Las críticas de Laura Zurita:
Papeles
Ana Méndez, directora jurídica del bufete número dos del mundo en venta de sociedades offshore, se enfrenta a un acontecimiento catastrófico: se han filtrado casi 12 millones de documentos confidenciales en el caso conocido como «The Panama Papers» (Los papeles de Panamá). Devastada por los acontecimientos, Ana resulta arruinada y emocionalmente rota. Desde ahí, debe remontar su vida… Historia inspirada en sucesos reales que recrea el escándalo mundial de la filtración de los Papeles de Panamá, ocurrido en 2016 y considerado el mayor hackeo de la historia, con el filtrado de información en la que se descubrió que numerosas personalidades de todo el planeta tenían inversiones opacas en dicho país, considerado un paraíso fiscal.
Papeles está dirigida por Arturo Montenegro sobre un guion de Andry J. Barrientos, Andrés Clemente y el mismo Montenegro. En su reparto encontramos a Megan Montaner, Agustín Della Corte, Carlos Bardem, Gustavo Bassani, Antonio Dechent, Henry Twohy, Nick Romano, Verónica Ortiz, Jaime Newball y Antonio Andrés Rosello. La película se estrena en España el 5 de diciembre de 2025 de la mano de Con un pack.
Punto de vista militante
Hay obras que nacen con la ambición de iluminar episodios más o menos convulsos de la historia reciente y otras que, en cambio, se aferran a una tesis particular y la defienden con uñas y dientes. Papeles, esta producción panameña protagonizada por Megan Montaner, pertenece a esta segunda categoría: Es una obra nacida con un punto de vista militante y consciente de su parcialidad, más interesada en reivindicar una identidad nacional herida que en reconstruir con precisión el entramado financiero que sacudió al mundo en 2016.
La referencia histórica de Papeles es de sobra conocida: la filtración de 11,5 millones de documentos internos del bufete Mossack Fonseca, cuatro décadas de sociedades extraterritoriales creadas en paraísos fiscales y una investigación coordinada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación que expuso un sistema global de ocultación de activos, evasión fiscal y opacidad financiera. Más de 140 políticos, entre ellos varios jefes de Estado, quedaron señalados. El escándalo tuvo repercusiones planetarias y reformuló el debate sobre la transparencia económica.
Sin embargo, Papeles opta deliberadamente por dar un rodeo. La película toma distancia del meollo económico y jurídico y se alinea desde el primer minuto con una tesis que se repetirá casi como un estribillo, la convicción de que el caso fue una maniobra gestada para perjudicar a Panamá, un país pequeño que, según la narración, fue culpado en exceso y analizado con superficialidad por la prensa internacional. El guion de Papeles abraza este argumento sin complejos, acercándose a su relato desde la reivindicación y, en ocasiones, desde una cierta sensación de agravio. Este puede parecer un punto de vista reducido, pero que puede resultar emocionalmente eficaz.
La estructura narrativa de Papeles se desarrolla a través de los ojos de Ana Méndez, una joven abogado que funciona como testigo pasivo y guía del espectador, y cuya trayectoria dentro de la firma acompaña el tránsito del despacho desde las carpetas polvorientas hasta la digitalización global, para desembocar, finalmente, en la tormenta mediática. Su mirada, sin embargo, no es inquisitiva: el personaje observa y registra, pero no parece cuestionar. Y este recurso, útil como dispositivo dramático, limita el conocimiento que la obra ofrece sobre el escándalo.
Papeles evita explicar el funcionamiento de las sociedades fantasma, insiste repetidamente en su legalidad formal y deja caer, sin demasiada convicción argumentativa, que su uso “era común en muchas otras firmas del mundo”. El resultado es una aproximación tímida, que no ilumina al espectador ajeno al caso ni profundiza en los usos ilícitos que la filtración reveló. Como documento sociológico, la obra queda corta; como pieza didáctica, resulta insuficiente.
Más personal que político
La ambientación de Papeles merece mención aparte: las oficinas del bufete, la casa de Ana, los espacios donde transcurre la vida profesional y privada respiran una mezcla de sofisticación, opulencia y frialdad que subraya la desconexión entre los protagonistas y el mundo real cuya economía contribuían a distorsionar.
Papeles no pretende ser imparcial y en su defensa del honor nacional encuentra una voz propia, aunque limitada. La obra toma partido y lo hace sin disimulo. Pero su insistencia en justificar la legalidad del entramado financiero, sin explorar sus implicaciones morales, debilita su dimensión histórica y reduce la complejidad de un caso que golpeó la conciencia global.
Cuando Papeles se aleja de la macroeconomía y se adentra en el territorio humano, gana densidad. Lo más logrado del conjunto reside en su retrato de las consecuencias personales del escándalo, especialmente en el personaje de Ana, interpretado por una Megan Montaner de mirada magnética. Su trabajo aporta una humanidad que contrasta con la sequedad de los pasajes más expositivos. Montaner encarna con hondura el derrumbe emocional de una mujer arrastrada por decisiones y estructuras ajenas, y su interpretación dota a la obra de atractivo y cierta emoción. Lo que perdura, al final, no es tanto la lectura política como el drama humano que emerge de sus mejores momentos. Entre los vacíos narrativos, entre las omisiones y las proclamas, queda la fuerza interpretativa de Montaner, capaz de sostener con su presencia una película que, sin ella, sería mucho menos sólida.
En resumen, Papeles es una obra irregular, parcial y más rica en emociones que en argumentos, sostenida casi en exclusiva por la entrega interpretativa de su protagonista.
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