sustentaban las peripecias de Chaplin, Keaton o Lloyd. El protagonista de este segmento, Bermejo, es una persona meticulosa y repelente, con una dependencia obsesiva por el cumplimiento de las normas establecidas. Al principio nos caerá mal, pero terminaremos sintiendo lástima cuándo recibe de su propia medicina. Hay algunos momentos verdaderamente descacharrantes.
«El cumpleaños de Ayoub» y «La excusa»
El siguiente episodio «El cumpleaños de Ayoub» sigue la estela cañera del anterior, pero con un componente extra de crítica social. En este caso, el protagonista es un inmigrante africano sin papeles (Matías Janick) que intenta ganarse la vida haciendo chapuzas y trabajos de jardinería. En su camino se topa con Tina (desatada Laura Gómez-Lacueva), una mujer inestable e insufrible que se aprovecha de los demás para encontrar una salida a su propia situación de miseria económica y a un inminente desahucio. Juntos inician un viaje de pesadilla que pondrá a prueba la paciencia del inocente Ayoub y también del espectador que sufrirá con él. Si resulta sencillo reírse con las putadas que sufre Bermejo, aquí las carcajadas quedan a menudo congeladas por la candidez del protagonista y por lo terriblemente reconocible de las situaciones de precariedad económica que se plantean. La sátira se vuelve negrísima.
El episodio final de Historias lamentables es «La excusa». Es el que menos me interesa. La historia la protagoniza Alipio (Alberto Castrillo Ferrer), un hombre que ha estado robando dinero de la empresa familiar y que es descubierto por sus hermanas que le exigen explicaciones. Para salir del entuerto recurre a una empresa llamada «Excusas, S.L.» que se dedica a fabricar locos pretextos con todo lujo de actores y efectos especiales para que así sus clientes puedan salirse con la suya y colar sus mentiras. Como puedes imaginarte, la cosa no saldrá ni mucho menos como el protagonista espera. El punto de partida me resulta atractivo, pero este episodio es demasiado largo y tiene un ritmo menos dinámico que los demás, lo que acaba perjudicando al conjunto.
Historias lamentables sobre personas lamentables
Historias lamentables mete el dedo en la llaga de lo peor de la conducta humana. Lo hace con irreverencia y muy mala baba, recogiendo en su imaginario de (sur)realismo cotidiano y berlanguiano algunos temas conflictivos que podrían incomodar a los habituales “ofendiditos”. El bullying, el racismo, el acoso, las diferencias sociales, las relaciones familiares o la pobreza son temas que sirven para reírnos de las desgracias ajenas y ponernos frente a un espejo para reírnos de nosotros mismos. Si eres capaz de hacer ese ejercicio de humildad te lo pasarás pipa. Una gran comedia, original y divertida. Y con el sello inconfundible de Javier Fesser.