Las críticas de Laura Zurita
en la 70 SEMINCI:
Sound of Falling
Cuatro niñas, Alma, Erika, Angelika y Lenka, pasan su juventud en la misma granja del norte de Alemania. A medida que la casa evoluciona a lo largo de un siglo, los ecos del pasado perduran en sus paredes. Aunque separadas por el tiempo, sus vidas empiezan a reflejarse.
Sound of Falling está dirigida por Mascha Schilinski, con guion suyo junto a Louise Peter. Cuenta con un reparto formado por Hanna Heckt, Lena Urzendowsky, Laeni Geiseler, Susanne Wuest, Luise Heyer y Lea Drinda. La película llega a los cines españoles distribuida por Elástica Films.
Entre la realidad y lo transcendente
En la granja, ese espacio compartido que parece conservar la respiración de las generaciones, Sound of Falling hace convivir los tiempos. Las vidas pasadas siguen ocurriendo, invisibles, pero perceptibles, como si el aire mismo contuviera los fantasmas de quienes las habitaron. Las imágenes se mueven entre la realidad y lo transcendente, entre lo que fue y lo que se repite.
De manera deliberada, Sound of Falling combina la belleza y la crueldad de una manera pavorosa, trazando un círculo de dolor y redención que atraviesa cuerpos, generaciones y silencios. La visión de la película es poética e implacable: el pasado se comporta como un peso invisible, una carga que condiciona la vida de quienes aún no han nacido. Esa herencia se impone con una serenidad que estremece, con un rigor visual milimétrico.
Sound of Falling es una obra exigente, que reclama concentración y paciencia. No permite la distracción: el relato se abre solo para quien se rinde a su ritmo y acepta su ambigüedad. A veces resulta agotadora, y seguramente gane con revisionados. Toca emociones íntimas y aborda tragedias hondas, pero lo hace desde una distancia casi fría, como si la propia puesta en escena quisiera proteger al espectador del horror.
Vida no deseada
Se sugieren hechos en Sound of Falling que estremecen: una familia que prefiere un heredero tullido antes que muerto, operaciones de esterilización forzada, servidumbres que rozan la esclavitud encubierta. En otro momento, una joven parece avanzar hacia la autodestrucción, y en el presente otra mujer vive en la misma negación del deseo. Todos los personajes parecen sujetos a una vida que no eligieron, prisioneros de una repetición que no cesa.
Sound of Falling juega con la evocación y la sugerencia. Las escenas no ofrecen una sucesión lógica de acontecimientos, sino que unas parecen comentar a otras. El tejido subyacente es el dolor, la muerte y esos ojos que, desde una cama, expresan un sufrimiento y un despecho insondables. El film trata, en el fondo, de aparecidos y fantasmas y de cómo el pasado insiste en seguir vivo. Los ritos de despedida transcurren en un territorio entre la realidad y la imaginación, y la película sugiere más de lo que explica. Su ambigüedad deliberada forma parte del sentido, como si nada debiera resultar fácil, y el visionado tampoco lo es.
A veces no se trata de si una película nos gusta o no, sino de si deja una huella en la memoria. Sound of Falling lo hace. Es una obra grávida y sombría, lenta hasta la exasperación en algunos pasajes, pero también profundamente hermosa. Parece poner a prueba al espectador, otorgándole su mensaje solo si espera y reflexiona, siendo cine del intelecto más que del instinto.
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