Las críticas de Laura Zurita:
La cena
Dos semanas después de acabar la Guerra Civil, Franco solicita una cena de celebración en el Hotel Palace. Un joven teniente, un maître meticuloso y un grupo de prisioneros republicanos expertos en cocina deben preparar un banquete impecable en tiempo récord. Todo parece ir sobre ruedas, pero en la cocina se trama algo más que un menú. La fuga está servida.
La cena está dirigida por Manuel Gómez Pereira que también coescribe el guion junto con Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano, inspirado libremente en la obra La cena de los generales de José Luis Alonso de Santos. En su reparto encontramos a Mario Casas, Alberto San Juan, Asier Etxeandía, Nora Hernández, Óscar Lasarte, Elvira Mínguez, Carlos Serrano, Carmen Balagué, Eva Ugarte y Antonio Resines, entre otros. La película se estrena el 17 de octubre de 2025 en España, distribuida por A Contracorriente Films.
Memoria con mesura
Qué bien que podamos mirar al pasado reciente con mesura, con buen humor, sin blanquear los horrores, pero sin caer en la solemnidad paralizante. Lo que más me convence de La cena es que, aunque ambientada en un tiempo marcado por la violencia y el miedo, la película permite que podamos contemplar los hechos con algo de distancia, y aun así sentir su peso.
La acción de La cena se sitúa el 15 de abril de 1939, dos semanas después del fin de la Guerra Civil española. Franco, ya victorioso, organiza una cena en el Hotel Palace rodeado de sus generales como celebración. La sorpresa (ficticia) es que quienes tienen que preparar esa cena son cocineros republicanos encarcelados, que ven en esa tarea su última oportunidad para intentar huir del país
La premisa de la ficción histórica aquí funciona bien: el momento está muy bien elegido —la España inmediata a la derrota republicana, el horror aún latente—, pero la cena en el Palace y la presencia de cocineros republicanos presos introducen un giro imaginativo que permite explorar lo humano bajo tensión, sin necesidad de ceñirse puramente al documento. Ese contraste entre lo real y lo inventado es lo que da juego y permite que emerjan los dilemas morales y las contradicciones mostrando el drama, pero sin subrayarlo.
El guion de La cena está construido con un ingenio comedido: En general, el tono es ligero, incluso cuando los personajes se enfrentan a decisiones graves, pero no se evitan los momentos dramáticos cuando son necesarios. Esa ligereza no trivializa, sino que deja entrever las represalias, el cainismo, el hambre, la destrucción de una ciudad que ha sido golpeada tanto física como moralmente. En ese sentido, La cena reconoce la brutalidad de la época, pero apuesta por la resiliencia humana: por los personajes que, aunque sean de bandos distintos, prefieren hacer lo que les corresponde, trabajar y mantener su dignidad, aun estando atrapados. La violencia es atractiva y cómoda para algunos, otros prefieren evitarla, pero la amenaza está siempre latente.
Cuando el escenario de La cena está claro, que el banquete debe hacerse, los chefs reales son republicanos presos y los personajes tienen convicciones diversas, la película fluye con su propia lógica. No pretende embrollarse con subtramas innecesarias, aunque en un par de instantes el ritmo vacila.
Reparto que funciona como un equipo
La ambientación de La cena está lograda hasta los detalles, con ese aire entre lo lujoso y lo improvisado que una cena de esas características debía tener. Solo se le puede poner una pega: el Madrid que vemos está quizá demasiado entero, cuando en realidad, en aquellos días, era una ciudad profundamente herida, casi en ruinas. En la banda sonora abundan los temas reconocibles, con coplas españolas que entonces formaban parte del presente y que hoy suenan teñidas de una cierta nostalgia.
El personaje de La cena que más se nos queda en el corazón es probablemente el de Alberto San Juan como Don Víctor, director del hotel: un hombre elegante y metódico que intenta mantenerse íntegro y neutral en medio del conflicto fratricida. Contenido, digno y siempre correcto, pone al mal tiempo buena cara siempre que le es posible. Esa contención, unida a su elegancia, se convierte en un arma muy bien empleada para dar alas al humor, que funciona mejor cuando no se exagera. Asier Etxeandía encarna al antagonista, y su físico imponente le permite llenar con verosimilitud y atractivo el uniforme falangista. El resto del reparto se muestra entregado y en plena sintonía: La cena es, ante todo, el resultado del trabajo sólido de un buen equipo.
En conjunto, La cena es una película luminosa que logra equilibrar memoria y ligereza, historia y humanidad. Manuel Gómez Pereira convierte un episodio sombrío en una fábula sobre la resistencia moral y la dignidad cotidiana, sostenida por un guion medido y un reparto en plena armonía. Entre la ironía y la ternura, la película nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros puede haber espacio para la decencia.
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