Han tenido que pasar 4 años para que podamos disfrutar de otra obra de Laugier: The Tall Man (El hombre de la sombras, en España).
– En The Tall Man se ve mucho más comedida la violencia explícita, dando más campo a la violencia implícita. ¿Hasta que punto ha sido algo premeditado?
La violencia extrema, la brutalidad, no están tan justificadas en esta película como lo estaban en Martyrs. De hecho, para mi, esta violencia no es más que una herramienta como puede ser la paleta para el pintor. El gore en Martyrs funcionaba perfectamente, pero en The Tall Man no lo hacía tanto porque es una película completamente diferente. No hay que confundir la finalidad con las herramientas que tenemos para llegar a ello.
– En The Tall Man hay un punto de inflexión en el que se cambia por completo el rumbo de la película. Según se ha dicho, esta segunda parte te supuso algún problema de cara a los productores norteamericanos. ¿Te exigieron cambios en el guión?
Si. La segunda parte de la película no gustó en Hollywood y quisieron que lo cambiara. Ocurre porque desarrollé el film de una forma totalmente contraria a lo que se suele hacer en Hollywood.
– La ambigüedad moral sigue siendo el centro de tus películas. ¿Es esta ambigüedad la que puede relacionar The Tall Man con tus trabajos previos?
Creo que el punto que tienen en común Martyrs y The Tall Man es que no existe una explicación simple a cuestiones tan complejas como las que se plantean. Por ejemplo, en Martyrs vemos qué es el dolor físico el elemento base de la película. En cambio, en The Tall man es el cómo se determina la clase social a la que uno acaba perteneciendo, las diferencias entre clases sociales y lo difícil que és pasar de una clase social a otra. Todo esto es lo que define al personaje de Jessica Biel, algo que ella encuentra insoportable. Al final encuentra una solución que no comparto. Yo quería confrontar a un protagonista y a un antagonista y ya está, no quería ir más allá. Quería dejar muy claro que no hay una solución correcta ni legítima.
– En la película se plantea un dilema moral importante entre personajes, entre situaciones… Pero no se presenta de una forma explicita. ¿No te da miedo de que el espectador salga de la sala sin reflexionar sobre el tema, puesto que no se lo das todo bien mascado?
De hecho esa es una de las cosas que le comenté a mi productor. Desde un principio le dije que no veía ningún potencial comercial en esta película, porque simplemente estoy haciendo una película que quería hacer desde hacía tiempo y que baso en una obsesión de largo tiempo atrás. Veía que esta cinta estaba abocada al fracaso desde el primer momento. Sin embargo, lo que ocurrió fue totalmente diferente en Francia, sobre todo en las zonas de provincia. The Tall man tuvo un éxito extraordinario gracias al boca a boca. Esto me alegró muchísimo porque vi que hay esperanza para hacer un cine ambiguo en el que se plantean cuestiones morales pero que pueda ver el público más simple y entenderlo. Por lo tanto, todo eso que a priori se entiende como un problema ha dejado de serlo, sino más bien todo lo contrario.
– ¿Te consideras un director controvertido? ¿Tambien jugaras con la ambigüedad en tu próxima película?
Me gusta mucho que se me vea como un cineasta controvertido. Muchos de mis referentes, como Dario Argento, John Carpenter, Ferrara… la simbología que utilizan en su cine, son los que hicieron que mi pasión por el cine se incrementara. A la larga muchos de ellos fueron cineastas controvertidos, muy ambigüos, por lo que me parece fantástico que se me vea como un cineasta parecido a los que yo consumía cuando era pequeño. Es por ejemplo como en el rock and roll, el caso de Mick Jagger y los Rolling Stones, música que yo escuchaba simplemente porque era muy diferente a lo que escuchaban mis padres, muy diferente a su cultura. Este concepto de contracultura me apasiona. Creo que se tiene que ir recuperando por las masas
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