martes, marzo 19, 2024

Crítica de ‘Dunkerque’: Incontestable obra maestra de Christopher Nolan

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: Dunkerque 

En casi todos los medios en los que se habla de cine, ya sean periodísticos, profesionales o incluso académicos, suele hacerse una grosera distinción entre lo que se ha venido a llamar cine de autor y el cine de Hollywood como si ambos conceptos fueran no solo antitéticos sino además, excluyentes. Hay media docena de tipos en Hollywood que de vez en cuando vienen a contradecir esta máxima instalada como un dogma de fe. Como no quiero distraerme ni distraer, no citaré a nadie más y voy a referirme únicamente a Christopher Nolan, un tipo tan complejo como sobrado de talento que cada dos o tres años nos deja con la boca abierta a base de películas en las que utiliza y asume el manejo de todos los ingredientes del cine para crear historias en las que lo que cuenta está siempre íntimamente ligado al modo de contarlo. ¿Y qué puede ser eso si no es autoría?

Dunkerque es el título de su última creación, un soberano drama bélico que conjuga magistralmente la más clásica concepción del género con la modernidad de los medios tecnológicos del cine actual y el particular modo de narrar, filmar, fotografiar, montar, sonorizar y musicalizar que constituyen lo que ya, a estas alturas de su filmografía, podríamos llamar sin complejos «estilo Nolan«.

Como es fácil inferir del título, Dunkerque cuenta la historia de la famosa evacuación a través del Canal de la Mancha de los soldados británicos y franceses que permanecían sitiados en las playas de la localidad francesa, rodeadas por el ejército alemán que había tomado la ciudad por tierra y se preparaba para bombardearla desde el aire. Nolan sitúa la acción en los tres frentes posibles, tierra, mar y aire. Y aunque, obligado por los hechos históricos, es el mar el gran protagonista de la mayor parte de la acción, las secuencias terrestres son francamente buenas y las aéreas sencillamente portentosas.

Nolan elabora un discurso fílmico sobre la heroicidad de los sujetos anónimos para el cual no enarbola banderas ni signos patrióticos; retrata el miedo, la angustia y el pavor ante el peligro y la inminencia de la muerte en el rostro de hombres cualquiera a los que las guerras convierten literalmente en carne de cañón. Hombres que han de hacer convivir el instinto de supervivencia con la camaradería y la generosidad con el compañero en peligro, y aunque podría decirse que esta es la esencia de cualquier película bélica, lo que hace que Nolan se aparte de la senda del género es precisamente su parquedad con las palabras. No creo que el guion escrito con el texto de los personajes ocupe más de seis o siete páginas, no hace falta gritar «Dios mío, esto es un infierno, no siento las piernas» cuando se puede expresar eso con la cámara, con los rostros de los actores y con la magistral música de Hans Zimmer que actúa durante toda la película como conductora de la acción, de las ideas y de las emociones sin caer en ningún momento en el énfasis ni los subrayados a los que otros directores nos tienen acostumbrados a hacer con la banda sonora.

Y precisamente no hay mejor manera para acentuar esta esencia del héroe pequeño, anónimo, ajeno a la vanagloria que impregna cada plano de Dunkerque, que haciéndolo a través de un actor debutante en el cine y por tanto totalmente desconocido para el gran público, el joven Fionn Whitehead sobre el que Nolan fija su cámara como referencia del relato aunque no pueda hablarse de protagonismo en una película coral en la que el conjunto está siempre por encima de la suma de todos los elementos. El reparto se completa, entre otros, con el magnífico Mark Rylance (El puente de los espías), Tom Hardy a quien apenas vemos el rostro tras su máscara de piloto, Cillian Murphy y un superlativo Kenneth Branagh.

Hay un riesgo elevado de dejarse llevar por la grandilocuencia cuando se escribe, en caliente, sobre una película recién vista. La manida expresión «obra maestra» puede venir a la boca o al teclado con tanta facilidad como sonrojo produce cuando se lee lo escrito meses después. Voy a correr ese riesgo, Dunkerque es una obra maestra irrefutable y la mejor película bélica filmada desde Salvar al soldado Ryan, película con la que comparte además de tratar de un episodio de la Segunda Guerra Mundial, estar realizada por un genio del cine que conjuga autoría fílmica artística con una aventajada concepción del cine como espectáculo de masas. Dunkerque es una de esas películas que se enseñarán en las Escuelas de Cine y en los cursos de cinematografía, de las que los estudiosos del cine escribirán sesudos ensayos y con las que puede taparse la boca al primero que diga «ya no se hacen películas como las de antes».

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