Las críticas de Daniel Farriol:
Zafari
Zafari es un drama venezolano que está dirigido por Mariana Rondón (Pelo malo, Aún es de noche en Caracas), que también coescribe el guion junto a Marité Ugás. En un pequeño zoológico, los vecinos de clases sociales enfrentadas festejan la llegada de Zafari, el hipopótamo. Ana, Edgar y su hijo Bruno observan todo desde la ventana de su edificio de clase alta en decadencia. En medio de la escasez de alimentos, agua y luz, Ana recolecta comida en los apartamentos abandonados, mientras la familia encuentra un modo de huir. Pero extraños sonidos en los pasillos la atemorizan cada vez más. En un mundo cada vez más salvaje, Zafari es el único que aún tiene suficiente comida.
Está protagonizada por Daniela Ramírez, Francisco Denis, Samantha Castillo, Claret Quea, Juan Carlos Colombo, Varek La Rosa y Beto Benites. La película se estrenó en España el 28 de noviembre de 2025 de la mano de Oliete Films.
Un zoo que separa dos mundos
Zafari es una curiosa fábula distópica que reflexiona sobre el contexto sociopolítico latinoamericano contemporáneo, pero desde lugares inesperados que buscan la complicidad del espectador para acuñar su propio sentido de las metáforas planteadas y, de paso, sortear la censura política. Si se entra en su juego, puede llegar a ser una experiencia fascinante.
La trama nos sitúa entre dos edificios separados por un pequeño zoológico selvático al que llega un nuevo inquilino: Zafari, un hipopótamo de 808 kilogramos. En el barrio más acomodado, vive una familia de clase media venida a menos, formada por Ana (Daniela Ramírez), Edgar (Francisco Denis) y su hijo Bruno (Varek La Rosa). Su edificio se ha convertido en un lugar abandonado casi apocalíptico donde la mayoría de vecinos han dejado sus casas ante la miseria y escasez de alimentos existente allí. Esa familia también planea marcharse pronto e iniciar una nueva vida en otro lugar, pero su única opción es vender un terreno que tienen junto al cementerio y no hay muchos compradores interesados.
Al otro lado del zoo, viven personas de origen más humilde que son contratados para cuidar de los animales del zoológico y comienzan a invadir su espacio vital cuando desean compartir una piscina del edificio en desuso. El contraste entre las diferencias de clase, en su forma de pensar o en sus necesidades básicas, se irá difuminando poco a poco.
Un microcosmos reconocible
Zafari se inicia con un tono ligero, casi de comedia costumbrista, pero puede considerarse como una especie de trampantojo que oculta sus verdaderas intenciones dramáticas. A medida que avanza la historia, iremos descubriendo las debilidades de cada personaje y cómo la corrupción moral puede llegar a cualquier rincón cuando aprieta el hambre. La cotidianidad se va tiñendo de negrura y la situación se vuelve cada vez más asfixiante.
No es la primera vez que se utiliza una distopía sociopolítica centrada en un único edificio de viviendas que sirve como microcosmos para la representación del mundo exterior, buenos ejemplos recientes son Concrete Utopia (Um Tae-hwa, 2023) o High-Rise (Ben Wheatley, 2015). En esta ocasión, Mariana Rondón elude la coartada fantástica, pero su propuesta tampoco está exenta de ideas que proceden del imaginario del cine de género o del surrealismo. La mayor diferencia es que la directora propone una puesta en escena sencilla que aborda la extrañeza de la situación desde la cotidianidad de sus personajes, para hacerla así más creíble y reconocible en nuestro propio entorno.
De ese modo, el hipopótamo que da título a la película, puede entenderse sólo como un animal hambriento o como una metáfora del poder capitalista. Rondón propone distintas lecturas y pocas respuestas, lo divertido es cada uno encuentre su propio significado a las cosas. Sitúa el punto de vista principal en Ana (fantástica Daniela Ramírez), una mujer de clase media que vive en una casa sin comida, electricidad, ni agua corriente. Para mantener una falsa sensación de normalidad, se dedica a robar objetos y comida de los apartamentos contiguos que han quedado vacíos.
La condición humana
Los barómetros que miden lo qué es moralmente aceptable cambian según sean las necesidades de cada uno. Zafari enfrenta a los personajes a situaciones controvertidas sobre la propiedad privada, la solidaridad o la civilización. El origen de la historia parte de un hecho verídico ocurrido en Venezuela en el año 2015, cuando comenzaron a desaparecer animales de un zoológico porque había personas que se los comían ante la situación de hambruna y crisis económica que atravesaban. Eso llevó a la cineasta a plantearse porqué esas crisis tan graves que afectaban al pueblo eran un escenario habitual que se repetía en distintos países de América Latina. La película no se mete de lleno en el fango político, pero es evidente que lo utiliza como telón de fondo para su distopía.
Por ejemplo, colocar a animales y personas compartiendo un mismo lugar es una forma natural de escenificar el descenso al primitivismo a través de la sexualidad, la violencia y las necesidades primarias. La película nos interroga directamente hasta donde podríamos llegar en esa misma situación, pero casi siempre lo hace con sutileza y sin caer en lo escabroso. También pone sobre la mesa otro tema interesante y es cómo afectan el conformismo o el miedo en nuestras decisiones, muchas veces, son lo que nos impide buscar una salida a los problemas.
En definitiva, Zafari construye con un engañoso tono de comedia negra una distopía tan inquietante como realista, o precisamente por eso llega a ser ambas cosas. Se trata de una película sorprendente que reflexiona sobre la condición humana y la putrefacción moral del individuo cuando el caos se apodera del entorno sociopolítico de un lugar.
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Zafari
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