Las críticas de Daniel Farriol en la 70 Seminci:
Sección Oficial
Orphan (Árva) (2025)
Orphan (Árva) es un drama húngaro que está dirigido por László Nemes (El hijo de Saúl, Atardecer), que coescribe el guión junto a Clara Royer. Budapest, 1957, un año después de la Revolución Húngara que supuso un levantamiento fallido contra la URSS. Un niño, criado por su madre con la imagen de un padre muerto idealizado, se enfrenta a un hombre rudo que afirma ser su verdadero padre.
Está protagonizada por Bojtorján Barabas, Andrea Waskovics, Grégory Gadebois, Elíz Szabó, Marcin Czarnik, Soma Sándor, Hermina Fátyol, Zsuzsa Száger y Szabolcs Ruszina. La película ha podido verse en Seminci 2025 dentro de la Sección Oficial.

El niño que odiaba a todos
Orphan (Árva) es un frío drama ambientado en una Hungría sometida al control soviético poco después de la fallida Revolución Húngara en la que casi 3000 civiles fueron asesinados por la Államvédelmi Hatóság (ÁVH), la policía secreta creada por la Unión Soviética en el país. Ese contexto histórico de represión, miedo, miseria económica y sumisión social, es clave para entender el comportamiento de los personajes y las motivaciones que les llevan a tomar determinadas decisiones, especialmente esa rabia acumulada en el protagonista.
La película de László Nemes adopta el punto de vista de Andor Hirsch (Bojtorján Barabas), un niño criado en un orfanato que recibe la visita de su madre, Klára (Andrea Waskovics), tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, para llevarlo a casa con ella. Una elipsis desconcertante nos lleva de 1949 a 1957, de la posguerra al aplastamiento antes citado al levantamiento del pueblo contra las políticas prosoviéticas. En ese momento, el niño es ya un adolescente que ha cultivado su odio hacia los invasores y, en general, hacia casi todos los que le rodean. La relación con su madre también está cargada de tensión y marcada por su temprano abandono, mientras que en el hogar, la figura paterna ausente adquiere un halo casi místico a través del relato de la madre, convirtiéndole en un héroe de guerra que probablemente acabó sus días en un campo de concentración.
Andor no conserva recuerdos de su padre, tan solo una vieja fotografía, pero a menudo habla con él para contarle sus sentimientos más profundos como quien se confiesa ante una figura de madera crucificada. Todo cambia cuando aparece en sus vidas Berend (Grégory Gadebois), apodado «el carnicero», un hombre rudo y violento que dice ser su verdadero padre y cuyo pasado está ligado a las fuerzas de ocupación.

Una revolución interior
En sus hechuras, Orphan (Árva) posee el aroma del cine clásico. Nemes explora el pasado identitario de su país de origen con una mirada de entomólogo que está más relacionada con su propio pasado familiar que en una búsqueda meditativa real de ese pasado colectivo. Eso acaba limitando el alcance e interés de la propuesta. En muchos sentidos, su nueva película adquiere un tono inmersivo cercano al que tenía su celebrada El hijo de Saúl (2015), con una cámara menos subjetiva, pero que suple igualmente con el formato granulado en 35mm y la reducción del encuadre a 4:3 para potenciar la asfixia emocional que sufren los personajes principales. La fotografía de Mátyás Erdély también subraya este aspecto con una paleta de colores desaturados que nutre la desesperanza con marrones y grises.
La irrupción de Berend hace que Andor se tambalee entre la rebeldía y la decepción. Se podría decir que el pequeño lidera su propia Revolución Húngara contra un nuevo padre al que no reconoce como tal. Orphan (Árva) se transforma, entonces, en una suerte de coming of age, una historia de aprendizaje y madurez que sepulta en el olvido la fabulación e idealización del padre al que venera para finalmente admitir la realidad de su verdadero yo. El proceso es arduo y la película se recrea en la contemplación morosa del mismo, causando el distanciamiento emocional y el aburrimiento del espectador ante las constantes demostraciones de ira del joven protagonista y las fatales consecuencias que conllevan algunas de sus acciones. Digamos que, aún entendiendo su dolor y confusión, resulta un personaje antipático.

La noria del pasado violento
El tramo final de Orphan (Árva) es lo mejor de la película. El aspecto familiar adquiere mayor presencia que el contexto histórico, pero siempre desde una óptica bastante áspera e incómoda. En ese sentido, el pasado de Berend ofrece una dualidad desconcertante: aprovechó su posición de poder para acercarse a Klára y convertirla en su concubina (fruto de lo cuál nació Andor), pero también ese abuso «consentido» sirvió para salvar la vida de la mujer cuyo destino hubiera sido mucho peor sin esa protección. Por eso es importante hacer hincapié en la situación que atravesaba el país durante aquellos años.
El insólito hallazgo al inicio del relato, por parte de unos niños, de una pistola semienterrada en el lugar donde juegan habitualmente, es una forma que tiene el director de confrontar la inocencia infantil a la brutalidad de la vida adulta. Esa pistola se erige en un símbolo de la revolución contra el opresor, pero también en un arma que puede hace estallar nuestras convicciones más profundas. El excelente clímax del filme nos lleva a un parque de atracciones ambulante, donde padre e hijo, subidos a una noria, tienen un cara a cara decisivo. Andor debe hacer una elección vital entre el pasado y presente, entre la violencia del odio y la redención del perdón, la noria puede seguir girando o detenerse para siempre.
László Nemes demuestra en algunas secuencias como esa su enorme capacidad como narrador cinematográfico, pero Orphan (Árva) acaba siendo demasiado irregular como para trascender. Por desgracia, el guion se concentra tanto en la empanada mental que tiene el protagonista que obvia otros elementos de interés y la historia acaba resultando demasiado reiterativa, sobre todo si tenemos en cuenta que su duración es de 132 injustificados minutos.

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